Pero que, ni sus hijos -que gobiernan o mal gobiernan-, ni el poder -que los sostiene, tienen voluntad que las cosas cambien, en la dirección de los intereses, necesidades y aspiraciones de absolutas mayorías.

Quienes
tuvieron o tienen dudas al respecto recibieron el aire fresco que, como no
podía ser de otra manera, vino de la calle. Fueron millones y salían para una alegre
celebración: El triunfo en el Mundial de Fútbol. Fue un cierre muy distinto a
los datos que vienen de los números sobre el estado de la sociedad y las
angustias de la vida cotidiana.

En estos
días la vida cotidiana y el fútbol fueron hermanados por las masividades de los
festejos. Pero ambos transitan por caminos distintos. El fútbol no resolverá la
mishiadura actual, aunque es cierto
que una alegría futbolera levanta el ánimo y muestra que no somos tan incapaces
como -a veces- parecemos o nos hacen creer. Esa suba en la autoestima dará
mayores fuerzas a los argentinos para dar vuelta la tortilla que se está
cocinando.

Bajando a
tierra estas ideas generales es propósito de estas líneas reflexionar sobre
algunos aspectos de esta realidad, determinada por esta ruptura entre una
dirigencia -que se autosatisface con ella- ante un pueblo que,
mayoritariamente, la padece.

La marcha de la economía

La
economía argentina del 2022/23 soporta dos miradas extrañamente ambiguas y
contradictorias, aunque -en cierto modo- se complementan a través de la
continuidad del statu quo.

Todo
parece indicar que la mala situación, que hoy estamos transitando, difícilmente
tenga un futuro inmediato de grandes avances o profundas transformaciones.
Desde el sistema avisan que lo mejor que puede pasar es que continúen los
“ajustes” que ensaya elministro de Economía Sergio Massa, un hijo dilecto del
imperio. Desde abajo, la mayoría reniega de ellos, pero sin una estrategia y
práctica alternativa, suficientemente fuerte, comunicable y compartible con el
conjunto.

Pero hay
un dato, que consta en un extenso Informe del Observatorio de la Deuda Social
de la Universidad Católica Argentina, cuya tendencia debería despertar hasta
las conciencias más apagadas de la sociedad. Allí se dice que la indigencia,
entre los menores de 17 años, prácticamente se duplicó entre los años 2010 y
2022. ¿Qué se ha hecho para que eso no ocurra y qué haremos para que no
continúe?

Lo más
grave de la presente situación económica es que los efectos de la misma vayan
adquiriendo el lugar de aquello que no se puede modificar. ¿Por qué? Porqué se
impuso la idea de que eso es lo que hay.
Ese culto al posibilismo permitió que se llegue a las proporciones mencionadas
y que se conviva con ellas, como algo lógico o imposible de cambiar.

Para el
2023, la mayoría de las estimaciones evalúa que habrá una disminución de la
inflación pero que la misma se haría al precio de un estancamiento económico,
cuyos valores serían apenas positivos o prácticamente neutros.

Esta
tendencia correría en paralelo a la situación internacional. Acerca de la misma
crece la opinión que un tercio de la economía mundial -entre ella la de EEUU-
entraría en recesión, tal como lo viene preanunciado el gurú de la tecnología:
Bill Gates. La razón, además de la guerra, surge de la necesidad de frenar lo
que ellos llaman “la inflación” que hoy ronda –en sus países- en el 6% anual,
una cifra semejante a la inflación mensual argentina.

El campo
que proporciona los mayores números de la actividad productiva padecerá los
efectos de una duradera sequía. En lo que respecta a la evolución del trabajo,
todo indica que no tendrá grandes diferencias al año actual. Lo principal de la
fuerza laboral estará compuesta por trabajadores informales o cuentapropistas,
con una desocupación formalmente baja, pero con avances de la ya profunda
precarización.

Si las
cosas no cambian, en ese pozo tratarán de sobrevivir los millones que seguirán
pagando los platos rotos de esta situación.

Juan Guahán. Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)