Camila Moreno – censurado por chilevision
El desnudo sigue siendo transgresor
La bailarina, actriz y modelo Carolina Atuesta comenzó una gira por Sudamérica/
Jaime Quintana Guerrero/
Desinfomémonos/
Las imágenes de su cuerpo desnudo se pueden ver en el Machu Pichu del Perú, o en España o en las calles colombianas con grafiti de fondo. La modelo y activista colombiana Carolina Atuesta decidió salir del estudio de los pintores para expresar su rechazo a la censura a los cuerpos y para dejar establecidas sus opiniones políticas.
“¡Fuera Monsanto que siembra muerte!” Con este lema, la bailarina, actriz y modelo comenzó una gira por Sudamérica para denunciar a la principal empresa promotora de transgénicos en el mundo. La desnudez artística es el discurso de esta activista, cuyo cómplice es el fotógrafo Aníbal Paz.
La intención de la gira fue “ir a lugares que sufrieron lo terrible del colonialismo y que nos dejaron un dolor espantoso, donde más de 500 años después seguimos pagando las consecuencias”, explica a Desinformémonos.
En el país de origen de la artista, “los campesinos no pueden sembrar como lo hacían ancestralmente. Ahora las semillas se tienen que comprar –carísimas- y están modificadas”. Este cambio, recuerda, la dejó pensando en hacer un tipo de desnudo más activista para señalar explícitamente “que estamos en contra de Monsanto y de la muerte”.
Otro de los temas que ocupa a Atuesta es la matanza de animales y la utilización de sus pieles para la moda y el comercio, que trabaja en conjunto con jóvenes activistas de Colombia.
Carolina Atuesta ha desplegado su trabajo en calles y campos de Colombia, en el sur de Argentina, en España y en Italia. En el año 2010 realizó su primera exposición fotográfica, lo cual causo extrañeza en los profesionales del sector ya que no es común que sea la modelo la que quiera exponer.
Gracias a la exposición de gran formato, fue invitada a España para exponer contra el maltrato y la xenofobia, y para enseñar cómo un desnudo puede representar el exilio. Se trató de “hacer una muestra de desnudo, pero enfocado a la temática social”.
La censura y la desnudología
“El desnudo sigue siendo transgresor; existen imágenes más dramáticas que ameritarían tener más atención”, clama la joven colombiana. El desnudo o semidesnudo religioso es presentado a menudo como un cuerpo desterrado que muestra dolor, “y entonces es permitido, pero si yo estoy desnuda y libre, causo espanto”. Ella comenzó a utilizar esta transgresión de otra forma, “como activista”.
Esta sociedad, señala, “ve un pezón y causa más terror que un cadáver. ¿Qué sucede en esta sociedad, con la vista tan enferma? Mi trabajo de investigación se refiere a esto y a resaltar la importancia del desnudo en el arte”.
Atuesta comenzó sus actividades de modelo a los 18 años, en universidades de Bogotá y en talleres independientes de artistas, como una forma de mezclar el teatro, el tango y el modelaje.
El cambio con este tipo de arte y activismo es que “salgo del estudio de fotografía y del caballete del pintor, ya no soy la modelo de. Desnuda me voy a una obra de teatro, canto y mezclo estas expresiones. Puede parecer que es un recurso nuevo el desnudarse, pero ya es muy antiguo”, explica.
Ahora, la realización de los desnudos activistas es más que otra manera de hacer arte, “ya es una forma de vivir y de expresarme”, llena de teatralidad y danza. Creó el término desnudología para describir al estudio experimental de las múltiples interpretaciones escénicas del desnudo artístico.
En su gira por Sudamérica, la artista recorrió lugares como el Solar de Uyuni y Machu Picchu, donde “me encontraron haciendo desnudo, nos sacaron y me convirtieron en la más criminal de todas”. Carolina Atuesta afirma que ella y su equipo desarrollan sus actividades artísticas con mucho respeto y cuidado, especialmente por ser un lugar sagrado, pero “justo en la última foto nos agarraron, nos quitaron la cámara y borraron las imágenes ilegalmente”. Los administradores, afirma, no supieron qué hacer, “y ahora existen una moda de ir a desnudarse ahí”.
La artista considera que las nuevas generaciones tienen que acostumbrarse a ver sin problema los cuerpos desnudos, “no debería ser tabú”.
Para Atuesta, la inmoralidad no existe, pues todos nacemos desnudos y así seguimos bajo la ropa. Por eso, parte de su activismo es contra la censura. “No estoy promoviendo el naturismo, ni el budismo, no estoy invitando a que todo mundo se desnude, sino a que se reconozca existe el desnudo artístico y a la crítica social en él”.
