by durito | Nov 7, 2020 | Cultural |
Olivier Herrera Marín/
Hijo, amarás el mar y la tierra sobre todas las cosas/
Defenderás el paisaje natural y la naturaleza salvaje/
Respetarás la vida de los árboles y de los animales./
Madrugada del 4 de noviembre de 2020/
Pese a la tormenta perfecta, que se está forjando en USA contra el clima y la salud de nuestro azul y único planeta, la diversidad de todas sus especies y seres vivos, y la supervivencia de la humanidad. No bajaremos los brazos ni tiraremos la toalla dándonos por vencidos, dice el dicho cierto, mientras hay vida hay esperanza. Y si la mala bestia de Trump es hoy el enemigo nº 1 y el mayor peligro de USA y de la Madre Tierra, Trump, no es Dios ni el ombligo ni fin del mundo por más que él lo diga.
Lo de Trump, y sus seguidores de la USA más inculta y profunda, es realmente una cuestión clínica y socialmente aterradora por la extensión y poder de los zombis y demás caníbales devoradores de los suyos, los semejantes y los diferentes, que siguen sordos y ciegos las órdenes del nuevo Atila. La peor pesadilla para todos los demócratas, humanistas y ecologistas de los EEUU, de la EU, y de todo el mundo hoy habitado y aún habitable
El dilema que se nos presenta no es nada fácil, para quienes sabemos que el resultado de las elecciones tal y como están apuntando nos sitúa en una encrucijada diabólica entre lo más malo que nos podía ocurrir, y lo peor, que podría aún venir, sí un presidente endiosado que no piensa aceptar ningún resultado adverso a sus intereses, se dispone a emular a Nerón antes de abandonar la Casa Blanca.
Trump, intenta arrastrarnos a la caída al abismo sin fondo, camino del infierno, o al caos generalizado, de la primera potencia económica y política, técnico científica y militar, que se halla dividida en dos bloques enfrentados, casi iguales e irreconciliables, armados hasta los dientes. Y que Trump se prepara a sacar a las calles y plazas del imperio, que son suyas, para imponer su fuerza de Jefe de los cuatreros y pistoleros made in USA con un revólver y Winchester en cada mano, si él termina perdiendo las elecciones por puntos, con los 100.000.000 de votos, por correo, que parecen favorables a Biden.
Trump, nos enfrentaría en un escenario prebélico con una violencia generalizada, y antes nunca vista, a otra guerra civil en USA (ignoramos cual podría su intensidad y consecuencias) haciendo retroceder él, 160 años, las manecillas del reloj de la historia, a los tiempos de la Guerra de Secesión.
Elecciones USA Madrugada del 5 de noviembre de 2020
Biden va ganando por puntos y parece ser que tiene todas las papeletas necesarias del voto por correo para ganar las elecciones. El problema será la reacción intempestiva y furibunda de ese maldito energúmeno, falócrata y misógino, dicho sea con suavidad, por no mentar a quién no procede ni escribir todo lo que yo siento ante la visión vomitiva de esa repugnante bestia, sucia e infrahumana que se ve muy alto, rubio y guapo, se ve el DIOS de USA cuando es tan solo…
La situación en USA ha dado un vuelco, Biden ha tomado la delantera en las urnas, pero aún nos queda camino por hacer y está plagado de trampas mortales. Trump, pésimo perdedor, va a jugar sus cartas a vida o muerte, que sabe lo que le espera cuando salga del despacho oval y abandone la inexpugnable fortaleza de la Casa Blanca. Trump, alias, el sucio, no se parará ante nada ni ante nadie, y mentira compulsivamente sin ninguna vergüenza ni decoro pensando en sí mismo y sin el mínimo pensamiento de Gratitud y de AMOR por USA ni por la vida y la suerte de todos los millones de ciudadanos que le han apoyado y votado siguiéndole como ovejitas en su carrera suicida hacia las ciénagas de Florida, hoy, plagadas de las grandes serpientes pitón de Birmania que están acabando con los caimanes autóctonos.
Trump, sabe que está perdido y lo perderá todo, aunque escape por los desagües de la Casa Blanca para intentar escapar sus podridos huesos de la cárcel; por ladrón de guante blanco o estafador, perjuro y mafioso, y asociación criminal para delinquir y evadir impuestos, pero haga lo que haga, ni el Tribunal Supremo le va a poder salvar, y ya siente que él va a terminar como termino Al Capone
Elecciones USA Madrugada del 7 de noviembre de 2020
El resultado está ya clarísimo, Pierde Trump y GANA el PLANETA, sin que le podamos dar por ello, ningún cheque en blanco a Biden, Él, no deja de ser la otra cara de la misma moneda, el dólar, que siendo, eso sí, mucho más lucida, culta y amable, y mil veces preferible, no deja de ser la faz de un fidedigno defensor y máximo portavoz del Imperio USA, y de su intocable sistema político-jurídico-económico-militar; supremacista, clasista, colonialista, depredador de todas las especies vivas e hijos dilectos de la Madre Tierra. Pero al menos Biden, sabe que no puede seguir la suicida carrera extractiva auto destructiva de la Tierra, y tiene que tomarse muy en serio el cambio climático y sus terribles consecuencias para la salud del Planeta y la pervivencia de la humanidad. Sabe que tendrá que volver al Acuerdo de París Sobre el Clima y escuchar y respetar ¡Sí o Sí¡ A la comunidad científica y a las organizaciones cívicas y partidos conservacionistas y ecologistas.
