El pasaje, los pasajes, un viaje a la vida

La Fábrica de Sueños. Reseña de El libro de los pasajes, de Walter Benjamin./

Por Luis Carlos Muñoz Sarmiento /

«Querer separar la religión de la política es una locura tan grande o mayor que la de querer separar la economía de la política». (Miguel de Unamuno, 1947)

Luego de recibir del poeta argentino Carlos Barbarito la Revista Pasaje nº 1, julio de 2020, y de recordarle que era una bella publicación, acompañada por las 13 definiciones del DRAE sobre el término, aun sin que citara el Libro de los pasajes, de Benjamin, recibí la invitación a escribir un breve texto sobre el mismo asunto. Tentación a la que me resistí al inicio, pero a la que pronto renuncié: uno no escoge los temas, sino se le imponen. Así que, de inmediato, pensando en que haré poca referencia al cementerio del lenguaje, como Cortázar le decía al diccionario, me volqué sobre la virtualidad en blanco para abordar sin ambages el desafío.

El pasaje es un viaje a la vida si de por medio hay un libro. El pasaje es un viaje a la muerte si de por medio hay un régimen. El pasaje es un boleto completo a algún lugar si hay libertad. El pasaje es medio pasaje, Middle Passage, si hay esclavitud: idea que avalaría Charles Johnson y su novela así llamada, a la que se retituló en español La trata.(1) Pero, lástima, la cosa va más allá de eufemismos y está más cerca del dolor que del placer. El pasaje no es ningún pasaje si al hombre se le priva de movimiento. Así, mientras exista la cárcel, el pasaje no tendrá sentido. El pasaje solo cobra sentido si va de la mano de la vida, no de la amenaza, la violencia, la muerte. Todo esto no es más que un subtexto/pretexto para hablar de lo que pasa alrededor de uno, cuando hay que decirlo y no puede callarse. Porque nada hay que callar, si no el pasaje deja de tener valor y apenas nos recuerda un precio. El valor que habla del pasaje como paisaje: el que no existe sin el hombre, porque el hombre es el paisaje, no el paisaje en sí, pues mientras aquel no lo nombra sencillamente no existe. A propósito, al norte dela provincia vasca de Guipúzcoa, hay una población que recibe el nombre de Pasajes.

El pasaje, los pasajes, son sucedáneos de movimiento, voluntad, poder. Incluso voluntad de poder, porque con un pasaje en mano ya nadie tiene excusa para detenerse, sino para avanzar. Y aunque aparezca de repente el oxímoron y nos asuste, avanzar implica ir hacia adelante. Pero, el oxímoron, menos mal, en el caso del pasaje, no es otra cosa que una metáfora, lo que hace reaparecer mágicamente la idea de movimiento, de transporte, de cambio de sentido de una idea a otra. Es decir, una puerta abierta a la tolerancia y de otra cerrada al prejuicio, a los prejuicios, los que tanto nos impiden, a la vez, aprehender el eclecticismo: la postura abierta a distintas tendencias. Como en principio piensan los musulmanes, por ejemplo, salvo si EEUU, vía Trump, está del otro lado desvirtuándolos, tratando de llevar a la práctica una perversa/oscura idea: la de dañarles la cabeza a los pueblos, si no puede cambiarles el corazón, con la apócrifa idea de que los musulmanes, todos, son “extremistas islámicos”, como dijo en discurso de posesión, queriendo ignorar de paso la frase de Unamuno en cuanto a que religión como economía, salvo para un loco, claro, son inseparables de la política.(2)

Así que, como se puede inferir, ya, el pasaje no consiste solo en pasar de una parte a otra, mucho menos de un país a otro, si de por medio ya no solo hay fronteras sino coronavirus, rara especie de virus/negocio mediado por esos chulos/zopilotes/proxenetas de la ideología llamados políticos; tampoco, el pasaje es solo la totalidad de los viajeros que van en cualquier vehículo, sea carro, avión, barco o el viajero solitario que anda en bicicleta, salvo, cuando va en tándem; ni siquiera el pasaje es solo el paso público entre dos calles, a veces cubierto, porque hay muchos pasajes de la vida descubiertos y por ellos los seres van desnudos, sin falsos ropajes o travestidos, sino que en sí mismos son la Nuda Veritas que mostró Klimt en ese paradigma del erotismo que es su cuadro Dánae, mujer por cuyas piernas se desliza la metáfora líquida/dorada del semen, la sustancia engendradora: en otras palabras, la que está a favor de la vida, no solo de la reproducción, y en contra de la muerte o de matar, ya no del simple acto de morir. O que muestra Walter Benjamin en el Libro de los pasajes, al hacer una minuciosa reconstrucción, mediante citas y fragmentos o pasajes, de la filosofía materialista a lo largo del siglo XIX, obra por desgracia inacabada: en el fondo, un pretexto erudito para hacer una lúcida reflexión sobre la modernidad, sobre lo que representa la evolución de la Historia que, sin saciar los anhelos de liberación humana, a través de sus propias ruinas proyecta la imagen de lo inconcluso tras las metas fijadas o que se propuso.

El pasaje, los pasajes, son un pasaporte a la verdad. Una ventana de resistencia al oprobio, a la avaricia, a la mentira de quien sea, ya no solo de los políticos. Porque como decía el poeta, no hay que echarles toda la mierda, porque aparte de que la mierda es blanda, ¿en realidad qué nos ha hecho ella?¿Por qué prodigársela siempre al presidente de los EEUU?(3)Aunque, en este caso también podría hacerse eso con el Pato Donald Hitler Trump, ¿cierto? Quien, a propósito, ya no será más The President, sino que ahora, al menos para la revista alemana Der Spiegel, es The Presidend, cuyo sufijo, fin, va en blanco y el resto en rojo, quizás subrayando una idea: la sangre que ha vertido por el orbe. Como la que hoy hace rodar por Fosa Común ese subpresidente hijo putativo del Matarife: el que tanto da de qué hablar.(4)

Aun con esto, sin duda, el/los pasaje/s, son tránsito o mutación, cambio o transformación, hechos con arte, de una voz a otra, de un lado a otro, de un país a otro o, como en este caso, de un ex país, Colombia, llamado ahora Fosa Común, como se dijo, al resto de la aldea global: donde todavía los pasajes tienen su valor intrínseco, son sinónimos de movimiento, transporte, vida; no de inmovilidad, sedentarismo, muerte. Donde todavía el pasaje es un lugar para estar tranquilos ejercitando la capacidad natural de observación, curiosidad, visión, sin tener que estar pensando, al mismo tiempo, en privarse de ello a causa de políticas equívocas, perversas o, francamente, corruptas, como las que hoy enturbian nuestra mirada en estos caminos de la muerte, disfrazados, a punta de tinta, de pátinas, de cristalerías que no se quiebran, aun teniendo al frente al raro elefante de la ignominia, la crueldad, el asesinato, resumidos en la idea del fascismo que campea en la actualidad a sus anchas por el mundo.