La literatura nunca es de uno
Entrevista a Juan Carlos Quintero Herencia, poeta, docente e investigador puertorriqueño/
Wilkins Román Samot/
Juan Carlos Quintero Herencia (Puerto Rico, 1963-) es docente e investigador en la prestigiosa Universidad de Maryland. Está adscrito a la Escuela de Lenguas, Literaturas y Culturas en calidad de profesor de Literatura Caribeña y Latinoamericana en su departamento de español y portugués. Es egresado de la Universidad de Puerto Rico (B. A.) y de la Universidad de Princeton (M.A.-Ph.D.). Es un poeta, cuyo trabajo creativo ha desbordado los márgenes de lo cautivo desde lo cotidiano. Como académico, el doctor Quintero Herencia, se ha dedicado a desmantelar los imaginarios identitarios de quienes insisten en silenciar u ocultar la cimarronearía detrás de un paso de salsa desde las letras y su lectura de aquello que nos hace bailarle a nuestro propio ritmo. Nada nuevo, igual había pasado al afrontar el reto de escribir su disertación doctoral, pero con nada más que el santoral de la revista cubana, Casa las Américas. A partir de su último trabajo poético, nuestro admirado don Juan Carlos, ha tenido la grata bondad de compartir unas palabras conmigo para contigo, creo que con más deseos de estar por acá que vos, recitándonos sus versos, verso a verso. Les comparto sus palabras con el mismo amor que lo hizo conmigo.
– Wilkins Román Samot (WRS, en adelante) – Volvió por sus fueros, el de poeta. No es la primera vez. Lleva varias veces en las de volver por sus fueros. ¿Cuál es la honda corporal en la que nos deviene El cuerpo del milagro (2016)? ¿Cómo surgieron a la vida estos nuevos versos? ¿De qué trata o tratas en este último trabajo creativo-poético publicado? ¿Cómo insertas éste y todo su anterior trabajo creativo con tus pasiones de vida: la literatura caribeña y latinoamericana?
– Juan Carlos Quintero-Herencia (JCQH, en adelante) – Me gustaría, quisiera siempre irme, zafar de donde me han ubicado, o fugarme de donde debo estar. En fin, estar en otro lugar o hacer mi madriguera en otro sitio y que me dejen en paz. No me imagino volviendo a ningún lugar. Creo en salir, abandonar(se). Pero imagino que ese “volver por mis fueros” es tu metáfora, tu elogio para lo que representaría mi último libro, El cuerpo del milagro. A lo mejor cambias de opinión.
Honda u onda corporal, tira, cuerda, rizo, ondulación, frecuencia, las de ese cuerpo son más bien palabras que apuntan hacia un trabajo sobre los sentidos de la imagen, los sentidos de la imagen como sensación e intensidad de diverso radio, la imagen como trabajo y juego no sólo con la mirabilia, sino con el cuerpo de las sensaciones, los cuerpos sensacionales. Lo milagroso en ese cuerpo carece de una nomenclatura religiosa. No creo que sean “poemas” nuevos o novedosos, más bien son zonas de escritura y re-escritura que decidí llevarlos a imprenta. En este libro me parece ver varios libros o se podrían construir ediciones a partir de algunos imaginarios allí trabados.
Tengo la costumbre de fechar los lugares y momentos que me han parecidos decisivos en la escritura de los poemas. Algo parecido a las marcas que dejamos a veces en los árboles o en los baños públicos. Así que el/la lector@ verá arcos, cesuras diversas entre ellos, algunos de estos momentos y lugares de escritura remiten a fechas de finales de los años 1990’s y otros se escribieron hace dos o tres años. Es un intento fútil por agarrarme a situaciones que no las registrará jamás el calendario o el reloj.
Es un poco difícil hablar de mi poesía. Qué más quisiera yo, como el Palés Matos ante la re-edición del Tuntún… en 1950, escribir un vocabulario que acompañe el libro. Esta extranjería poética es ya un modo de respirar. Creo que no me corresponde hablar sobre algo que decidí tratar ya de ese modo. Además, hay muchísimas cosas que se me escapan. Pero si me acosas repetiré que El cuerpo del milagro parece una meditación sobre la imagen, sobre su aparecer que no sé por qué lo asocio con mis experiencias, diría Palés, en el litoral. La imagen como litoral sensitivo y como pasa-día playero, como intensidad variable de cara al mar y de cara a mi escudo de armas: el juey.
– WRS – Hace unos años, ya más de una década, publicasteis Fulguración del espacio. Letras e imaginario institucional de la Revolución Cubana (1960-1971 (2002). Cuba es ese viejo amor que se quiere y no se olvida, ¿no? Trabajas el grueso de los debates político-culturales cubanos y latinoamericanos dentro del contexto de la revista Casa de las Américas. ¿Cuál considera es su mayor contribución a la historia crítica de las políticas-culturales cubano-latinoamericanas dentro de este trabajo creativo de investigación?
– JCQH – Mi relación o mi pasión por “lo cubano” no pasa ni por las mayúsculas, ni por la identidad, mucho menos por algún imaginario nacional o nacionalista. Otra vez, Cuba son dos sílabas afectivas, rostros, nombres, cuerpos, unos textos, música, mucha música, una gastronomía, una ciudad y qué ciudad, y en el caso de Fulguración del espacio una manera (defectuosa) de lidiar con las utopías de mis mayores, de no pocos de mis maestros y, por supuesto, con las propias. Una manera de rumiar ciertas creencias políticas alimentadas por la estrechez ética y política del Puerto Rico universitario que me tocó vivir en los años 1980’s en Río Piedras. Un mundo estudiantil que parecía impermeabilizado entonces ante lo que ya se sabía (hacía tiempo) en torno al cierre totalitario cubano.