Igualmente causa estupefacción y sonrojo el interminable recuento y la tensa espera para poder oficialmente el resultado de las elecciones presidenciales en la primera potencia mundial que nada bueno dice de su falta de medios técnicos y de recursos humanos para anunciar lo que cualquier país y sistema político del mundo está en condiciones de anunciar a las pocas horas del cierre de las urnas y los colegios electorales.
Pero hay que ser positivos y del mal, al votar, saber distinguir y elegir siempre el menor. Para sobrevivir y seguir viendo un rayo de luz al final del túnel. Trump, acabado y amortizado para su partido, es un zombi, y tendremos paciencia y guardaremos la calma, toda la necesaria y más, ante las salidas pueriles e intempestivas de un pésimo perdedor, la demencia incendiaria de un Trump desnortado e imprevisible, que se aferra a su silla del Despacho Oval, se enroca y revuelve en el uso y abuso del poder. Un Trump, que anda con una mueca desconocida de triunfalista cariacontecido, abatido y cabizbajo con la mirada ida y la boca desencajada por la rabia. A Trump, solo le quedará twitter, al abandonarle los republicanos con cierto pudor que no están tan ciegos y sordos, ven como el gurú pierde los papeles y la razón, y solo busca morir matando, arrastrando consigo a cuantos le sigan en su propio descenso al infierno de Dante.
Olivier Herrera Marín
Presidente de POETAP (Poetas de la Tierra y Amigos de la Poesía)
by durito | Nov 6, 2020 | Cultural |
Por Daniel Bernabé /
En las elecciones norteamericanas ha sucedido lo previsible, no lo que nos contaron que iba a suceder./
BBC y The Guardian otorgaban ocho puntos de diferencia al candidato demócrata Joe Biden, situando al actual presidente Trump con un 43 o 44 por ciento de los votos y al aspirante Biden con un 51 o 52 por ciento de los sufragios, basándose en un rastreo de múltiples encuestas de medios estadounidenses. La realidad es que tras las doce primeras horas de conteo los dos candidatos están igualados, lo cual, nos guste o no, es ya una victoria moral para un Trump a quien todos daban como un perdedor seguro. Aunque unas elecciones se basan, o se deberían basar, en un resultado firme que tenga en cuenta hasta el último voto emitido, Trump ha aprovechado esta sorpresa para proclamarse ganador de las elecciones y denunciar fraude electoral.
Primeros datos que nos llevan a una serie de reflexiones incómodas, esas que los expertos rodeados de gráficas parecen no querer tener en cuenta. Si tras doce horas aún no somos capaces de proclamar un ganador claro parece obvio afirmar que el sistema de conteo de votos en Estados Unidos es como poco mejorable. Aunque estos comicios tenían el plus del coronavirus, lo que ha provocado un gran aumento del voto por correo o depositado anticipadamente, no parece de recibo que el que se sitúa como uno de los países más desarrollados del mundo sea incapaz de ofrecer un resultado cristalino tras medio día de recuento. Aunque el sistema electoral estadounidense es federal, cada Estado tiene sus especificidades, se repite este hecho inusual elección tras elección, a diferencia de países comparables que ofrecen sus resultados unas pocas horas después de terminados los comicios. Un sector público depauperado, salvo en lo militar, es incapaz de ofrecer un sistema electoral rápido y fiable. Que se lo pregunten a Al Gore.
Pero las encuestas, los analistas y los estudios que anticipaban una cómoda victoria para Biden, ¿por qué han vuelto a fallar como ya sucedió en 2016? Por la sencilla razón de que la mayoría de medios de comunicación, que son quien encargan los sondeos, retuercen tanto el análisis político que son incapaces de ofrecer luego una foto clara de algo tan concreto como un resultado electoral. Lo cierto es que se produce un fenómeno de espiral, tanto en la información como en el análisis, que arrastra al silencio o la intrascendencia a quien se atreve a dar una visión diferente de lo que sucede. Biden parece haber obtenido un mejor resultado que Hillary Clinton en 2016, pero ni de lejos lo suficientemente bueno para haber ganado las elecciones como se anticipaba.
