En nombre de la libertad

Pascual Serrano. /

Es curiosa la utilización del concepto de la libertad por parte de la derecha, empezando por la apropiación del concepto de liberal. Dos de los significados de la RAE del término liberal son “generoso o que obra con liberalidad” y “comprensivo, respetuoso y tolerante con las ideas y los modos de vida distintos de los propios y con sus partidarios”.

Pues bien, esta derecha, en nombre de la libertad, quiso que no se legalizara el divorcio, quiso impedir el matrimonio de los homosexuales, quiere prohibir el aborto, quiere prohibir la eutanasia y quiere que le paguemos sus colegios privados. Recordemos que son los que han conseguido llamarse y que les llamemos liberales.

En cambio, los comunistas somos los que estamos en contra de la libertad porque pedimos que la mujer que aborte no vaya a la cárcel, que quienes quieran divorciarse lo hagan, que quien solicite morir dignamente lo pueda conseguir y que quien quiera un colegio privado que se lo pague. Es evidente que, a diferencia de los amantes de la libertad de la derecha, los de la izquierda ni obligamos a nadie a divorciarse, ni a casarse con una persona de su mismo sexo, ni a abortar, ni a que se le aplique la eutanasia.

Hace unos días descubrí ese anuncio en la puerta de un centro de estética de Barcelona: “La mejor libertad es la eliminación de los pelos no deseados”. Parece que la publicidad también se ha apropiado del concepto de libertad. Proclaman la libertad para viajar en avión, la libertad en la elección de la ropa que te has de comprar, la libertad es viajar con tu coche. De modo que serás libre cuando te compres un billete de avión, elijas esos pantalones en la boutique o te compres ese último modelo de coche. Tú libertad consiste en que ellos elijan tu destino de viaje, tu ropa y tu coche y que tú lo pagues, si libremente tienes dinero que gastar.

Su manejo del concepto de libertad sirve para que se lo apropie su ideario prohibicionista y su mercado y, al mismo tiempo, para negárselo a los modelos políticos no capitalistas. Cuando en Cuba el gobierno repartía gratis ollas eléctricas para cocer el arroz en las casas de la gente que no tenía recursos, se le acusaba de atentar contra la libertad porque en el mercado no había microondas que pudieran comprar los ricos. Cuando Cristina Fernández impidió que los grandes latifundistas pudieran exportar la carne para que fuera accesible a los argentinos, se le acusó de atentar contra la libertad de los ganaderos. Obsérvese que la libertad para que el pueblo llano de Cuba pudiera cocinar el arroz y el pueblo llano de Argentina pudiera comer carne de res no se contemplaba. Lo importante es la libertad de los ricos para comprar microondas y enriquecerse vendiendo la carne de ternera al extranjero.

Alguna vez he escrito que los derechos que requieren de dinero no son derechos. Ahora hay que recordar también que las libertades inaccesibles para los humildes tampoco son libertades. Y que los que quieran imponerte su moral sexual, religiosa o familiar son los liberticidas, no los defensores de la libertad.

 

Mi lápiz no borrara mi pasado

Por Sorevitno Nauj

Con este lápiz,
borrare mis angustias,
que se avecinan lentamente.

Con el mismo lápiz no escribiré
mis lamentos antes de seguir mi camino.

Con ese lápiz me negaré a borrar mi pasado
que siempre fué sin remordimientos
y se negó a atropellar y violentar mi propia naturaleza.

¡No! no usaré ningún lápiz para borrar mi pasado incierto.
No, no usaré un lápiz para borrar mi historia alborozada aquí. Allá.

 

 

Aún estamos a tiempo de hacer posible lo imposible.

Por Adolfo Pérez Esquivel /
El premio Nobel de la Paz reflexionó sobre la actual momento que vive la humanidad, a partir de la crisis por el coronavirus./
Los pueblos buscan alcanzar la convivencia y la paz en su dinámica permanente de transformación social, cultural, política y espiritual, entendiendo la necesidad de encontrar caminos de unidad en la diversidad.

La humanidad sufrió dos guerras mundiales con millones de muertos, heridos y el aumento de la marginalidad y pobreza; la comunidad de las naciones buscó superar esa tragedia y darse un código de conducta dando nacimiento a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, valioso aporte. La Comunidad de las Naciones avanzó en generar espacios de convivencia y reconstruir las vidas de los pueblos, pero sin modificar las estructuras de dominación económica y política capitalista que afirmaron su poder internacional provocando conflictos y otras guerras que aumentaron la confrontación Este- Oeste, la intolerancia, la discriminación y la concentración económica en pocas manos.