En conclusión, se propone el pasaje, como sinónimo de versículo o canto o caligrafía a la manera de El collar perdido de la paloma (1991), filme del tunecino Nacer Khemir (5); aunque también como equivalente a fragmento de libro, que permite viajar sin tropiezos, sin caer una y otra vez, como le ha pasado (no solo) a Carlos B. II, responsable de que yo haya atravesado el pasaje de la calle, la vida, la tolerancia sin prejuicios, igual los pasajes de libros, filmes, sonidos: en suma, el pasaje de la cultura, los pasajes del arte, los que permiten expresar una visión basada en respeto, aceptación de la diferencia, vía expedita para conseguir la igualdad y no su antinomia, como tontamente se cree. No olvidar, por último, que entre sus muchas acepciones, quizás más de 13 si se mira la vida, no el cementerio del lenguaje, pasaje viene de la voz latina passare, “dar pasos”, y del sufijo francés -age (-aje, en español), “acción de”, o la acción de dar pasos, otra metáfora para ir del dicho al acto, en un espacio que lo pide a este a gritos y a aquel lo llama a la calma/al silencio, a ver si se pasa del territorio de la retórica que no trasciende, al pasaje que en forma de libro es un viaje a la vida; que si hay libertad y no represión es un boleto completo; que si hay esclavitud es solo medio pasaje, en el cual no se ve ni la sombra que acompaña al esclavo. En fin, que si el humano está más cerca del placer que del dolor es porque opera en función del movimiento: lo único que garantiza un viaje a la vida, que al frente esté ella y no la damisela de la guadaña.

Notas y bibliografía:

(1)Johnson, Charles. Middle Passage o La trata. Seix Barral, Barcelona, 1991, 197 pp.

(2) https://www.dw.com/es/opini%C3%B3n-trump-y-su-visi%C3%B3n-del-mundo-%C3%A1rabe/a-38929338

(3) https://lyricstranslate.com/es/die-schei%C3%9Fe-la-mierda.html

(4) https://www.youtube.com/watch?v=llphYiiAT0s

(5) https://archive.org/details/102n566

Luis Carlos Muñoz Sarmiento (Bogotá, Colombia, 1957). padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín, desde 2012, y columnista de EE, desde el 23/mar/2018. Corresponsal de revista Matérika, Costa Rica. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Invitado por UFES, Vitória, Brasil, al III Congreso Int. Literatura y Revolución – El estatuto (contra)colonial de la Humanidad (29-30/oct/2019). Autor, traductor y coautor, con Luis Eustáquio Soares, enportal Rebelión. E-mail: lucasmusar@yahoo.com

El suicidio indígena como consecuencia de la colonización

Fuentes: Editorial Virgina Bolten/

El genocidio indígena empezó en el año 1492. A pesar que el término genocidio aparece mucho después de esta fecha, en 1944, después de la Segunda Guerra Mundial, el exterminio de la población indígena con la invasión de los europeos es un hecho histórico incontestable.  Más allá del exterminio en masa, las muertes por enfermedades, fatiga debido al uso de mano de obra indígena esclava y la destrucción de la cultura originaria de estas comunidades, también son considerados genocidio y siguen su curso en el siglo XXI.

Con el 90% de su población desaparecida, imposibilitando la reproducción de su cultura y de su reconstrucción, los pueblos originarios que resisten en los territorios llevan en su recorrido una historia de resistencia que atraviesa siglos y se contrapone al modelo de “civilización” vigente. Son muchos los desafíos contemporáneos que se profundizan aún más con el surgimiento del neoliberalismo.

El modelo neoliberal es el opuesto a la concepción de organización de los pueblos originarios. La destrucción de las formas comunitarias de organización combinadas con la amplia liberalización de la economía y la idea del Estado en favor de las corporaciones en detrimento de los sectores públicos, causan contradicciones que develan una fragilidad en su propia estructura.

El libre comercio y la transformación de todo lo que pueda ser explotado como mercancía, es la causa más importante del proceso de genocidio indígena contemporáneo. Las pocas –o casi nulas– políticas públicas que garanticen la demarcación de las tierras indígenas y consecuente manutención de su existencia, entran en conflicto con la expansión del agronegocio, sobre todo en Latinoamérica.

El ideario desarrollista no logra mirar a las comunidades, sus tradiciones, saberes y filosofía como algo que debe ser preservado siquiera  por una cuestión de reparación histórica. No hay apelo moral ni ético. La máquina desarrollista destruye todo lo que pueda ser un obstáculo a su reproducción.

La colonización mercantil que hace con que la única forma posible de existencia sea la mercantilizada, empuja a los pueblos originarios para un proceso de internalización de la “cultura blanca” que no termina de ser asimilada. Por ello, los casos de suicidios en los pueblos indígenas es un hecho que de preocupación en las comunidades.