Esto no debería ser ninguna sorpresa cuando representa exactamente lo mismo que Clinton: el establishment demócrata. La gente puede votar contra Trump, pero pocos lo hacen por un candidato que lleva toda su vida en política, habiendo sido vicepresidente con Obama, posicionándose al lado del orden económico establecido sin fisuras. ¿Cómo reconocer lo obvio cuando la mayoría de grandes medios se pueden situar en el mismo epígrafe sistémico? Cuando Biden competía en las primarias de su partido, el aparato mediático afín a los demócratas machacó a su rival Bernie Sanders, un socialdemócrata calificado de comunista, una táctica más propia del trumpismo que de los liberals. ¿Ya no nos acordamos de las revelaciones del New York Times que en el momento justo torció la historia para vincular a Sanders con la URSS, simplemente por haber establecido relaciones de amistad en su época de alcalde con alguna ciudad soviética? Si te empleas de esta forma para defender al candidato de las élites demócratas luego no puedes explicar este resultado, hablando de sorpresa, por no expresar tu propia incapacidad ideológica.
Biden, probablemente, sea el ganador de estas elecciones por un resultado mínimo que no hubiera sido tal, de nuevo probablemente, sin la pandemia mediante. La propuesta demócrata, hundida desde que Clinton se impuso a Sanders en unas cuestionables primarias, arrastrada de nuevo con la elección de Biden, no ilusiona ni convence, pero muchos norteamericanos han percibido un hecho cierto: Trump es un peligro para la democracia y la convivencia, aún más que el peligro que supone para esa democracia el aparato demócrata, que tan sólo quiere llevarla a donde ha estado siempre, al lado de un capitalismo agresor y rapaz, con ellos mismos y con los demás países del planeta. La pregunta incómoda es la siguiente: ¿por qué entonces millones de norteamericanos han vuelto a confiar en Trump, tras cuatro años muy cuestionables, tras una gestión sanitaria de la covid desastrosa, tras situar el país al borde de la ruptura?
Incluso contando el incidente de Irán, la presidencia Trump ha sido la menos belicosa con respecto a países extranjeros. Trump ha salvado muchos puestos de trabajo, a un coste gigantesco, de un millón de dólares por empleo, al iniciar su guerra comercial con China, teniendo los mejores datos de empleo, aún a costa de la precariedad, de las últimas décadas. Además Trump sigue teniendo el apoyo de determinadas élites que se vieron enormemente perjudicadas por la globalización, las productoras, frente a las tecnológicas y financieras. No se equivoquen, en mi opinión, Trump, por lo que les expondré a continuación, es un peligro civilizatorio, lo cual no implica que tras la gigantesca incertidumbre de esta pasada década, haya millones de personas, en un espacio enormemente transversal, a las que les da completamente igual ese peligro. «Quiero seguridad vital y me da igual el resto», es su máxima, una injusta y peligrosa, pero desde luego nada sorpresiva ni descabellada. La época de estable caos neoliberal, donde lo único que importaba era elegir el banco que nos diera el mejor crédito, se ha terminado para siempre. Ahora queremos saber qué va a ser de nuestra vida, ansiamos la certeza por encima de la democracia. Y eso parece que tampoco conviene señalarlo.
El proyecto de Trump tampoco es sorpresivo ni nuevo. Entronca con una rama capitalista que asume que la democracia no es que sea una molestia necesaria, sino un hecho que se puede retorcer, incluso eliminar, en demérito de un autoritarismo basado en el espectáculo, la comunicación sesgada, la creación de enemigos internos artificiales, la polarización permanente e incluso conducida a un tipo de electoralismo censitario, escasamente representativo y con su resultado pautado de antemano. Lo mismo que el proyecto neoliberal, vaya, pero en vez de mediante seducción, marketing e ideología aspiracional, con miedo al vecino. Trump, y esto es especialmente incómodo de escribir, no ha surgido de la nada, sino del propio proyecto neoliberal, uno que socavó la economía productiva y, por tanto, rompió la base material para el sistema político derivado del capitalismo, la democracia liberal. Si no somos potencialmente iguales en lo vital, al menos en esa oportunidad teórica que proclamaban los fordistas, difícilmente podremos ser iguales en nuestra acción ciudadana. Hemos pasado del ascensor social a la trinchera social y lo hemos hecho desde que Thatcher y Reagan aparecieron en escena. Justo en esta época, los ochenta, fue cuando Trump amasó su fortuna especulando con el suelo en la Nueva York quebrada por la trampa de la deuda.