Esta ponencia la expuse en la Universidad Católica de Córdoba, Argentina, hace ya algunos años, pero pienso que tiene vigencia frente a la realidad actual y he sumado a la reflexión algunos problemas como la pandemia del Covid 19, tragedia sin precedentes que afecta a toda la humanidad y la otra pandemia que es el hambre en el mundo.

Thomás Merton señala que ningún ejército es garante de la Paz, todos están estructurados para ejercer la violencia del poder de las armas.

El mundo vive conflictos y guerras de “baja intensidad,” se suman los genocidios cotidianos del hambre, la pobreza y la concentración del poder de quienes manejan el poderío mundial e imponen a los pueblos mecanismos de dominación como la “deuda externa”, apropiándose de los bienes y recursos de países más pobres y débiles.

Hoy, a los golpes militares en diversos países, se suma la Lawfare, es decir la guerra judicial impuesta en Brasil contra Lula, en Honduras contra Manuel Zelaya, en Bolivia para el golpe de Estado contra el gobierno de Evo Morales, en Paraguay contra Fernando Lugo y la agresión permanente contra Cuba y Venezuela, que pone en evidencia la política de dominación que intenta imponer los EEUU al continente latinoamericano.

La humanidad debe enfrentar desafíos que supera en muchos aspectos los conocidos hasta nuestra época, la ciencia y técnica han generado nuevos caminos y debemos estar atentos. Simplemente quiero señalar algunos de estos emergentes que nos preocupa.

La tecnología ha llevado a la humanidad a la aceleración del tiempo que ha alterado el ritmo natural y provocado en el ser humano y nuestras sociedades cambios profundos e irreversibles, como los ritmos asimétricos que viven los pueblos llamados sub-desarrollados que no podrán alcanzar a quienes disponen del conocimiento tecnológico y científico.

El tiempo de la técnica es diferente del tiempo cósmico, así como del tiempo humano. Es más, la tecnocronía no sólo transforma el tiempo cósmico, sino también la temporalidad humana y por ello la técnica tiene el formidable poder de modificar, además, de la naturaleza humana, la naturaleza a secas. – como señala R. Panikkar.

En todo caso es un hecho que el hombre solo sin la ayuda de la técnica, no sigue a la máquina, sino que es engullido por ella. Por otra parte, debemos tener conciencia que la tecnología llegó para quedarse y por lo tanto es necesario desarrollar la capacidad del equilibrio y no de la dependencia.

La humanidad dispone de condiciones tecnológicas y científicas para superar el hambre, basta leer los informes de la FAO donde afirma que por día mueren en el mundo más de 35 mil niños de hambre. El hambre es un mal crónico y la pandemia del Covid 19 ha profundizado la desigualdad social, se calcula más de 821 millones de personas en el mundo víctimas del hambre. Un genocidio económico del cual no se habla y que pasa a ser parte de los llamados “olvidos intencionados”, en un mundo que está en condiciones de superar ese terrible flagelo que afecta a la humanidad

El médico brasileño Josué de Castro quien fuera director de la FAO, en la década del 60 publica una obra que continúa vigente, “La Geografía del Hambre” señala la grave situación de desigualdad entre los pueblos. Son las guerras silenciosas que afectan a gran parte de la humanidad; “Josué Señala que, “el hambre es la manifestación biológica de una enfermedad sociológica”.
Quiero recordar al Dr.  Norman Burlog, quien recibiera el Premio Nóbel de la Paz en 1970 por la llamada “Revolución Verde”, una excelente persona con quien me reuní en varias oportunidades.  Creía que su trabajo sería comprendido y aplicado para superar el hambre en el mundo, tenía claro la necesidad de encontrar nuevos métodos y técnicas de producción de alimentos; sin embargo sus aportes se utilizaron para los monocultivos y tecnología de alto costo e impacto ambiental, la imposición de los agro tóxicos para alcanzar los rindes de producción, en nombre del desarrollo  y el aumento de las fronteras de los monocultivos  van destruyendo la biodiversidad, expulsando a los pequeños y medianos productores rurales y dañando la vida  y a la Madre Tierra-