El proceso de aculturación impuesto a los pueblos originarios y los conflictos entre terratenientes e indígenas  es el principal motivo del fenómeno de suicidio indígena. En Brasil, fueron registrados 782 casos de suicidios indígenas en los últimos 16 años, según el Consejo Indigenista Misionario (Cimi –en su sigla en portugués). La falta de tierra para trabajar es el factor de más relevancia en este escenario. Los pueblos indígenas tienen una relación simbólica con el territorio. Las tierras ancestrales son la única forma posible de reproducción de la vida, de su cultura y es la única razón por la cual existir. La imposibilidad de acceso a los territorios y trabajo en ellos debido a la contaminación del suelo combinado con el sistemático envenenamiento del agua y consecuente muerte de la fauna, hace con que las comunidades no  tengan razón por la cual vivir. Son imposibilitados de dedicarse a la pesca, caza y agricultura, con lo cual se los obliga a buscar otras formas de sobrevivencia que les quita la posibilidad de mantener su identidad indígena.

En Colombia, según informe de Medicina Legal, fueron registrados 61 casos de suicidio indígena entre enero de 2010 y junio de 2014, la mayoría de ellos niños y jóvenes entre 10 y 24 años. Perú también registra un aumento significativo del número de suicidios indígenas en los últimos años, con un importante incremento del suicidio femenino que se caracteriza por la minusvaloración de rol de la mujer en las comunidades debido a los cambios en las estructuras por la injerencia de la cultura patriarcal occidental.

En todos los casos, el contexto económico, social y político es de extrema violencia. El racismo y la discriminación –tanto institucional como por parte de la sociedad civil– validan el exterminio físico y cultural de estas comunidades. Lo que nos preguntamos desde Virginia Bolten es: ¿Qué podemos hacer para frenar el genocidio a los pueblos originarios?

Referencia: https://www.unicef.org/lac/Suicidio_Adolescente_en_Pueblos_Indigenasl.pdf

Fuente: http://virginiabolten.com.ar/editorial/el-suicidio-indigena-como-consecuencia-de-la-colonizacion/

Trump advierte que si no le gusta el resultado de las elecciones puede negarse a dejar el cargo

Entrevista al filósofo, politólogo y activista Noam Chomsky/

Por Paula Lugones |  | Noam Chomsky/

El politólogo, por décadas la voz más influyente de la izquierda estadounidense, prefigura un futuro de creciente degradación democrática. Y se pronuncia contra la cultura de cancelación, esa forma de rampante censura pública ejercida desde las redes sociales.
Semana tumultuosa para la democracia estadounidense: un debate presidencial vergonzoso, más el test positivo de Covid revelan a un Donald Trump en su hora crítica. Nunca más oportuno escuchar lo que tiene para decir Noam Chomsky.

Lingüista, filósofo, politólogo y activista, es profesor emérito de lingüística en el MIT y una de las figuras más destacadas de la lingüística del siglo XX, gracias a sus trabajos en teoría lingüística y ciencia cognitiva. Hoy está a cargo del departamento de lingüística de la Universidad de Arizona. Es muy conocido por su activismo político que se basa en una fuerte crítica del capitalismo contemporáneo y de la política exterior de EE. UU. Está considerado un pensador socialista libertario o anarcosindicalista.​ El New York Times lo ha señalado como “el más importante de los pensadores contemporáneos”. Fue detenido por oponerse a la guerra de Vietnam, figuró en la lista negra de Nixon, apoyó la publicación de los papeles del Pentágono y denunció la guerra sucia de Reagan.

En una entrevista exclusiva, hecha a comienzos de semana, el legendario politólogo de la izquierda de EE.UU. expone por qué con Trump solo se puede esperar tragedias mayores y una hecatombe climática.

–Uno de sus últimos libros es sobre el mundo que les dejamos a nuestros nietos. Usted dijo que es un mundo en peligro por el cambio climático y la creciente posibilidad de una guerra nuclear. La obra fue publicada a principios del gobierno de Trump. Ahora, cuando está terminando su primer mandato en la Casa Blanca y va por la reelección, ¿cuáles son las principales crisis que enfrenta el mundo? ¿Trump empeoró esas crisis?

–El mejor análisis sucinto de las amenazas a la supervivencia humana lo proporciona cada año el famoso Reloj del Apocalipsis o del Juicio Final del Boletín de Científicos Atómicos de la Universidad de Chicago. Fue puesto en marcha por primera vez en 1947, con el minutero a 7 minutos de medianoche: la terminación. A través de los años ha oscilado. La principal preocupación al principio era la amenaza de guerra nuclear. Más recientemente se ha añadido la amenaza de catástrofe ambiental. Desde que Trump asumió el cargo, al minutero se lo ha acercado más a la medianoche debido al pésimo historial del presidente en estos problemas. En enero pasado los analistas abandonaron los minutos y pasaron a los segundos: 100 segundos para la medianoche. A partir de enero Trump ha continuado su campaña de debilitar las perspectivas de la vida humana. Ha llevado adelante su proyecto de desarticular el régimen de control armamentístico que proporcionaba cierta protección contra el desastre terminal. Se retiró del Tratado de Cielos Abiertos iniciado por Eisenhower y rechazó las peticiones rusas de renovar el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START III), última pieza que quedaba del edificio. También ha estado desarrollando armamento nuevo y más peligroso. Simultáneamente ha llevado adelante su campaña para maximizar el uso de combustibles fósiles, incluidos los más peligrosos, y eliminar el aparato regulador que mitiga algunos de sus peores efectos. Todo esto es sólo desde enero.

–¿Por qué el país más rico y poderoso del mundo no ha podido contener la propagación del coronavirus? ¿Es un fracaso de conducción política o un fracaso estructural? ¿Qué lecciones podemos aprender de la pandemia?