Aunque Trump pierda estas elecciones no será sencillo coser a la sociedad estadounidense. En ese sentido, Trump ha conseguido uno de sus objetivos o, mejor dicho, todo el entramado de intereses que le auparon, que le hicieron pasar de ser un millonario showman a una figura de esperanza política. Como lo leen, esperanza, justo esa que predicó Obama y que dejó no a medio camino, sino sepultada en un proyecto que distaba mucho entre su realidad y los principios que decían impulsarlo. El individualismo extremo, el racismo y el odio al adversario ideológico, ya enemigo, existía en diferentes grados en la sociedad norteamericana antes de la llegada de Trump. Ahora es una moneda de cambio habitual en muchos de sus habitantes que, dicho sea de paso, no se perciben como peligrosos ultraderechistas, sino simplemente como buenos americanos que no quieren que las élites, siempre en abstracto, les quiten lo que es suyo. Y para ello votan, precisamente, a un multimillonario. Si te has cargado, con un martillo neumático moral, la percepción política de clase durante décadas, no te lleves las manos a la cabeza cuando el miedo se exprese a través de estas bárbaras contradicciones.
Fuente: https://actualidad.rt.com/opinion/daniel-bernabe/372249-cosas-quiere-leer-elecciones-norteamericanas
by durito | Oct 30, 2020 | Cultural |
Por Luis Carlos Muñoz Sarmiento/
El día que una mujer pueda no amar desde su debilidad sino desde su fortaleza, no escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no un peligro mortal./
SIMONE DE BEAUVOIR/
Sin duda, uno de los placeres de la vida, para quien escribe, es ver reconocer, no reivindicar porque ya va de suyo, el papel de la mujer en la Historia humana, así sea a partir de un filme, un filme/poema, como lo hace Theo Angelopoulos a través de La eternidad y un día (1998) con los personajes de la madre del poeta y de Anna, esposa del vate griego Alexándros, también, sin duda, especie de alter ego del propio cineasta. Con él, se consentirá, ha hecho fuera de un filme/poema, una obra clásica: entendiendo aquel, como la síntesis de la creación mediante la dupla palabra/imagen; entendiendo la obra clásica, como la que siempre que se vuelve a ella resulta nueva, infinita en significaciones, perpetuamente contemporánea.
Las historias que narra, fuera de no ser muchas, quizás tampoco pretendan ser lo último en guarachas, ni (más faltaba) una exaltación de la pedofilia o la explotación sexual y/o laboral infantil, mucho menos una forma indirecta de intentar hallas virtudes en la lucha de clases capitalista o en el Sistema Mundo que nos imponen a punta de mediocridad mediática, vía Fake News/Posverdad, o de corrupción judicial, vía Lawfare, como las que hoy padece la humanidad a lo largo y ancho del planeta. O del fascismo que campea por doquier, manifiesto en Colombia, para no hablar solo de la Grecia de Metaxás, en la que creció Angelopoulos, a través del ninguneo, la explotación laboral, la discriminación que no discrimina, la salud que mata sin llegar al hospital, las más de 90 masacres de 2016 a 2020. Todo ello, muy evidente en La eternidad y un día, merced a la historia del poeta Alexándros, quien se encuentra en los últimos días de su existencia y a quien se le van cerrando los canales de conexión con la vida y cuyos estertores finales lo acercan cada vez más a la ciénaga del miedo, como se lo confiesan entre sí él y el niño albanés inmigrante, antes de la partida de este último en barco.
Una de las primeras cosas que, a nivel formal, puede destacarse es el uso de algunos elementos: grúa, travelling y paneo, como movimientos de cámara; la música incidental de Eleni Karaindrou; la fotografía de Yorgos Arvanitis y de Andreas Sinanos; el guion de Theo Angelopoulos, Tonino Guerra, Petros Márkaris y Giorgio Silvanis; y, desde luego, el montaje de Yiannis Tsitsopoulos, que tanto tiene que ver con una de las virtudes principales de este filme ganador de la Palma de Oro en Cannes, 1998: se habla del empleo del plano/secuencia, es decir, la toma sin cortes que, de contera, captura/detiene el tiempo y lo homologa a la realidad esculpida en el mismo tiempo y que rebasa a la propia realidad objetiva en tanto cantera de personajes, hechos y/o situaciones recobradas para la posteridad. Claro, todo ello, junto a las actuaciones de Bruno Ganz, como el poeta Alexándros, de Achilleas Skevis, como el niño albanés, de Isabelle Renauld, como Anna, esposa de Alexándros, de Fabrizio Bentivoglio, como el poeta griego del siglo XIX. Actuaciones que encajan a la perfección en el modelo (no a imitar) de Stanislavski, según el cual el actor no tiene que representar a un personaje sino vivirlo, sentirlo, encarnarlo; o en el modelo según el gran Al Pacino, en conversación con Lawrence Grobell: “Actuar es no actuar”; todas ellas, contenidas, precisas, nunca sobreactuadas o inverosímiles y, por contraste, centradas en el realismo social y al tiempo poético, buscado por Angelopoulos. Téngase en cuenta que, hasta los 16 años, él se consideró siempre poeta; solo a partir de los 25 años reconoció haberse sumado a la lista de los trabajadores de la imagen y, a partir de los 28, de la dirección cinematográfica.