Con Norman Burlog hemos conversado y discutido sobre la producción, el desarrollo y la soberanía  y la cultura alimentaria de gran diversidad y riqueza de los pueblos, como el  impacto de  los monocultivos impuestos a la  producción sobre los  pequeños y medianos productores rurales. Políticas aplicadas por gobiernos y empresas que confunden desarrollo con explotación, dañando la biodiversidad y riqueza de las comunidades y pueblos y profundizando la desigualdad con aquellos que  no disponen de los recursos  económicos y técnicos para superar las asimetrías y desigualdades y  sufren los impactos ambientales y económicos, siendo desplazados de sus territorios  e imponiendo los agro-tóxicos y la dependencia a las semillas transgénicas. Sumándole a esas políticas económicas  la megaminería, que provoca graves daños a los bienes y recursos naturales como el agua y al medio ambiente.

Estas políticas de explotación no pueden ser aplicadas sin la aprobación y complicidad de los gobiernos, que apuntan a la coyuntura, y no a los cambios estructurales que los pueblos necesitan para su vida y desarrollo.

En la Universidad de Tokio, Japón, hace ya algunos años tuve la oportunidad de conocer a Vandana Shiva investigadora india, quien viene trabajando y denunciando las causas y efectos de la producción agrícola, las políticas y consecuencias de los grandes intereses económicos.

Es importante conocer sus trabajos y algunas de sus obras fundamentales, la “Bio-piratería“, “La cosecha robada”, “La democracia de la Tierra,” entre otras , donde expone la grave situación de los campesinos en la India por la apropiación de sus saberes y experiencias sobre las semillas que se fueron transmitiendo de generación en generación y que hoy, empresas trasnacionales se apropian  y patentan, las semillas y saberes de los pueblos, y cuando éstos reclaman sus derechos son reprimidas sus protestas sociales, les obligan a pagar las semillas transgénicas y encima les aplican la ley antiterrorista, violando los gobiernos el derecho de los pueblos.

Es necesario cambiar los ejes de nuestros análisis, como lo señala F. Kapra: “los nuevos conceptos de la física han ocasionado un profundo cambio en nuestra visión del mundo, determinando el paso de una concepción mecanicista newtoniana, a una holística y ecológica y buscar los valores y ética en nuestras sociedades, universidades, escuelas y promover la participación social y proteger a la Madre Tierra.

Es prioridad de los pueblos el preservar los recursos naturales, el agua y la biodiversidad, hoy en peligro por la devastación y voracidad de aquellos que privilegian el capital financiero sobre la vida de los pueblos; olvidando que precio y valor no son lo mismo. Hay quienes piensan que hay que “humanizar el capitalismo”, no creo que sea posible porque nació sin corazón. Es la deshumanización que pierde el rostro y conciencia de la humanidad.

Los avances tecnológicos tienen muchas luces y sombras;  por un lado, la ciencia ha prolongado la vida de los seres humanos, eliminado las distancias entre los pueblos, eleva la vida hasta un grado insospechable hasta hace poco tiempo en el mundo y por otro debemos tener conciencia que la máquina ya no se adapta al hombre, sino que es éste quien debe adaptarse al ritmo de la máquina. Lo que debe tenerse presente es la aceleración, la vida del ser humano y la técnica nos ha llevado a preguntarnos hacia donde vamos y para qué.

Quiero plantear brevemente qué entendemos por derechos humanos, si bien en la carta de la Declaración Universal de los DDHH de las Naciones Unidas sus principios están en las bases y valores de las religiones y pensadores en diversos tiempos y épocas, es fundamental clarificar desde donde se debe hacer un abordaje correcto para no caer en el acotamiento y cansancio de las políticas de DDHH.

Los derechos humanos son integrales y hacen a la vida misma de las personas y los pueblos. Hoy son las comunidades que sufren la falta de garantías para desarrollarse plenamente en la democracia, por lo tanto DDHH y democracia son valores indivisibles, se construye en el hacer cotidiano, en la participación social, cultural y política, por lo tanto debemos comprender los derechos humanos desde su integridad y restablecer el equilibrio entre el ser humano y la Madre Tierra, preservando la creación y su evolución.