–Cuando Trump asumió en enero de 2017 el país contaba con un programa de control de pandemias. En sus primeros días en el cargo, el presidente lo desmanteló. Empezó a quitarles fondos al Centro para Control de Enfermedades y a otros sectores del gobierno relacionados con la salud y continuó todos los años, incluso en febrero pasado, cuando la pandemia causaba estragos. Había científicos estadounidenses trabajando con colegas chinos para identificar y estudiar coronavirus nuevos. Luego siguieron una serie de acciones de la Casa Blanca que obstaculizaron toda respuesta constructiva. Ahora sabemos que para febrero Trump conocía la severidad de la crisis, pero la minimizó, dispuesto a sacrificar decenas de miles de vidas estadounidenses –en este momento más de tres veces la cantidad de muertos de EE.UU. en Vietnam– para mejorar sus perspectivas electorales. El récord de EE.UU. es, lejos, el peor del mundo. Hay lecciones claras de la pandemia. En 2003, después de contener la epidemia de SARS, los científicos advirtieron que era muy probable que se produjeran nuevas epidemias de coronavirus, probablemente más graves. Los pasos para estar preparados se conocían, pero no se siguieron. Las industrias farmacéuticas están obturadas por la lógica capitalista. Su objetivo es tener ganancias mañana, no gastar recursos en prepararse para una futura catástrofe. El gobierno podría haber intervenido, pero quedó bloqueado por el dogma neoliberal: “el gobierno es el problema, no la solución”, como declaró Reagan en los albores de la era neoliberal. Aun así, hubo cosas que se podían hacer en cuanto a estar preparados, y se hicieron, las hizo Obama. Aunque como mencioné, las primeras medidas de Donald Trump en el cargo fueron desmantelarlas. Hoy los científicos están lanzando las mismas advertencias sobre pandemias futuras. Saben lo que hay que hacer pero surgen los mismos problemas: la lógica capitalista, el dogma neoliberal y, en algunos países, una conducción malintencionada, con Trump liderando la pandilla. A menos que se superen estas barreras a la acción, es muy probable que se presenten tragedias peores.

–Con el paquete masivo aprobado por el Congreso, las directivas de los gobernadores y las autoridades locales, ¿cree usted que el papel del Estado se ha fortalecido inesperadamente, en un país donde siempre prevalece el individualismo?

–El primer paquete de estímulo representó una ayuda, aunque la mayor parte fue para los muy ricos y las grandes empresas. Terminó en julio. A partir de mayo, la Cámara de Representantes, dirigida por los demócratas, propuso proyectos de ley para prolongarlo. El Senado republicano se negó a considerar esas propuestas hasta que fue demasiado tarde para renovar el paquete. Después propusieron una versión muy reducida, de poca utilidad para quienes padecen la maldad de Trump. En este momento, no hay esencialmente nada. La idea de que en EE.UU. prevalece el individualismo es un mito. Lo que prevalece es el poder de las corporaciones, protegido y subsidiado por un estado poderoso.

–Hubo una batalla por el uso o no de las mascarillas, por la apertura de negocios, volver o no a la escuela, etc. ¿La pandemia ha abierto una especie de guerra ideológica o cultural en los Estados Unidos?

–Es parte de una guerra cultural, en gran medida en las líneas partidarias. Los republicanos, alentados por los erráticos pronunciamientos de Trump, han sido los primeros en oponerse a las medidas preventivas.

–Dijo usted también que la democracia está en riesgo ahora. ¿Por qué? ¿Las instituciones estadounidenses no son lo suficientemente sólidas para resistir a un presidente como Trump?

–Estoy lejos de ser el único que lo dice. El prestigioso columnista del New York Times, Thomas Friedman, publicó una columna preguntándose si nuestras elecciones de 2020 serían las últimas. Friedman es sólo uno de un coro de figuras altas en el establishment. Hay una buena razón. El ataque a la democracia ha llegado al punto de que Trump advierta que si no le gusta el resultado de las próximas elecciones puede negarse a dejar el cargo. El Proyecto de Integridad de la Transición, agrupación de muy alto nivel formada por figuras prominentes de ambos partidos y expertos independientes, viene realizando simulaciones del tipo “juegos de guerra” en base a las elecciones de 2020. En todos los escenarios excepto el de una victoria de Trump, la predicción es guerra civil. En 1960, Richard Nixon tenía buenas razones para creer que las elecciones le habían sido robadas a manos de la delincuencia demócrata. No impugnó el resultado; prefirió el bienestar del país a su ambición personal. Lo mismo ocurrió con Al Gore en 2000. Hoy no. Trump es de un nuevo tipo de malignidad, sin precedentes en la historia de la democracia parlamentaria. No podemos estar seguros de a dónde llevará esto.

–Paradójicamente, Trump dice que la democracia y los valores estadounidenses están en peligro ahora porque Joe Biden impondrá, si gana, un programa “socialista radical”. ¿Qué piensa de esa calificación? ¿Cómo define ideológicamente la fórmula Biden-Harris? ¿Por qué?

–El programa de Biden-Harris es centrista de acuerdo con los estándares de las democracias parlamentarias. Lo que Trump llama “socialista radical” se considera una socialdemocracia moderada en otros lugares. En realidad, con Bernie Sanders ocurre lo mismo. Sus principales propuestas políticas, reiteradas una y otra vez, eran atención sanitaria universal y educación superior gratuita. ¿Se le ocurren a usted algunos otros países donde encontrar eso? De hecho, los programas de Sanders no habrían sorprendido a Dwight Eisenhower.

–Bernie Sanders estuvo cerca de ganar la nominación demócrata en 2016 y 2020 pero fracasó las dos veces. ¿Cree que Estados Unidos puede elegir un candidato autodefinido como socialista cuando esa palabra puede ser una especie de tabú en la sociedad del país?

–En EE.UU., a diferencia de casi todos los demás países, la palabra “socialista” está prohibida. Pero es importante reconocer el extraordinario éxito de la campaña de Sanders, que rompió con más de un siglo de historia política estadounidense. Prácticamente no tenía apoyo de la riqueza privada ni del mundo de los negocios y fue despreciado o denostado por los medios de comunicación de todo el espectro. Estuvo muy cerca de ganar la nominación y en muchas encuestas ha sido clasificado como figura política más popular del país. Los movimientos populares que inspiró han tenido gran impacto en la sociedad, abrieron áreas de discusión y a veces de acción política que antes apenas si se encontraban en los márgenes. Entre los jóvenes, el apoyo a Bernie Sanders es particularmente elevado. Estos son éxitos importantes.

–Desde el asesinato de George Floyd en mayo ha habido protestas masivas en Estados Unidos y también en algunos países contra el racismo y la brutalidad policial. ¿Considera a este movimiento un punto de ruptura? ¿Por qué?