De nuevo, no soy yo, ni mucho menos, quien pueda decir cuál ha sido o será la contribución de mi “tratado cubano” (la frase es de Ricardo Piglia), de ese mamotreto que me dejó muy mal sabor en la boca al terminarlo. En el registro de las contribuciones no tengo nada que decir. Sin embargo, con Fulguración… descubrí y me apoyé en mis verdaderos amigos, así como también el libro (que primero fue mi tesis doctoral) me ganó la interlocución de voces y lectores que nunca hubiera ganado si en vez de pensar críticamente el imaginario institucional de la Revolución cubana, hubiese perpetrado otro acto de endeudamiento, celebración o postración moral ante la cultura del poder cubana. Quise pensar la enorme interpelación de la luz revolucionaria y sus mores en la forma de la revista Casa de las Américas, usarla de trampolín para lanzarme a otros textos decisivos en la época. Pensar no es disfrazar un homenaje o un himno bajo el ropaje cada vez más dudoso de un estudio académico.
– WRS – Si compara su acercamiento como investigador de la cultura caribeña o latinoamericana, sea música o literatura, en La máquina de la salsa: Tránsitos del sabor (2012) con Fulguración del espacio. Letras e imaginario institucional de la Revolución Cubana (1960-1971 (2002), ¿qué diferencias observas en su propio trabajo creativo además de su diferencia respecto a los géneros con los que trabaja? ¿Qué es aquello que ha aprendido dentro del proceso creativo de dar forma y contenido a un corpus teórico propio de los estudios culturales?
– JCQH – Esta es tremenda pregunta porque tironea pasiones e islas del corazón–Ramón– islitas de mis amores (para glosar a Marvin Santiago). La máquina de la salsa respondió a la rápida canonización y la identitarización (si se me permite) verosímil del género salsero por el discurso de los estudios culturales y cierta sociología bien pensante anidados en las universidades a principios del milenio. También fue un modo de enjuagarme la boca tras las desazones y amarguras que supuso paladear, en Fulguración del espacio, la prescripción sacrificial e inmoladora, el dogmatismo, la persecución como la homofobia del Estado cubano. La máquina… fue un comenzar a perderle el respeto a las plantillas hermenéuticas que todavía agobian mi gesto en Fulguración… En La máquina… creo que encontré una pista y, otra vez, una salida por donde abandonar la tediosa escritura que plaga demasiadas escrituras universitarias. El rigor y el estudio no son idénticos a “la aplicación” (palabra atroz) de marcos teóricos, la fiesta identitaria o la mala digestión de conceptos y proposiciones que al final terminan machacados por una suerte de uno-dos-tres-chá-chá-chá- procesal que desde la introducción anuncia (y aburre) lo que supuestamente se va a “descubrir” o “pensarse” a partir de su objeto de estudio. Ese libro es una suerte de engendro entre el análisis cultural y el ensayo, una suerte de descarga, en el cual, para serte franco, nunca perseguí ni estuve atento a un modelo o un modo de hacer “cultural studies”. Ahí me leen y me pusieron algunos lectores.
La salsa no tendría que reducirse a un asunto de tablas e intercambios “científico-etnográficos”, al conteo de sílabas, mucho menos a la moralización costumbrista ya sea del barrio, la diáspora o alguna identidad en perenne fase auroral. Cierta urgencia ética y política me llevó a escribir ese libro como quien ya presiente la inminencia de un desastre, de un huracán o de un bostezo. Preguntaba entonces, ¿esta gente que escribe así sobre la salsa se apretaron con alguien en un baile de graduación de colegio o escuela superior amenizado por Roberto Roena o Bobby Valentín? Nunca vi allí banderitas ni puños alzados, ni breves homenajes a “nuestro pasado o herencia cimarrones”. Agitado por lo que ya comenzaba a publicarse y celebrarse sobre la salsa, antes de mi regreso a Puerto Rico en los tempranos años 1990’s y durante ellos, mi escritura maquinal salsera, que no maquinación en tanto intriga, mucho menos maquiNación, fue y es también un modo de mirarle la cara a las institucionalizaciones de saberes corporales por algunas disciplinas universitarias.