Es urgente proteger la vida planetaria antes que sea tarde, en volver la mirada y el pensamiento en restablecer el equilibrio entre las necesidades del ser humano y la Madre Tierra, nuestra Casa Común, hay caminos a seguir teniendo presente la vida planetaria, las Encíclicas del Papa Francisco, Laudato Si y Fratelli Tuti son un llamado a la mente y al corazón. Otros pensadores, teólogos, científicos llaman a encontrar nuevos caminos para la vida.

Es necesario encontrar nuevos paradigmas hacia la construcción de un “Nuevo Contrato Social”, caso contrario los grandes intereses económicos continuarán destruyendo la Casa Común.  La rebelión de los pueblos frente a la situación actual es poder recuperar el equilibrio entre sus necesidades y el respeto a la Madre Tierra antes que sea tarde. Las actuales democracias delegativas no responden a sus necesidades y es necesario la construcción de democracias participativas, donde puedan ejercer sus derechos y tomar decisiones y no derivar todo el poder en sus gobiernos y poder determinar el camino a seguir-.

Algunas posibilidades y pistas para encontrar caminos alternativos: la Academia de Ciencias del Ambiente de Venecia, Italia, ha lanzado la campaña para constituir el Tribunal Penal Internacional sobre los crímenes ambientales que la humanidad viene soportando en el mundo, como la devastación y contaminación, las quemas y deforestación. La propuesta es la reforma del Art. 7 del “Estatuto de Roma” e incluir los crímenes de lesa humanidad contra la Madre Naturaleza, por la degradación que provocan empresas que actúan con total impunidad y complicidad de muchos gobiernos, como la destrucción de la capacidad productiva de los pequeños y medianos productores.

Si vemos el tiempo recorrido desde la Cumbre de Río, hasta Río + 20, tenemos que señalar que fue Río-  20, en donde las posibilidades de avanzar fueron inversas a lo anunciado y que continúa profundizándose la destrucción de los bosques, la biodiversidad y alcanzando en muchos países índices de contaminación y destrucción de los recursos naturales, como el agua, provocando daños ambientales irreversibles.

La campaña de la FAO es llegar al año 30 como meta para superar el hambre en el mundo, pero no creo que ese objetivo se alcance en la actual situación mundial de explotación y dependencia.

Frente a la pandemia del Covid 19 que sufre la humanidad es urgente que las vacunas lleguen a todos los sectores sociales y sean un bien libre y gratuito para toda la humanidad. Las vacunas van a ayudar, pero no van a resolver el mortal virus del Covid 19, el problema es restablecer el equilibrio con la Madre Tierra. Hay que aprender a vivir

Es urgente despertar conciencia crítica, valores, y comprender que somos parte y no dueños de la Madre Tierra; necesitamos cambiar la estructura del pensamiento cartesiano y comprender el pensamiento holístico que nos permitirá recuperar el sentido de pertenencia, identidad y valores, es decir el equilibrio de la creación.

Son muchos los desafíos que enfrentamos en nuestros países y el mundo y debemos buscar en nuestro interior la fuerza de la espiritualidad y poner en práctica el amor en acción. Hacer caminar la palabra del pensamiento crítico y valores, que nos permita generar y construir un “nuevo contrato social” para proteger la creación y no caer en el derrotismo, en que no hay salida al sistema imperante y a los mecanismos de dominación que hoy agobian y sufre las dos terceras partes de la humanidad. La peor de las derrotas es la resignación.

Necesitamos fortalecer la esperanza en que otro mundo es posible, no los paliativos que calman el dolor, pero nada cambia, es decir la necesidad de asumir los desafíos, la resistencia y despertar de los pueblos, dejar de ser espectadores y asumirse como sujetos y constructores de su propia historia antes que sea tarde para la vida planetaria.

Fuente: https://www.agenciapacourondo.com.ar/debates/aun-estamos-tiempo-de-hacer-posible-lo-imposible-por-perez-esquivel

 

La fortaleza en la vulnerabilidad.

Por Georgina Monge López/

De carácter rebelde y de clase obrera, Nagore Vargas, a quien su padre llama cariñosamente “Jenisjoplin”, pertenece a una generación de mujeres para las que la política, el placer y las ganas de libertad vertebran el presente y articulan el futuro. Está muy acostumbrada a valerse por sí sola para tirar adelante. Y es que, con 28 años, Nagore tiene mucha vida vivida a sus espaldas.