–Lo que podemos decir hasta ahora es que es muy nuevo, drásticamente nuevo. Se desarrolló muy rápido y se convirtió en el mayor movimiento social de la historia estadounidense. También tuvo un apoyo popular enorme, mucho mayor que el que logró Martin Luther King en el pico de su popularidad. También hay una solidaridad negro-blanco impresionante. Se están proponiendo programas serios. No se puede predecir a dónde irá esto. No es un fenómeno aislado. Ha habido muchas señales de mayor atención por parte de la gente al historial de 400 años de trato espantoso a los afronorteamericanos, lo cual deja un registro amargo.Y la preocupación por hacer algo al respecto. Está generando una reacción brusca. La supremacía blanca está profundamente arraigada en la cultura y la sociedad.En este momento la estimula una administración racista, pero las raíces son mucho más profundas; un asunto demasiado complejo de abordar aquí.

–Este movimiento también ha cohesionado fuerzas de extrema derecha que repudian las manifestaciones e incluso se han organizado milicias supremacistas para contrarrestar las marchas. Trump también está exigiendo “Ley y Orden” y una irrupción de agentes federales en las calles. ¿Cree que este escenario irá empeorando hasta las elecciones?

–Trump está montando su campaña electoral en torno a eso.A lo largo de sus años en el cargo, el terror supremacista blanco ha aumentado rápidamente según estadísticas oficiales.Son tendencias nefastas, que pueden llegar a hacerse mucho peores.

–En julio usted firmó una carta con otras 152 figuras notables reclamando terminar con la denominada “cultura de la cancelación”. ¿Por qué ese mensaje es importante en estos días?

–La carta en sí era tan tibia que yo no le veía mucho sentido ni esperaba mucha reacción. Básicamente era un llamado a la tolerancia y al respeto por la mirada de los demás. Exhortaba a los sectores de izquierda a no imitar el constante recurso de las instituciones tradicionales a la supresión de concepciones inaceptables para la ideología dominante, a menudo de forma bastante extrema. La enorme reacción demostró que el mensaje es ciertamente importante, un triste comentario sobre la cultura contemporánea.

–A sus 91 años, ¿alguna vez ha visto a la sociedad estadounidense más dividida que en la actualidad?

–Ha habido muchas divisiones antes. La historia laboral de EE.UU. ha sido inusualmente violenta. En la década de 1960 hubo conflictos internos muy amargos por los derechos civiles y la guerra de Vietnam. Lo radicalmente nuevo hoy es la división dentro de las líneas partidarias. Los demócratas no han cambiado mucho, pero en los últimos años los republicanos se han desviado de su espectro. Prominentes comentaristas políticos de vasta aceptación se refieren al actual partido republicano en términos de “insurgencia radical” que ha abandonado la política parlamentaria (Thomas Mann y Norman Ornstein, del conservador Instituto Empresarial Estadounidense). Y el electorado republicano venera a Trump con un fervor que no se observa en las democracias modernas. El resultado es que viven en un mundo diferente en cuanto a cuestiones cruciales.

Con Julian Assange en el balcón de la embajada de Ecuador en Londres, en 2014. Foto: Yui Mok, PA Wire
–Uno de sus últimos libros analiza el réquiem del sueño americano. Usted criticó la concentración de la riqueza, el mayor poder político de los ricos. Después del primer período en la Casa Blanca parece que Trump está empeorando esos problemas. ¿Por qué cree que sigue siendo popular (44,3% de aprobación de su desempeño)? ¿Por qué tanta gente (trabajadores, clase media), todavía vota por Trump?

–El electorado de Trump es abrumadoramente blanco, masculino, religioso (cristiano, incluido el enorme bloque de evangelistas), rural, tradicional, pequeño burgués relativamente acomodado, supremacista blanco, menos educado, profundamente preocupado por el hecho de que los blancos se están convirtiendo en minoría y el mundo del pasado (y sus ilusiones al respecto) están siéndoles arrebatados por los hispanos, los negros, otros a quienes se les ha enseñado a mirar con desprecio y miedo. En cuanto a los trabajadores, es más que los demócratas los han perdido que lo que Trump se los ha ganado. A pesar de las medidas políticas que perjudican siempre a los trabajadores, severamente en los hechos, Trump consigue aparentar que es su defensor contra las odiadas “élites”: los dirigentes empresariales son cuidadosamente excluidos de la imaginería que presenta el mandatario. Y muchos tienen quejas muy legítimas después de 40 años de ataque neoliberal severo.

–Ha definido a Trump como dictador, incluso “el hombre más peligroso de la historia de la humanidad”. Pero viniendo yo de América Latina y de un país como Argentina, donde hemos sufrido dictaduras con decenas de miles de desaparecidos, ¿no es un poco exagerado?

–Trump bien podría aspirar a ser dictador, pero está lejos de eso. La dictadura militar de Argentina fue horrorosa. Hitler fue mucho peor. Hitler, sin embargo, no dedicó sus esfuerzos a destruir la vida humana organizada sobre la tierra. Trump sí. Es evidente ya por su política climática.La frase a la que usted se refiere es una simple declaración de hechos, no una exageración.

–¿Ve en América Latina algún gobierno que tenga características de Trump definidas?

–Justo al lado de ustedes, el país más grande de América Latina está gobernado por un clon de Trump.

Traducción: Román García Azcárate

Fuente: https://www.clarin.com/revista-enie/ideas/noam-chosmky-donald-trump-advierte-gusta-resultado-elecciones-puede-negarse-dejar-cargo-_0_wRUTbn2XL.html

 

4 POEMAS DE LOUISE GLÜCK, PREMIO NOBEL DE LITERATURA 2020

Confesión (escuchar el poema)

Mentiría si digo que no tengo miedo.

Le temo a la enfermedad, a la humillación.

Como todo el mundo tengo mis sueños.

Pero he aprendido a esconderlos,

a cuidarme a mí misma

de la plenitud: cualquier felicidad

atrae a las Furias del Destino.

Son hermanas, salvajes.

No poseen ningún tipo de emoción,

sólo envidia.

(Traducción de Frank Báez)

 

Nieve de Primavera

Mira el cielo nocturno:

en mí poseo dos personas, dos clases de poder.

Estoy aquí contigo, en la ventana,

observando tu reacción. Ayer

la luna se alzó sobre la tierra mojada del jardín.