En La máquina… quise trabajar con el hechizo y el arrebato que al día de hoy me hace escucharla diaria y repetidamente. Sí, estoy súper quedao con la salsa. Tras mi experiencia universitaria en Princeton mi oído contaba con otra caja de resonancia y en verdad me dediqué a cruzar mis preocupaciones teóricas con la sensación, con el rumoreo que la salsa en tanto experiencia que la lengua agitaba. Pude apreciar de otro modo por qué ciertas canciones me afectaban del modo que me afectaban. Y la cosa se puso peor. También quise dar por recibidos la escritura y el texto salseros. Si la cosa salsera era exclusiva o fundamentalmente un asunto bailable, una manera cultural de “sentirse orgulloso y resistir”, un exhibicionismo de virtuosidades musicales ¿por qué los soneros no hacían silencio e incluso se lanzaban a escribir? ¿Por qué el poeta paradigmático del género Catalino “Tite” Curet Alonso copaba con sus canciones la poética y firma del género? La sorpresa o la escucha de un matiz, de un giro en la palabra, en la interpretación de ésta o aquel soner@ me revelaba que había no sólo una escritura, sino todo un imaginario salsero para la fricción del sabor que excedía las plantillas de naturalización y domesticación que le imponían ciertos “oídos”. Incluso, la “musicalización” de la cotidianidad barrial no era la transcripción verista de subjetividades conscientes de su ser contra-cultural. Lo que comparten Fulguración del espacio y La máquina de la salsa es el deliberado acto de leer los textos como zonas no cristalizadas por las plantillas disciplinarias, sin hacer concesión alguna al verosímil, a la obviedad historicista (Benjamin). En La máquina… me negué a trabajar con partituras o los autógrafos de las canciones (a veces inlocalizables) y procedí a transcribir las canciones, a escucharlas una y otra vez. (Volví loca a mi familia, hasta que me conseguí unos audífonos.) No me interesaba, ni quería, ni creía que con esto me acercaba a una suerte de momento en estado puro de la creación del hit salsero, al Origen del palo salsero. Me interesaba asediar la seducción y el embeleso con los cuales una escucha siempre múltiple escoge y decide que esa es la canción que será grabada y lanzada al mercado. También quise pensar como cierta escritura y una escucha particular representa el tiempo-espacio de la escucha y en un doble movimiento, como un poro, “musicaliza” la producción y el consumo de lo sabroso. Por lo tanto, mis repetidas y semi-autistas escuchas con bolígrafo en mano de las canciones fueron una suerte de viaje que no evita ficcionalizar este momento sensorial que inscribiría el tiempo de la imagen salsera, ese tiempo que, cuando los involucrados en la grabación-inscripción de esas canciones —hoy emblemáticas— ponían a conversar el texto y el arreglo. Para mi meterme en ese tiempo es inseparable de esa continua y repetida escucha que padecemos todos los fiebrús. Pues como quien sigue dándose gusto con eso, re-escuchar la canción es de alguna manera volver a grabar(nos) las canciones, a transitar por no pocas memorias y claro gozar con las pasiones que esas canciones también son.
Escuchando salsa, en las afueras de un saber musical o de un saber musicológico, me permití gozar de un cuerpo, de varios cuerpos y también ensamblar mi máquina crítica, teórica. Incluso hacer otro tipo de política. La “muerte” del género en nuestros días es indisociable de esa experiencia del lenguaje, de esas experimentaciones en los umbrales de lo que se puede hacer y decir. Esta experiencia-experimento firma el momento “clásico” del género, el momento de su “primera vez” y es esa experiencia, compleja, variada, la que grabó el género en el imaginario acústico del mundo.
– WRS – Sé que por ahí viene otro trabajo de investigación intitulado La hoja de mar (:) Efecto archipiélago I. ¿Qué nos depara este trabajo y a cuál archipiélago hace referencia? ¿Qué relación ves con su lectura de la cultura caribeña con la de Ángel Quintero Rivera, Manuel Moreno Fraginals o Antonio Benítez Rojo?
– JCQH – De nuevo, no sé. Lo que entregue ese libro es responsabilidad de sus lectores. No quiero dañarles la película a los posibles lectores, pero adelanto lo siguiente. La hoja de mar (:) Efecto archipiélago I recoge mi deseo y retirada de aquellas tarimas institucionales donde lo literario es procesado por variados protocolos disciplinarios, terapéuticos, ortopédicos, mercantiles, identitarios. Acariciaba mientras lo escribía, al menos, desde esta contemporaneidad dominada por la alharaca y la velocidad, un trabajo con mi pasión por la poesía, la teoría y por la literatura y ante sus retos, de algún modo, explayar mi deseo crítico. Creo que doy un paso más allá de lo que hice en La máquina… y me parece que es por el momento el libro que mejor exhibe qué tipo de lectura disfruto.
La hoja de mar (:)… es el resultado parcial del tiempo obtenido, en verdad comprado gracias a una beca John Simon Guggenheim, lo cual me llevó sin darme cuenta a escribir un libro sobre el/la mar. Creo que allí le doy cuerpo a una fantasía playera. Presiento que con La hoja de mar (:)… apenas he logrado que mis fantasías entren en un registro muy, pero muy menor de lo conmovedor. Esta playa además no me refugia de nada. En La hoja de mar (:)… quise «des-datar» los tiempos, des-clasificar los espacios literarios y pensar en los modos difíciles a través de los cuales textos claves del Caribe devienen sensibles, han adquirido sentidos entre nosotros.
Mi archipiélago es un trazo (Derrida) que leo y estudio en textos literarios específicos. En ese libro me dio con jugar con paréntesis y dudosas ecuaciones para de algún modo figurar lo que allí denominó el efecto archipiélago: ( )-(a). Son más bien ecuaciones pictóricas antes que químicas, nunca, jamás matemáticas. Soy muy bruto con las matemáticas. La hoja de mar (:)… tantea lo metafórico, las figuras ante lo que falta ( ) y ante lo que falla en este archipiélago imaginado o presupuesto por ciertos textos; una manera de reconfigurar(me) el problema político de la falta-grieta subjetiva caribeña. Este tanteo podría, además, re-escribir la significación de textos cardinales que se han pensado como idénticos a sus circunstancias caribeñas. La sensación de carencia que dificultaría alguna escritura ante esos textos ante los que parece haberse dicho todo lo que podría decirse me fue muy productiva pues pude re-editar las relaciones con el vacío, con esa laguna perceptiva del “no” que atormenta también algunas creencias o agita otros comienzos en no pocos textos caribeños.