En efecto, en 1963 intenta realizar el policiaco Negro y blanco, que abandona por falta de fondos y su segundo trabajo, también inconcluso, lo inició a sus 30 años: el titulado Forminx Story, sobre el homónimo grupo griego de rock como parte de la promoción de su gira por EEUU. La gira fue cancelada y el dinero nunca llegó. Su primer filme acabado, Broadcast, es un corto de 23 minutos que obtuvo el premio de la crítica en el Festival de Salónica, 1968. Reconstrucción es su primer largo, premiado en Salónica y Hyères, que recrea el asesinato de un marido por la esposa y su amante. Viene luego, Días de 36, filme político previo a la dictadura de Metaxás, que da origen al fascismo griego, rodado durante la dictadura de los coroneles, que tan bien narra otro filme greco-francés, Z, Él vive, de Costa-Gavras. Y ahí La eternidad y un día se topa en el tiempo con Cristo se detuvo en Éboli, de F. Rosi. Días de 36 es parte de una trilogía conformada, además, por El viaje de los comediantes (1975) y Los cazadores (1977). Filma después nueve largos más: Alejandro Magno (1980), Atenas (1983), Viaje a Cytera (1984), El apicultor (1986), Paisaje en la niebla (1988), El paso suspendido de la cigüeña (1991), La mirada de Ulises (1995), Eleni (2004) y El polvo del tiempo (2008). Cuatro de los cineastas que han ayudado a formarlo: Murnau, Dreyer, Welles, Mizoguchi. Th. A. muere el 24/ene/2012 atropellado por una moto policial mientras rodaba El otro mar.
“El abuelo dice que el tiempo es un niño que juega a las canicas”, evoca un niño al arranque de La eternidad y un día cuando invita al mar a Alexándros. Lo cual recuerda al escritor Gérard Vincent en Akenatón – La historia de la humanidad contada por un gato: “El tiempo es la orilla. Nosotros pasamos y él da la impresión de correr”. Angelopoulos, en otras palabras, habla del tiempo como un juguete del cine, como lo era también para Fassbinder, el alemán que en solo 13 años realizó 47 filmes. Tras un plano-secuencia del niño que va al mar con dos amigos se pasa al presente con él mismo, adulto, conversando con Uranía, su colaboradora, que le deja un café en su despacho, le alista la maleta y a quien le confiesa que es el último día, que todo tiene un fin: “Gracias por estos tres años. No sé qué hubiera hecho sin ti”. Toma el café, se voltea hacia la ventana, prende el equipo, suena la música y dice: “En el último tiempo mi único contacto con el resto del mundo, es el desconocido de enfrente que siempre me responde con la misma música”. Se dirige, voz en off, hacia el muelle, va en busca del desconocido, o de la desconocida, y dice: “Mi único temor, Anna, el único quizás, es no haber acabado casi nada”. El hombre inconcluso, frustrado, finito. “Casi todo es un bosquejo. Palabras dichas aquí y allá”. Un llamado a la acción y a dejar atrás la verborrea.
Encuentro con el niño albanés. Una historia de amistad, afecto y, ante todo, solidaridad. Primera situación de choque. Hace subir el niño al carro. Pasan unos hombres persiguiendo y capturando a otros niños, se supone, inmigrantes ilegales: los chivos expiatorios del siglo XXI ideales para obtener mano de obra barata, para el tráfico de órganos, para la explotación sexual, es decir, la pedofilia. Huye con el niño, lo lleva a algún lado, le pregunta si habla griego: él no responde, sonríe y eso es suficiente. Alexándros visita a su hija, quien vive con su esposo y lo primero que le pregunta al padre es: “¿Qué haces por acá un domingo?” Y le reclama porque no contesta al teléfono. Él debe irse un tiempo; no tiene dónde dejar el perro. Le entrega un paquete de cartas viejas de Anna. Nikos, ahora sabe, no quiere animales en casa. Deja la sala del apartamento de su hija, se asoma al balcón y ya está, con el pasado en presente y en su propia casa, sin solución de continuidad en el plano, con Anna. Conversan. Visita de la familia. Evocación de la Dictadura en Grecia. Carta de Anna: “Soy solo una mujer enamorada”. Un simple Big Close Up del rostro de Alexándros lo ubica, de nuevo, en el apto. con su hija. Han vendido la casa de la playa: proceso de gentrificación. Cambio de uso del suelo. Verticalización de las urbes. El perro se resiste: está cómodo en la nueva casa.