Hoy la tierra brilla igual que la luna,

como materia muerta, encostrada de luz.

Ahora puedes ya cerrar los ojos.

He escuchado tus llantos, también

los llantos anteriores a los tuyos,

y he sido sensible a sus demandas.

Te mostré lo que querías:

no la convicción sino el sometimiento

a la autoridad, que descansa en la violencia.

 

Lamium

Así se vive cuando tienes un corazón helado.

Como yo: entre sombras, arrastrándose sobre la roca fría,

bajo las copas inmensas de los arces.

El sol apenas me alcanza.

A veces, al comenzar la primavera, lo veo elevarse a lo lejos.

Luego crecen las hojas sobre él, hasta cubrirlo todo.

Siento su brillo entre las hojas, vacilante,

como quien golpea un vaso con una cuchara de metal.

No todos necesitan de la luz

en igual medida. Algunos

creamos nuestra propia luz: una hoja plateada

como un sendero que nadie puede recorrer, un lago de plata

poco profundo bajo la oscuridad de los arces.

Pero esto ya lo sabes.

Tú y aquellos que piensan

que viven por la verdad, y en consecuencia,

aman todo lo que es frío.

(Traducción de Eduardo Chirinos)

 

 

El espejo

Mirándote en el espejo me pregunto

qué será ser tan bello

y por qué no te amas

sino te cortas, afeitándote

como un ciego. Creo que me dejas mirar

para poder ir contra ti mismo

con más violencia

necesitas mostrarme cómo te arrancas la carne

con desprecio y sin vacilación

hasta verte en la forma correcta,

como un hombre que sangra, no

como el reflejo que deseo.

 

 

Primer recuerdo

Hace mucho me hirieron. Viví

para vengarme

de mi padre, no

por lo que fue

sino por lo que era yo:

desde el principio de los tiempos,

en la infancia, pensé

que el dolor significaba

que no era amada.

Significaba que yo amaba.

Medios que miran a otro lado en el juicio a Julian Assange

Medios que miran a otro lado en el juicio a Julian Assange

Por Pascual Serrano

Fuentes: El Diario

Todos esos medios que tanto se presentaron como desveladores de secretos de guerra ocultados por Estados Unidos ahora asisten e informan con frialdad e indiferencia del atropello de la persona que hizo posible conocer toda aquella verdad

El pasado 7 de septiembre se reanudó el juicio de extradición de Julian Assange en Londres. Estados Unidos lo reclama por 18 presuntos delitos de espionaje e intrusión informática, por difundir mediante Wikileaks en 2010 más de 700.000 documentos clasificados sobre las actividades militares y diplomáticas estadounidenses, sobre todo en Iraq y Afganistán, que revelaron actos de tortura, muertes de civiles y otros abusos.

Tras ser pospuesto en febrero por la pandemia de COVID, se prevé que las vistas duren tres o cuatro semanas

Recluido en una prisión londinense de alta seguridad desde su detención en abril de 2019 en la embajada de Ecuador, donde vivió siete años, Assange podría ser condenado a 175 años de cárcel si la justicia estadounidense lo declara culpable.

Es verdad que estamos solo ante el juicio donde se decidirá si se le extradita, no si es culpable de los delitos, sin embargo, la repercusión de esta noticia está siendo mínima en los grandes medios a pesar de situarse en una ciudad, Londres, donde todos tienen acceso. No estamos viendo ni crónicas de corresponsales o enviados ni reportajes ni artículos de opinión. Algo que contrasta con la tremenda repercusión que tuvo la difusión de las informaciones de Wikileaks y lo rentable que supuso para el pool de periódicos que tuvieron el privilegio de disponer de sus informaciones en primicia. Sin embargo, ahora se están limitando a difundir escuetos y fríos cables de agencia.

Los medios no están recordando elementos de contexto fundamentales. Repasemos:

Assange está encarcelado en Londres por una condena de 50 semanas de prisión por haber violado la libertad condicional que le concedieron mientras se decidía una reclamación de la justicia sueca por violación. Pero en 2015 el fiscal sueco retiró los cargos y en 2017 la justicia sueca archivó la causa, por tanto no tiene sentido mantener en prisión en Londres a una persona acusándole de violar una libertad condicionada a una acusación que no existe.

Assange fue abandonado por el gobierno de Ecuador cuando llegó al poder Lenin Moreno. Su país recibió el visto bueno de Estados Unidos para un préstamo con el FMI por cuatro mil millones de dólares a cambio de que la policía inglesa entrara a la embajada y lo arrestara porno haberse entregado a la corte cuando estaba libre bajo fianza en 2012. No parece que ese sea un sistema muy lícito para impartir justicia.

Sesenta médicos suscribieron una carta alertando su preocupación de que Assange pudiera morir en la cárcel dado su deteriorado estado de salud. Incluso el relator de la ONU sobre la tortura, Nils Melzer, dijo que la vida de Assange estaba «ahora en peligro». Posteriormente, el pasado junio, más de 200 médicos eminentes de todo el mundo suscribieron un comunicado en la revista médica The Lancet pidiendo poner fin a la tortura psicológica del editor de WikiLeaks y su liberación inmediata de la prisión Belmarsh de máxima seguridad en Gran Bretaña.

No se hace referencia a las irregularidades denunciadas en la comparecencia del pasado octubre ante el tribunal de primera instancia de Westminster. El exdiplomático británico Craig Murray, que logró estar presente en la sesión, reveló el estado débil y errático en el que se encontraba Assange, el desprecio de la jueza hacia la defensa, que vio denegadas todas sus alegaciones, desde la petición de más tiempo para preparar el caso dadas las limitaciones que se pusieron a los abogados de Assange para ver a su cliente en prisión, a la incautación de los documentos (por agentes de Estados Unidos) que éste tenía en la embajada de Ecuador. Extraña la irregularidad de que el fiscal del caso consultara en la propia sala sus dudas con tres funcionarios de la embajada de Estados Unidos que, según sus propias palabras, le daban «instrucciones». La jueza aprobó todas sus peticiones. Incluso llegaron a entrar en la sala dos agentes estadounidenses armados.