Hay una sección del libro dedicada a leer críticamente la concepción de lo caribeño en Benítez Rojo, pero hay otros autores también implicados por mi experiencia archipelágica.
– WRS – Tenéis otros tres poemarios. ¿Por qué los títulos de los poemarios? ¿Qué tiene de particular su trasfondo personal (historia de vida) en la formación del contenido su trabajo creativo en estos poemarios? ¿Cómo se ha integrado su trabajo de creación literaria de por sí (poemas) con su trabajo de ensayista e investigador? ¿Cómo integra su experiencia de vida en su propio quehacer creativo hoy en Estados Unidos?
– JCQH – Mi escritura poética antecede y hoy acompaña a mi escritura ensayística y a mis investigaciones académicas. No sé. No escribo poesía gobernado por un horario o siguiendo alguna disciplina de ejercicios. El poema llega, casi siempre se anuncia con una vibración de palabras que me ronda la cabeza por días. Creo que mis títulos nombran el espacio-tiempo que imantan esos poemas y también la cavidad perceptiva que los ha hecho posibles o los ha malogrado.
Aprendí mucho de mi maestro Ricardo Piglia en cuyas clases y textos veíamos como aparecían oraciones, enunciados e ideas ya en la boca de él como profesor como en las de algún personaje o narrador. Como si eso que se decía o se escribía podía transitar, aparecer aquí o allá sin tener que presentarse ante la aduana de los géneros o las disciplinas.
Admito que no entiendo bien la pregunta, porque no “integro” mi experiencia de vida en mi trabajo literario. No están separadas, ocurren, concurren en ocasiones, comparten los mismos y distintos cuerpos que somos todos. Igual es un problema mío.
– WRS – Sé que eres es un autor caribeño que nació en Santurce, Puerto Rico, pero que se ha anclado dentro de los Estados Unidos, donde tiene una vida privilegiada de poeta y docente universitario a la vez. Resulta interesante que su trabajo creativo se comienza a publicar a manera de libros ya reubicado dentro de los Estados Unidos, no antes, aun cuando dentro de Puerto Rico ya ocupaba un espacio dentro de la academia, si se le puede considerar así. ¿Por qué no lo hizo antes? ¿Fue objeto de censura, cultural o no, o de auto-censura? ¿Se considera de Santurce? O, al igual que Eduardo Lalo o José Luis González y, creo yo, Mayra Montero, ¿se considera puertorriqueño? ¿Existe el puertorriqueño o sólo su literatura? ¿Por qué? ¿Qué es la que hace que su literatura sea de vos y lo que es de vos es o decide ser dentro de los Estados Unidos?
– JCQH – Me gusta eso de anclarse, porque supone que mi casa es una suerte de navío que ha hecho una pausa, de bote que flota quedo en las aguas de la tierra norteamericana. Igual, si nos ponemos a comparar o sentimos que debemos llevar a cabo algún acto de contrición ante la indiscutible vida miserable y trágica de tantas personas en el mundo, la vida de un escritor y académico puede parecer y en cierta medida es un privilegio. No vivo con culpa o vergüenza mi particular circunstancia, tampoco idealizo mi emigración profesional a los Estados Unidos. Al contrario, creo que tuve no poca suerte al irme de Puerto Rico en el momento que lo hice. Eso sí, es un privilegio indiscutible poder pensar sin prisa, ni atropello nuestra contemporaneidad y esto no está garantizado en el espacio universitario norteamericano.
En los días que corren, la corporatización de la academia norteamericana ha enrarecido y empobrecido real y discursivamente la experiencia del pensamiento en la universidad. El espacio universitario en los Estado Unidos es hoy políticamente un páramo y está tomado por una “gestión administrativa” que de lo único que habla y ejecuta es la razón monetaria (“modelo financiero”) que debe “guiar” o “salvaguardar” la universidad. El empresarismo, la lengua del “motivational speaker”, del “coach” para el “nuevo futuro” de las humanidades son algunos de los personajes protagónicos que dosifican el sentido común neoliberal, vitaminizando (entre otras sandeces) la poderosa cultura anti-intelectual enquistada en las universidades. Ojalá, antes de jubilarme pueda ser parte o presenciar algún cambio que estimule la posibilidad de una agencia intelectual universitaria transformadora del estado de cosas.