No le teme a nada y escapa de la vulnerabilidad más rápido que de un cóctel molotov. La violencia forma parte de su esencia: “La violencia, para mí, no es algo ajeno y desdeñable, es un medio más de comunicación. Algo que está ahí: en nosotros, con nosotros”. No sólo la acepta y convive con ella, sino que en cierto modo la busca: “era más hábil sobreviviendo en el campo de batalla y aceptando cualquier daño colateral del fuego que gestionando la incertidumbre de la tregua”. Para ella, las pulsiones de dolor y placer están muy entremezcladas. En el fondo, la intensidad que provoca la ansiedad es para Nagore una forma de justificar la vida, y es a través del dolor en el cuerpo que consigue sentirse viva.

Nagore no le tiene miedo a la vida. La vive de cara y sin achantarse, y se arroja al mundo sin protección ni frenos. Hasta que el VIH irrumpe en su vida. A partir de ahí, el cuerpo que habita, que hasta el momento le había proporcionado seguridad y placer, pasa a ser un espacio de incertidumbres y miedo (aunque, inevitablemente, también va a convertirse en una oportunidad para poder parar y reflexionar sobre sí misma).

Esta puerta a la introspección la lleva a mirar atrás. Y es aquí donde encontramos a una Nagore que desde que era una niña ha tenido que confrontarse con los miedos a marchas forzadas, y muy empujada a hacerlo por su padre. Un padre que para que su hija afrontara sus temores la estampaba contra ellos y arrasaba con todo. “¿Por qué no me deja ser débil, eh?”, se pregunta Nagore. Se diría que su padre la expone a situaciones de violencia para después poder salvarla, siempre con la coartada (inconsciente) de que quiere hacerla fuerte.

Pero pese a que el padre de Nagore es machista, chulo y egocéntrico, también juega un papel central en la personalidad de Nagore y, al mismo tiempo, es una figura de cuidado y afecto imprescindible para ella. En ocasiones, Nagore consiente la invasión del espacio vital y el atropello de su voluntad por parte de su padre ya que en el fondo es una forma de tenerlo cerca. Porque, aunque muchas veces el padre está ausente, hay un vínculo claro de dependencia entre padre e hija. Los une un lazo que es destructivo pero que a la vez es sanador. Él la cuida y la arropa en los momentos más bajos, y es a él a quien ella prioriza en estas ocasiones.

La madre de Nagore queda invisibilizada casi por completo en el relato. Nagore ni la ve ni la mira. Su madre es el tipo de mujer del cual ella huye. La considera débil, y la debilidad horroriza a Nagore. No ayuda el trato absolutamente horizontal que han tenido desde siempre, ni el hecho de que Nagore haya tenido que trabajar junto con ella desde los 12 años para poder tirar adelante.

El diagnóstico de la enfermedad sacude a Nagore y la obliga a reconstruir su identidad, tanto personal como política. Y todo esto sucede en paralelo a cambios sustanciales en el contexto sociopolítico vasco. Con el fin de ETA se cierra una etapa, del mismo modo que lo hace el diagnóstico del VIH para Nagore. Es en este momento que el cuidado y la destrucción del cuerpo individual y colectivo readquieren protagonismo y se resignifican. “Acababa de desaparecer uno de los ejes que dividía nuestro mundo. Atrás quedaban la tensión y la seguridad de tener que posicionase o ser posicionada inevitablemente”.

A nivel personal, cuando el “bicho” (que es como la familia de Nagore llama al VIH) se cuela en el cuerpo de Nagore, más que los problemas de salud con los que se enfrenta, es el propio diagnóstico el que detona en un huracán interior que la hace explosionar. “El diagnóstico acarreó pequeñas secuelas y me provocó un sentimiento de inseguridad constante; el suelo dejó de ser una plataforma firme. Me convertí en una arquitectura demolida de arriba abajo, y me dio por hacer inventario entre los escombros”.