La vista que ahora ha comenzado se realiza en Woolwich Crown Court, en lugar destinado a los juicios por terrorismo, no se permite público ni observadores de ONG’s y se ha impuesto una limitación de tan solo 10 periodistas que podrán acceder a las sesiones. Esta restricción es una manera de invisibilizar el estado de salud de Assange: la última vez que se lo vio fue en su arresto en la embajada ecuatoriana. La información de las pocas personas que han tenido acceso a Assange en todos estos meses – su actual pareja, sus abogados- es que su estado de salud es precario.

La situación carcelaria a la que está sometido es inhumana. Se trata de una prisión de alta seguridad en condiciones de aislamiento, con 23 horas diarias de soledad y 45 minutos para hacer ejercicio en un patio de cemento. Cuando Assange sale de la celda, «todos los pasillos por los que pasa son evacuados y todas las puertas de las celdas se cierran para garantizar que no tenga contacto con otros reclusos».

Todos esos medios de comunicación que tanto se presentaron como desveladores de secretos de guerra ocultados por Estados Unidos, medios que denunciaban torturas y múltiples violaciones de derechos humanos, defensores de la libertad de expresión y de la transparencia informativa, ahora asisten e informan con frialdad e indiferencia al atropello de la persona que hizo posible conocer toda aquella verdad sobre la guerra y las invasiones de Estados Unidos.

Nos lo recordaban Noam Chomsky y Alice Walker como copresidentes de AssangeDefense.org en The Independent (por supuesto nuestros grandes medios españoles no han recogido ese manifiesto): «Assange enfrenta la extradición a Estados Unidos porque publicó pruebas incontrovertibles de crímenes de guerra y abusos en Irak y Afganistán, avergonzando a la nación más poderosa de la Tierra. Assange publicó pruebas contundentes de «las formas en que el primer mundo explota al tercero», según la denunciante Chelsea Manning, la fuente de esa evidencia. Assange está siendo juzgado por su periodismo, por sus principios».

«Las publicaciones de Assange de 2010 expusieron 15.000 víctimas civiles previamente no contadas en Iraq, bajas que el Ejército de Estados Unidos habría enterrado. Destaca el hecho de que Estados Unidos está intentando lograr lo que los regímenes represivos solo pueden soñar: decidir qué pueden y qué no pueden escribir los periodistas de todo el mundo. Destaca el hecho de que todos los denunciantes y el periodismo en sí, no solo Assange, están siendo juzgados aquí», añaden Chomsky y Walker.

Fuente: https://www.eldiario.es/opinion/zona-critica/medios-miran-lado-juicio-julian-assange_129_6223669.html

El caso de Julian Assange expone la hipocresía británica sobre la libertad de prensa

Por Peter Oborne/
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández/

Uno de los defectos políticos más repugnantes es la hipocresía. Los políticos dicen una cosa y luego hacen la contraria. Esto deja un mal sabor de boca y desprestigia la vida pública.

El secretario de Relaciones Exteriores británico, Dominic Raab, es un buen ejemplo de ello. El domingo se produjo una exhibición bochornosa del doble rasero de Raab cuando declaró que apoyaba la libertad de expresión. “Es más importante que nunca que existan medios fuertes e independientes”. Espléndidas palabras en el Día Mundial de la Libertad de Prensa.

Si tan solo el secretario de Asuntos Exteriores británico hubiera creído una palabra de lo que decía… Mientras Raab hablaba a favor de la libertad de expresión, su colega del gabinete, Oliver Dowden, lideraba el último ataque del gobierno contra la BBC.

Amenazas a los medios

En una acción cargada de amenazas, Dowden envió una carta al director general de la BBC, Tony Hall, quejándose del documental “Panorama” de la semana pasada en el que se exponía la escasez de equipos de protección personal (EPP) y se manifestaba gran preocupación ante el riesgo de que los trabajadores de la salud pudieran morir a causa de la Covid-19.

Con su gobierno amenazando a los medios de comunicación en relación con el coronavirus en el Reino Unido, no resulta sorprendente que el secretario de Asuntos Exteriores no haya tenido nada que decir sobre la expulsión de Egipto de una periodista del Guardian en marzo tras informar sobre un estudio científico en el que se decía que era probable que el país tuviera muchos más casos de coronavirus de los que se habían confirmado oficialmente.

Un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores declaró: “El Reino Unido apoya la libertad de los medios en todo el mundo. Instamos a Egipto a garantizar la libertad de expresión. Los ministros del Reino Unido han planteado ya este caso ante las autoridades egipcias”.

El secretario de Asuntos Exteriores tampoco ha tenido nada que decir sobre el sombrío informe de Amnistía de ayer que revela que periodistas egipcios están siendo encarcelados y acusados de terrorismo por informar de historias que al régimen del presidente Abdel Fattah el-Sisi le resultan molestas.

Arabia Saudí, un aliado británico, encarceló a 26 periodistas solo el año pasado. ¿El Foreign Office no tuvo nada que decir? Si es así, no acierto a encontrarlo. No es de extrañar que Gran Bretaña haya caído hasta el puesto 35 de 180 países en el Índice de Libertad Mundial 2020 de Reporteros sin Fronteras.

La semana pasada, el secretario de Asuntos Exteriores afirmó que el Reino Unido “sigue comprometido con la libertad de los medios” durante la crisis del coronavirus. Esto, desafortunadamente, no es cierto. Nada muestra más el vacío de estas afirmaciones que la forma en que el gobierno británico está manejando el caso de Julian Assange.

La sangrienta verdad

El fundador de Wikileaks continúa pudriéndose en la cárcel de Belmarsh mientras Estados Unidos exige su extradición en base a acusaciones de espionaje. Si hubiera una pizca de sinceridad en la afirmación del secretario de Asuntos Exteriores de que es partidario de la libertad de los medios, se resistiría con todas sus fuerzas al intento de Estados Unidos de poner sus manos sobre Assange.

Nada sugiere en absoluto que así esté haciéndolo. Como señaló Human Rights Watch, las autoridades británicas tienen poder para evitar que cualquier enjuiciamiento en Estados Unidos erosione la libertad de los medios. Gran Bretaña, al menos hasta ahora, no ha mostrado intención alguna de ejercer, o querer ejercer, ese poder. Desafortunadamente para Raab, el verdadero crimen de Assange es hacer periodismo.