Aquí debo hacerte algunas aclaraciones. Yo empecé a publicar (precariamente) poemas durante mis años de bachillerato en la revista Filo de juego (1984-1987) en la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras junto a Rafael Acevedo, José Liboy, Israel Ruiz Cumba, Mario Rosado Aquino, Belia Segarra, Maribel Sánchez, Mayra Santos y otros. Mi primer libro publicado fue La caja negra (Isla Negra, Puerto Rico, 1996) cuando ya trabaja en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras como profesor en el Departamento de Estudios Hispánicos. Mis garabatos de juventud, los cuadernos El hilo para el marisco-Cuaderno de los envíos fueron publicados por el Instituto de Cultura Puertorriqueña (2002) pero habían sido sometidos y aprobados para publicación muchísimos años antes de publicarse. Las razones para la tardanza en publicarse y el casi “secuestro” de este último volumen responden a las “lógicas” institucionales y al arroz con chicle que son algunas de “nuestras” instituciones culturales.
No me dan ataques de prisa con el tema de publicar. Mastico, borro, boto y re-escribo mis cosas durante largos periodos de tiempo y cuando soporto volver a ellos con otros ojos los re-escribo. Si pudiera re-escribiría todo lo que he publicado hasta ahora, pues sé que en el momento de la escritura no puedo evitar el desbarajuste y la torpeza. Es por eso que la edición y re-escritura es un goce malsano con el cual ya he hecho las paces. Digamos que este goce ni me paraliza ni me lleva a creer en mi escritura, y de seguro no se protege de los errores.
Esto de lo puertorriqueño, de la puertorriqueñidad no es algo que considero. No medito sobre mi identidad, no reflexiono sobre ella como si fuera una inevitabilidad sanguínea o un deber descolonizador. Mucho menos escribo para tornar visible lo puertorriqueño. De hecho, la puertorriqueñidad no me parece ni tan siquiera relevante para pensar y actuar en ciertos espacios. Fui instituido, institucionalizado, sujetado como puertorriqueño. Ya es muy tarde o patético, por igual, demostrarlo como querer pasar por otra cosa. Esto no es ni una condena, ni una bendición, ni una suerte de peregrinaje ontológico bobo, banal. Como se dice por acá “It is what it is.” Desconfío de las tautologías, pero esta recoge algo puntual sobre el carácter circular e intrascendente de ciertas situaciones. De lo puertorriqueño me interesan los residuos que no devienen retórica, genuflexión, religiosidad, idealización, ideologema, feligresía. De los temas que forman parte del mantra identitario, me interesan los discursos y las prácticas que ha conformado la puertorriqueñidad, como “verdad”, como “utopía”, como “realidad existente”, incluso como camisa de fuerza o tapaboca eterno para cualquier actuar-pensar político de otro tipo. Estoy convencido que los modos de “afirmación” o “resistencia” nacional o nacionalista en Puerto Rico son parte del orden discursivo que hegemoniza y administra la cosa boricua y apenas le hace cosquillas al desastre de estos días.
La literatura nunca Es de Uno. Me parece. La literatura es siempre una experiencia de los demás, con los otros y con las cosas que no son nuestras, que no nos pertenecen, ni nos son o parecen “familiares”. Un relacionarse con los muertos, con las opacidades y los fantasmas, con las brumas, con la burundanga (susurra Palés). Digamos que no me identifico en o con mi literatura. La literatura que me mueve la molleja desdibuja y hasta destruye las fáciles correspondencias entre alguna pertenencia identitaria y alguna simbolización cultural. Para mi la literatura es una práctica política, en tanto un trabajo, una apertura (o abertura) y un pensamiento con los sedimentos, con lo oscuro, con la dificultad o complejidad de las cosas, con el lenguaje que se echa y con las imágenes que buscan trabajar esa constelación diría Walter Benjamin. Me interesa la literatura que rebasa certidumbres, simplezas, sobre todo las simplezas morales, las evidencias demostrables de algún sentido común.
– WRS – Don Juan Carlos, no el borbón, ¿cómo visualiza su trabajo creativo de carácter literario con el de su núcleo generacional de escritores en Puerto Rico y ese insoportable Caribe que le habita aún dentro de los Estados Unidos? ¿Cómo ha integrado su identidad étnica y su ideología política con o en su trabajo creativo?
– JCQH – No hace falta lo de don. Tuve que oír el chiste desde niño en la escuela elemental en boca de maestras que no eran especialmente graciosas. Era a mi padre a quien lo mentaban como don Juan o licenciado, y era un abogado notario de la avenida Campo Rico en Carolina que nunca amasó una fortuna. Pero si tú lo necesitas, adelante. Yo prefiero llamarte Wilkins si me lo permites.
Otra vez, al escribir, o si pensara sobre mi escritura, nunca la coloco entre la literatura de mis compañeros de promoción. No la pareo o la comparo con la de ell@s. En esos momentos no estoy pensando en autores o escritores. Leo a muchos de ellos y busco sus textos para enterarme de los asuntos que les movilizan la escritura o por recomendación de lectores que admiro, respeto y escucho.
No escribo para integrar mi identidad, ni mi ideología en los textos. No entiendo la pregunta porque no pienso en esos términos y en última instancia me parece que, en lo concerniente a la política de lo literario, la ideología del autor o sus intenciones poco o nada deciden las resonancias (Lezama) que desate un texto u obra en específico.
– WRS – Su trabajo creativo literario no se inicia recientemente. No obstante, ha dedicado una parte de su vida a la cátedra universitaria. ¿Cómo relaciona su trabajo político-cultural con su lectura particular de la vida y su propio quehacer literario o no hoy?