Plano-secuencia: Alexándros va a la farmacia. Al bajar del carro, ve en diagonal al niño albanés, de nuevo, en una esquina. Ruido de la urbe y música del filme se funden. Toma unas pastillas para su mal. Vuelve hacia la calle, mira y dos adultos se cargan al niño albanés y a su amigo en una camioneta. Raudo, Alexándros monta en su VW y arranca detrás de ellos. Finalmente, todos llegan a un edificio en ruinas fuera de la ciudad. Bus de turistas mayores: aparece la explotación laboral y/o sexual, la pedofilia, lío mayor en la avejentada Europa de hoy. Alexándros entra al edificio con el resto de adultos y luego de que un niño rompa el vidrio, él recupera al niño albanés, no sin antes pagar su cuota a los cafishios o proxenetas. Parten juntos. Paran a la vera del camino. En un camión-lunch, que lleva por nombre Valentina, Alexándros compra un vaso de agua y un sándwich para el niño albanés. Pero, éste ha huido. Aquél lo busca y le da el alimento. Regresan a la ciudad. Van a un pequeño restaurante. El niño albanés posa frente a un espejo. Entre este y él pasan unos militares. El niño desaparece. Alexándros lo busca en la esquina, le pregunta si sabe lo que es un poeta, mientras el niño canta “¡Cumbrecita mía!”. Salen de la ciudad, en busca de la frontera.
En otro plano-secuencia, el niño albanés le refiere la lucha de su padre frente al invasor. Los grupos armados salieron a la calle y dispararon toda la noche, le refiere a Alexándros. Entraron en las casas, donde los bebés lloraban. La gente huyó del pueblo. Como hoy huyen campesinos, negros e indios en Fosa Común, ex Colombia. Cuenta que el paso está más arriba, por donde salió Sélim, su otro amigo albanés. Los adultos dejaron bolsas en los árboles como señales: quienes no lo supieran se perdían/congelaban. Bolsa tras bolsa, se llega a una explanada sin árboles. Sélim empezó a gritar, porque él, el niño albanés, no sabía nada y quiso cruzar. Dijo: “Hay bombas ocultas”. La cámara los deja a ambos, hace un paneo a la izquierda y aparece la malla llena de cadáveres colgando. Pero, el niño le ha mentido a Alexándros: no tiene ningún pariente. Ante la salida de un militar del puesto fronterizo, suben al carro y parten; el milico les grita. Regresa, se cierran las puertas. Fin del plano-secuencia.
Otro va: toma de un puente sobre el río. Zoom-Out y entran a cuadro Alexándros y el niño en el carro. De nuevo, un camión-lunch, música de fondo, el albanés compra el sándwich. “Sé lo que es un poeta”, suelta sin prólogo. Alexándros recuerda a un poeta griego, siglos XVIII y XIX, clave, que creció/estudió en Italia: derecho, como Angelopoulos en Grecia. Pero, que, al saber del conflicto entre griegos y otomanos, despierta en él a la isla amada, al país perdido. Un compra-palabras, que anotaba las que oía y pagaba por las que desconocía: Abismo. Perfumada. Rocío. Fuente. Ruiseñores. Cielo. Ola. Lago. Desconocido. Embalsamar. “Hombre de sombra ágil”, le dice una musa. Así escribió Dionisios Solomós (1798-1857), El himno a la libertad y otros poemas: muy conocido por su Himno a Eleftherían, de cuyas dos primeras estrofas derivó el himno nacional griego (1865). Y uno muy largo, inacabado, Los asediados libres, dice al niño albanés. Se funden pasado y presente. Aunque, bueno, antes fue al revés: presente y pasado, previo un paneo de izquierda a derecha. Lo que recuerda que ayer no es pasado sino presente. No solo desde la óptica de Angelopoulos. Y cuando recuerda a Solomós, diciendo que todas las noches soñaba que su madre, vestida de novia, lo llamaba, la cámara los deja, hace un paneo hacia la derecha y ya está ahí Solomós, en presente. Voz en off, habla en italiano, señala que no puede quedarse en Italia y debe regresar a Grecia. “¿Qué puede hacer un poeta?” Cantar a la revolución. Llorar a los muertos. Invocar la libertad perdida. Levanta su mirada y, sin más, encara la acción.