Nunca me he encontrado con Assange. Algunas personas que conozco y respeto dicen que es vanidoso y difícil. Les creo. Sin embargo, no se puede negar que Assange ha hecho más que todos los periodistas de Gran Bretaña en conjunto para arrojar luz sobre cómo funciona realmente el mundo.

Por ejemplo, gracias a Assange conocemos ahora muchas transgresiones, entre ellas: la compra de votos entre Gran Bretaña y Arabia Saudí para garantizar que ambos Estados fueran elegidos para el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en 2013; los vínculos entre el fascista Partido Nacional Británico y miembros de la policía y el ejército; los detalles horripilantes de los civiles asesinados por el ejército estadounidense en Afganistán; los pistoleros estadounidenses riéndose en su helicóptero mientras disparaban y mataban a civiles desarmados en Iraq, incluidos dos periodistas de Reuters. Un incidente sobre el que mintió el ejército estadounidense, alegando en un principio que todos los muertos eran insurgentes.

Podría seguir y no parar.  Vanity Fair calificó la publicación de las historias de Assange de “una de las mayores primicias periodísticas de los últimos treinta años”. Y así fue. No fue espionaje, como afirma Estados Unidos. Fue periodismo.

El secretario de Asuntos Exteriores británico, Dominic Raab, llega a Downing Street el 29 de abril (AFP)
El periodismo no es un delito

Las autoridades de Estados Unidos no quieren a Assange porque sea un espía. Lo quieren tras las rejas por su periodismo.

Por ese motivo es por el que las consecuencias serían tan escalofriantes si Gran Bretaña cede a la solicitud de extradición de Estados Unidos y permite que Assange sea juzgado en ese país. No solo para Assange, quien se enfrenta a una larga pena de prisión (hasta 175 años) de la cual difícilmente podrá salir. No deberíamos hacernos ninguna ilusión, si consiguen tener éxito, la acusación de Estados Unidos contra Assange tendrá terribles consecuencias para la prensa libre.

Los cargos, en palabras del exeditor de The Guardian, Alan Rusbridger, parecen un intento de “criminalizar los procedimientos que los periodistas siguen regularmente mientras reciben y publican información verdadera que les dan fuentes o denunciantes de conciencia. Assange está acusado de intentar persuadir a una fuente para que le revele más información secreta. La mayoría de los periodistas harían lo mismo. Luego se le acusa de una conducta que, a primera vista, parece la propia de un reportero que intenta ayudar a una fuente a proteger su identidad. Si eso es lo que Assange estaba haciendo, ¡bien por él!”.

Sin embargo, los periódicos británicos no lucharán por Assange. Ya sea a la izquierda o a la derecha, ya sea prensa seria o un tabloide, los periódicos británicos están de acuerdo en una cosa: caerán unos sobre otros para obtener la última entrega oficial sobre el primer ministro británico Boris Johnson y el bebé de su prometida Carrie Symonds. O sobre el nuevo perro de Downing Street. Pero mirarán para otro lado cuando se trate de defender la libertad de prensa y a Julian Assange.

Periodismo clientelista

¡Qué patético! ¡Qué comercio traidor! ¡Periodismo clientelista! ¡Qué alteración de lo que representan los periódicos! Si el secretario de Asuntos Exteriores británico tiene dos caras sobre una prensa libre, también las tienen los editores de periódicos británicos que dicen que les importa la libertad de prensa. Y tienen menos excusas aún.

Para ser justos, no es que no se opongan a la extradición de Assange. Tiene que ver más con que ignoran casi por completo una de las amenazas más potentes a la libertad de prensa de los tiempos modernos.

Si les importara, estarían haciendo campaña para mantener a Assange fuera de las garras de Estados Unidos. Mientras tanto, los médicos advierten que la salud de Assange se ha deteriorado tanto que puede morir en la prisión de Belmarsh.

Nils Melzer, relator especial de la ONU sobre la tortura, expresó su profunda preocupación por las condiciones de su detención y dijo que “la arbitrariedad evidente y sostenida demostrada tanto por el poder judicial como por el gobierno en este caso, sugiere un abandono alarmante del compromiso del Reino Unido con los derechos humanos y el Estado de derecho. Se está ofreciendo un ejemplo preocupante, reforzado por la reciente negativa del gobierno a llevar a cabo la tan esperada investigación judicial sobre la participación británica en el programa de torturas y entregas extraordinarias de la CIA”.

Kenneth Roth, de Human Rights Watch, ha señalado muy seriamente respecto al caso Assange que “muchos de los actos detallados en la acusación son prácticas periodísticas estándar en la era digital. La forma en que las autoridades del Reino Unido respondan a la solicitud de extradición de Estados Unidos determinará la gravedad de la amenaza que esta acusación representa para la libertad de los medios globales «.

Mientras Assange se pudre en Belmarsh, ¿cómo se atreve el secretario de Asuntos Exteriores británico a abusar de su cargo pretendiendo preocuparse por la libertad de prensa?

Aplaudo la estrategia de un Día Mundial de la Prensa. Es una forma de pensar en todos los periodistas de todo el mundo que sufren personalmente por su profesión a través de la represión, la prisión, la tortura y la muerte. Simplemente porque hicieron su trabajo revelando hechos incómodos.

Cuando pensamos en la represión a los periodistas, evocamos automáticamente tierras extranjeras: Arabia Saudí, Irán, Turquía, Egipto. Sin embargo, raramente evocamos o recordamos a nuestros propios disidentes.

Julian Assange es uno de ellos.

Peter Oborne fue nombrado periodista independiente del año 2016 por Online Media Awards. Fue asimismo galardonado como mejor comentarista-bloguero en 2017. Y, para British Press Awards, fue el columnista del año 2013. Dimitió de su puesto como principal columnista político del Daily Telegraph en 2014. Entre sus libros destacan: «The Triumph of the Political Class», «The Rise of Political Lying» y «Why the West is Wrong about Nuclear Iran».

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