– JCQH – La enseñanza y la investigación universitaria conforman un espacio de pensamiento, conflicto, formación y satisfacciones asociadas a la interlocución y al diálogo con los demás. Ahora que ya “saldé” mi deuda departamental como director puedo enfocarme en mis estudiantes con más detenimiento y gusto. Llegué al salón de clases desde el nerviosismo y la arrogancia de un joven poeta de Río Piedras (já) y me topé con sujetos, profesores e intensidades que me dejaron ser allí otra cosa, usar otra voz, ponerme otra máscara. Creo ser mejor profesor que vendedor de autos usados. No incorporo, ni hablo, ni asigno, ni tematizo mi escritura literaria en el salón de clases o en las investigaciones de mis estudiantes.
– WRS – ¿Qué diferencias observas, al transcurrir del tiempo, con la recepción de sus compañeros de viaje o aventura creativo-literaria con su trabajo creativo y la temática o las temáticas que ha abordado y los géneros literarios (ensayo de investigación y poesía) desde los que les has abordado?
– JCQH – En verdad Wilkins no tengo una contestación para esta pregunta, porque no creo haber convertido a mis compañer@s de promoción en objeto de estudio o reflexión.
– WRS – ¿Qué otros proyectos creativo-literarios tenéis pendientes?
– JCQH – En estos… trabajo en el segundo volumen de La hoja de mar (:)., que no llevará ese título. También edito y añado otros ensayos de intervención en las redes, en blogs, que lleva por el momento el título De la queda(era). Mi familia quiere que escriba un libro sobre la crianza y el mundo de los gallos de pelea. Crié con mi padre y hermanos gallos de pelea en una urbanización de clase media en Río Piedras. Quisiera retomar una pasión adolescente que es el Altazor de Vicente Huidobro, así como escribir un libro sobre lectura literaria, no un libro que formalice y estabilice algún avatar de lectura académica, mucho menos un manual que haga pedagogía con y para la literatura. Horror de los horrores. Todavía no lo tengo claro. Y por supuesto, mi cuaderno de trabajo tiene siempre un marcador o un bolígrafo ante la siguiente página en blanco.
Wilkins Román Samot, Doctor de la Universidad de Salamanca, donde realizó estudios avanzados en Antropología Social y Derecho Constitucional.
La claridad es más importante que el dinero
En la muerte de John Berger: un discurso de 1972/
John Berger/
The Guardian
Discurso en el Café Royal al aceptar el Premio Booker (de 5000 libras) por la novela “G”, en 1972
Ya que me han concedido ustedes este premio, acaso les interese saber –en pocas palabras– lo que significa para mí.
La competitividad de los premios me repugna. Y en el caso de este premio en particular, la publicación de la lista breve, el suspense con buscado efecto propagandístico, las cábalas sobre unos y otros escritores como si fueran caballos de carrera, el énfasis puesto en vencedores y vencidos, todo ello es falso y está fuera de lugar en el contexto de la literatura.
Sin embargo los premios obran como estímulos –no para los mismos escritores, sino para editores, lectores y libreros. Así, el valor cultural básico de un premio depende de qué tipo de estímulo representa. Hacia la conformidad del mercado y el consenso de la opinión promedio; o hacia la independencia imaginativa tanto del lector como del escritor. Si un premio sólo estimula hacia la conformidad, únicamente está subrayando el éxito tal y como se lo entiende convencionalmente. No es más que otro capítulo en una historia de éxitos. Pero si estimula hacia la independencia imaginativa, entonces fortalecerá el deseo de buscar alternativas. O, por decirlo de manera muy sencilla: animará a la gente a hacer preguntas.
La razón de la importancia de la novela estriba en que plantea preguntas que ningún otro género literario puede plantear: preguntas sobre el trabajo individual en la forja del propio destino; preguntas sobre los usos que uno puede darle a la vida –incluyendo la vida de uno mismo. Y plantea estas preguntas de manera muy íntima. La voz del novelista funciona como una voz interior.
Aunque podría parecer inoportuno en mi caso, me gustaría ensalzar –y agradecer– la independencia y seriedad en estas cuestiones que ha manifestado el jurado de este año. Cada uno de los libros de su lista breve se situaba en los territorios de ese inconformismo imaginativo del que estoy hablando. Que concedieran el premio a mi libro me complació –porque ello representaba una respuesta, una respuesta por parte de otros escritores.
Me llevó cinco años escribir G. Desde entonces he estado planeando los siguientes cinco años de mi vida. He comenzado a trabajar en un proyecto sobre los trabajadores emigrantes en Europa. No sé qué forma cobrará al final el libro. Quizá una novela. Acaso un libro que no encaje en ninguna categoría. Lo que sé a estas alturas es que deseo que algunas de las voces de los once millones de trabajadores emigrantes de Europa, y de los cuarenta millones aproximadamente que constituyen sus familias –la mayoría se han quedado atrás en pueblos y ciudades, pero dependen del salario del trabajador ausente–, hablen a lo largo de las páginas del libro. La pobreza obliga a los emigrantes, un año tras otro, a abandonar sus propias tierras y culturas para venir a hacer gran parte del trabajo más sucio y peor pagado en las áreas industrializadas de Europa, donde forman el ejército laboral de reserva. ¿Cómo ven el mundo? ¿Cómo se ven a sí mismos, y a nosotros? ¿Cómo ven su propia explotación?