Viene luego la boda griega. El hijo de Uranía se casa. El niño albanés le consigue palabras a Alexándros en el muelle: Exiliado – Extranjero – ¡Son las mil! (= se hizo tarde). Encuentro con la madre en el yate. Anna le cuenta que intenta atraerlo entre libro y libro, que vive con ella y su hija, pero no con nosotras. El amigo/niño albanés Sélim ha muerto, atropellado. El niño albanés y Alexándros lo visitan en la morgue, cuyo acceso está prohibido a particulares. En un rito comunitario, presas del miedo ante el no-futuro, los niños inmigrantes se despiden de Sélim, no sin antes manifestar sus razones: “Hubo montes, barrancos, policía, pero nunca miramos hacia atrás”. Ahora lo único que ven al frente es el mar infinito de la incertidumbre. Cuando el barco de la familia se viene a pique, como en A la izquierda del padre, del brasileño Luíz Fernando Carvalho, Alexándros pregunta: “¿Por qué, madre? ¿Por qué nada salió como esperábamos, madre? ¿Por qué? ¿Por qué tenemos que pudrirnos en silencio entre el dolor y el deseo?”, le inquiere. Y llora. Como un niño abandonado por su madre. Que es lo a continuación ocurre. Y es que ella va a morir. “¿Por qué he vivido en el exilio?” Una reflexión casi de Angelopoulos, es decir, autobiográfica. “¿Por qué me sentía como en casa, solo cuando se me concedía la gracia de hablar mi idioma? Mi idioma. Cuando reencontraba palabras perdidas o extraía del silencio palabras olvidadas. ¿Por qué solo entonces oía el eco de mis pasos?” Porque así el hombre cree el lenguaje, solo por él es hombre. Besa a su madre y apaga la luz. Para que descanse en paz. Para que él pueda ir tranquilo. “Dímelo, madre: ¿por qué alguien no puede aprender a amar?” Y sale. El espectador completa la historia.
El niño albanés intenta despedirse: la cámara sigue a Alexándros. “¡Quédate conmigo!”, le implora: “Solo tengo esta noche”. “Tengo miedo”, dice el niño. “Yo, también”, exhala aquél. Abrazo inusual en tiempos de virus. “¡Quédate…!” Suben a un bus. Pasan tres hombres/tres veces en bicicleta, de amarillo, en noche de lluvia. Un trío: violinista/chelista y flautista. Solomós, reaparece: “La última estrella húmeda del alba / anunciaba un sol radiante. / Ni las nubes ni la niebla / se atrevían a pasar por el cielo. / Desde allí el aliento de la brisa / era tan dulce en la cara / que parecía murmurar a los pétalos del corazón. / La vida es dulce y la vida es dulce”. Alexándros: “Dime, ¿cuánto dura el mañana?” Luego se sabrá. “Debo irme”, dice el niño y la cámara enfoca el trago amargo del adiós que atraviesa su garganta. Alexándros regresa a la urbe. Para en un semáforo. Vuelve a casa. Carta de Anna. Él se asoma y ya está frente al mar del pasado: ahí, en el presente. Se resiste al inicio, pero no puede evitar bailar con ella, al decirle: “Hoy es mi día”. Alexándros quiere proyectarse al mañana y sabe que el vecino desconocido, siempre le pondrá la misma música: como quien le recuerda todo lo extraviado por el camino de la vida. Lo que no se hizo, se obvió, desoímos frente al Otro u Otra. Decía Henry Miller: “Todo aquello a lo que cerramos los ojos, todo aquello a lo que huimos, todo lo que negamos, denigramos o despreciamos, sirve para derrotarnos al final”. Anna ahora sabe que “siempre habrá alguien para venderme palabras”. Así ya no le sirvan. “¿Qué es el mañana, Anna? Un día te pregunté: ¿cuánto dura el mañana? Y me respondiste: ‘La eternidad y un día’. ¡Anna! ¡Anna! Mi paso a la otra orilla esta noche, con palabras que he recuperado de ti. Estás aquí. Todo es verdad y espera, por la verdad. Forastero. Yo. ¡Son las mil! ¡Cumbrecita mía!” El sonido de las olas aumenta. “Alexándros”, llama la madre como quien, en la peor de las impotencias, intenta recuperar a su niño: que no vendrá.
En apariencia, todo en el filme está por fuera, pero se trata de un viaje introspectivo e iniciático: aquel que se sabe dónde empieza, pero no dónde termina, como en los viejos poemas/crónicas homéricos, La Ilíada y La odisea, para reconocerse uno mismo a través del otro, al otro a través de sí mismo, en especial, a través de Anna. Angelopoulos ha hecho un filme/poema, al estilo del film/roman o filme/novela de Edgar Reitz, saga en 32 episodios que narra la vida de Alemania entre 1919 (Tratado de Weimar) y 2000, en 53 horas y 25’, la historia de una familia de Hunsrück, Renania. El filme/poema deriva su valor del trato dado tanto a imágenes como a palabras escogidas para narrar el encuentro de un niño y un adulto mediado por la poesía, la conversación, aquella voz creadora de mundos y puentes comunes, por la empatía entre quienes representan comienzo y fin de vida: paralelo al ritmo de muerte corre el ritmo de vida. Para narrar el encuentro/desencuentro de un hombre y una mujer: ella, solo una persona enamorada, y él, un hombre ensimismado/absorto en su trabajo escritural que, solo con la muerte de aquella, reconoce su descuido y trata de recomponer las cosas: pero, ya es tarde. Para narrar, en fin, la historia de un país, Grecia, desde la tragedia (Esquilo, Sófocles, Eurípides), épica clásica, íconos y ceremonial bizantinos, historia de los Balcanes (igual que Emir Kusturica), cultura pop griega, teatro de marionetas/variedades, arte popular.