Esta reconfiguración de la identidad toca de lleno la sexualidad de Nagore. Hasta el momento, el sexo había sido salvoconducto y pase de entrada, fuente de apertura, autonomía y posibilidades. “Puedo decir que dejé atrás la soledad gracias al sexo, que gracias a él recuperé mi adolescencia perdida, y que el arte bajo las sábanas me abrió las puertas de la militancia, del compañerismo, de la cuidad y de la autonomía. Algo le debo al roce”. Nagore, nacida en los ochenta en un pueblo del País Vasco, es de una generación de mujeres para las cuales la liberación ha pasado en gran medida por la sexualización, y ahora el sida coloca la sexualidad en un terreno nuevo y mucho más secundario, ya que los miedos que acarrea el diagnóstico la bloquean y la llevan a un sitio de sí misma más inseguro pero también menos impulsivo y más reflexivo. Prueba de ello es la relación que establece con Luka, más basada en el compañerismo que en lo erótico, y que pese a todo la llena y le aporta bienestar.

A nivel político, la identidad de Nagore también se ve alterada. “Dejé de cotizar en la bolsa de los “nuestros”. Mi valor ya no sufría altibajos según lo que pudiera hacer o decir. Me expulsé a mí misma del mercado, y a la gente que me importaba no le importó tanto como yo esperaba”.

De esta forma, se hace muy evidente cómo el cuerpo, y a posteriori la conciencia, se ven atravesadas por la identidad, y también cómo esta identidad tiene mucho que ver con todo lo que se hereda, siendo la clase social una de los principales condicionantes. “Nadie habla de la explotación económica con la misma repugnancia y el mismo convencimiento que utilizan contra la violencia insurgente. El pobre no es víctima. El necesitado no puede denunciar a nadie por el simple hecho de ser pobre. Nadie propondrá una reconciliación entre ricos y desamparados. Mientras que el terrorismo es un lastre que hay que exterminar de raíz, los informes que excusan la opresión económica se escriben en despachos asépticos. La violencia cara a cara no es tan mala como dicen”.

El entorno de Nagore también determina su propia vivencia y gestión de la enfermedad. Nadie a su alrededor lo afronta desde fórmulas que refuercen el estigma, pero pese a ello, se da una victimización involuntaria. A nivel familiar, el sida es una enfermedad que evoca muchos recuerdos y muchos miedos, ya que su tía murió muy joven de VIH. De forma paradójica, su padre casi siente orgullo de su hija por estar emulando a su hermana (la tía de Nagore). El mismo padre, con su peculiar estilo de gestionar los miedos de su hija, en el momento que sabe que ella tiene el “bicho” la arrolla y pasa por encima de su voluntad y necesidades. “En vez de respetar mi proceso, tenía que abrirme el camino a machete […]. Sentí ganas de darle un puñetazo a mi padre, porque era capaz de obligar a la gente a salir del armario a rastras y desnuda, siempre en nombre de la libertad, y sin ni siquiera darse cuenta de que quien se quedaba con el culo al aire era el otro, y no él”.

A raíz del diagnóstico de la enfermedad, su amiga Irantzu también está más presente. Pero en realidad, Nagore no puede dejar de sentir que, tras la voluntad de estar a su lado, su amiga se permite cuidarla más y también darle más consejos. Y en el fondo, ni que la voluntad no sea victimizadora, se están poniendo por encima y la está infantilizando.

Pero los cambios más drásticos en el trato hacía Nagore no vienen tanto del entorno como de ella misma. En el proceso de asumir la enfermedad se muestra, en un inicio, escéptica y negacionista. Lucha y pelea contra la enfermedad y consigo misma. Hasta que el cuerpo deviene freno y también conciencia. Es el momento en que decide rendirse, pese a que posiblemente lo que en realidad esté haciendo es renovarse. Por una vez, saca del foco todo lo que la rodea (militancia, tíos, familia) y se mira a sí misma. Conecta con ella, y se permite una vulnerabilidad que le ha sido muy castrada y que ella misma ha estado permanentemente censurando (“Para qué sentir miedo, si te puedes cabrear”). Y es que, como ella bien vislumbra, todas las contradicciones que se le activan “son el precio de ser sinceras con la fragilidad de cada una”.

Jenisjoplin es una delicia de libro. Con un estilo absolutamente adictivo, Uxue Alberdi escribe desde la crudeza y la vulnerabilidad, pero también desde la ternura y la belleza. La autora golpea y, como el bicho, se te queda dentro.

Jenisjoplin, de Uxue Alberdi, Consonni, 2020 (traducido del euskera al castellano por Irati Majuelo).

Georgina Monge López, @apuntdellibre