Para terminar, se trata de un filme narrado bajo la impronta de la lentitud. La que, para uno de los pioneros del romanticismo alemán, Schiller, significa: “Hay que detenerse en las cosas con amor”. Lo que va de acuerdo con la doble ecuación del checo/francés Kundera en La lentitud: “El grado de velocidad es directamente proporcional a la intensidad del olvido; el grado de lentitud es directamente proporcional a la intensidad de la memoria”. Ambos aplican a filmes como Cristo se detuvo en Éboli, La eternidad y un día, Una historia sencilla e incluso a Ser y tener, de Philibert, El caballo de Turín, de Tarr, El irlandés, de Scorsese.
Según lo dicho al inicio, se concluye con García Márquez y su reflexión sobre la mujer para considerar/acoger/respetar: “A cuántos hombres he escuchado decir que desean a una mujer inteligente en sus vidas. // Yo los animaría a que lo pensaran bien. // Las mujeres inteligentes / toman decisiones por sí mismas, tienen deseos propios y ponen límites. // Tú nunca serás el centro de su vida porque esta gira en torno a ella misma. // Una mujer inteligente no va a dejarse manipular ni chantajear, ella no se traga culpas, / asume responsabilidades. // Las mujeres inteligentes / cuestionan, analizan, discuten, / no se conforman, avanzan. // Esas mujeres tuvieron vida antes de ti y saben que la seguirán teniendo una vez que tú te hayas ido. // Ellas están para avisar, no para pedir permiso. // Esas mujeres no buscan en la pareja a un líder a quien seguir, / a un papá que les resuelva la vida, ni un hijo a quien rescatar. // Ellas no quieren seguirte ni marcarle el camino a nadie, / quieren caminar a tu lado. // Ellas saben que la vida libre de violencia es un derecho, / no un lujo ni un privilegio. // Ellas expresan enojo, tristeza, / alegría y miedo por igual, / porque saben que el miedo / no las vuelve débiles de la misma forma en que el enojo no las vuelve ‘masculinas’. // Esas dos emociones y las demás, todas en conjunto, la vuelven humana. ¡Y ya! // Una mujer inteligente es libre porque ha peleado por su libertad. // Pero no es víctima, es sobreviviente. // No trates de encadenarla / porque ella sabrá cómo escapar. // Recuerda que ya lo ha hecho antes. // La mujer inteligente sabe que su valor no radica en la apariencia de su cuerpo / ni en lo que haga con él. // Piénsalo dos veces antes de juzgarla por su edad, estatura, volumen o conducta sexual, / Porque esto es violencia emocional y ella lo sabe. // Así que… antes de abrir la boca para decir que deseas / a una mujer ‘inteligente’ en tu vida, pregúntate si tú realmente estás hecho para encajar / en la suya.” En fin, el amor como fuente de vida y no como un peligro inminente, si no mortal en el curso del tiempo y/o, según pensaba el poeta alemán Rilke, el mismo amor como la unión de dos soledades que se respetan.
FICHA TÉCNICA: Título original: Mia Aioniotita Kai Mia Mera. En español: La eternidad y un día. País: Grecia/Francia/Alemania/Italia. Año: 1998. Formato: 35 mm; color; 134 min. Género: Drama. Dir.: Theo Angelopoulos. Guion: Theo Angelopoulos, Tonino Guerra, Petro Márkaris y Giorgio Silvanis. Fot.: Yorgos Arvanitis/Andreas Sinanos. Mús.: Eleni Karaindrou. Mon.: Yiannis Tsitsopoulos. Int.: Bruno Ganz (Alexándros); Isabelle Renauld (Anna, esposa de A.); Achilleas Skevis (niño albanés); Fabrizio Bentivoglio (Dionisios Solomós, poeta griego de los siglos XVIII y XIX). Prod.: Theo Angelopoulos/Éric Heumann. Premios: Ganadora, fuera de concurso, de la Palma de Oro, Cannes, 1998.
Luis Carlos Muñoz Sarmiento (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín, desde 2012, y columnista de EE, desde el 23/mar/2018. Corresponsal de revista Matérika, Costa Rica. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Invitado por UFES, Vitória, Brasil, al III Congreso Int. Literatura y Revolución – El estatuto (contra)colonial de la Humanidad (29-30/oct/2019). Autor, traductor y coautor, con Luis Eustáquio Soares, en el portal Rebelión. E-mail: lucasmusar@yahoo.com