Necesitaré viajar para llevar a cabo este proyecto, y alojarme en muchos sitios. A veces tendrán que acompañarme amigos míos turcos que hablan turco, o amigos portugueses, o griegos. Quiero volver a trabajar con un fotógrafo, Jean Mohr, con quien hice el libro sobre el médico rural. Incluso si vivimos de la modesta manera en que deberíamos, y viajamos de la manera más barata posible, este proyecto de cuatro años costará unas diez mil libras. No sé cómo reuniremos este dinero. Yo no lo tengo. Pero de momento la concesión del Premio Booker nos permitirá empezar.
Ahora bien: no tiene que ser uno un novelista experto en vínculos sutiles para rastrear el origen de estas cinco mil libras hasta las actividades económicas de donde vienen. Booker McConnell comerció e hizo negocios en el Caribe durante más de 130 años. La actual pobreza del Caribe es el resultado directo de esta explotación y de otras semejantes. Una de las consecuencias de esta pobreza caribeña es que cientos de miles de trabajadores se han visto obligados a venir a Gran Bretaña como inmigrantes. De manera que mi libro sobre trabajadores emigrantes se financiaría con los beneficios logrados directamente a costa de ellos, sus parientes y sus antepasados.
Pero hay todavía más. La Revolución Industrial, y las invenciones y la cultura que la acompañaron y crearon la Europa moderna, se financió inicialmente con los beneficios del tráfico de esclavos. Y la naturaleza esencial de la relación entre Europa y el resto del mundo, entre negros y blancos, no ha cambiado. En G. la estatua de los cuatro moros encadenados es la imagen individual más importante del libro. Por eso debo volver este premio contra sí mismo. Y me propongo hacerlo compartiéndolo de cierta manera. La mitad que dé cambiará la mitad que guarde.
Primero, déjenme esclarecer del todo la lógica de mi posición. No es un asunto de culpa o de mala conciencia. Ciertamente no es una cuestión de filantropía. Ni siquiera es primordialmente una cuestión política. Lo que está en juego es la continuidad de mi desarrollo como escritor: es un asunto entre mí y la cultura que me ha formado.
Antes de que comenzase el tráfico de esclavos, antes de que el europeo se deshumanizase a sí mismo, antes de que se encastrase en su propia violencia hubo de existir un momento en el que negro y blanco se aproximaron el uno al otro con el asombro de los potencialmente iguales. Y pasado aquel momento, el mundo se dividió entre esclavos potenciales y potenciales amos. Y los europeos trajeron de vuelta esta mentalidad a sus propias sociedades. Pasó a formar parte de su manera de verlo todo.
Al novelista le atañe la interacción entre destino individual y destino histórico. El destino histórico de nuestro tiempo va aclarándose. Los oprimidos se abren paso a través del muro de silencio que construyeron dentro de sus propias mentes los opresores. Y en su lucha contra la explotación y el neocolonialismo –y sólo a través de su lucha común, y a causa de ella–, vuelve a ser posible que el descendiente del esclavo y el del amo se acerquen el uno al otro con la asombrada esperanza de los potencialmente iguales.
Por esta razón, me propongo compartir el premio con los caribeños que están luchando para acabar con su explotación. El movimiento de los Panteras Negras ha surgido en Londres de lo que Bookers y otras empresas hicieron en el Caribe; quiero compartir este premio con el movimiento de los Panteras Negras porque ellos, en cuanto negros y en cuanto trabajadores, resisten para que no continúe la explotación de los oprimidos. Y porque tienen vínculos –a través del Black People’s Information Centre– con las luchas en Guyana, la sede de la riqueza de Booker McConnell, en Trinidad y en el Caribe entero: las luchas cuyo objetivo es expropiar todas las empresas semejantes.
Ustedes saben tan bien como yo que la cantidad de dinero de que hablamos –en cuanto deja uno de pensar en ella como premio literario– es muy pequeña. Yo seguiré teniendo necesidad de dinero para mi proyecto sobre los trabajadores emigrantes en Europa. El movimiento de los Panteras Negras seguirá necesitando dinero para su prensa y otras actividades. Pero compartir este premio significa que nuestros objetivos son el mismo. Y al reconocer eso, muchas cosas se aclaran. Pues al cabo –tanto como al principio– la claridad es más importante que el dinero.
The Guardian (Londres), 24 de noviembre de 1972. Traducción de Jorge Riechmann.
Fuente: http://tratarde.org/en-la-muerte-de-john-berger-un-discurso-de-1972/
The Rise of History’s Biggest Empire.
La hipocresía de los que por un lado enarbolan el combate al terrorismo
Actualmente, Estados Unidos, no sólo sigue entrenando y financiando a los rebeldes sirios, tal cual ‘Foreign Policy’ lo haría público la semana pasada, estos rebeldes sirios son a su vez los que están también armando, y entrenando (y por qué no hasta dando instrucciones) al grupo terrorista de reciente creación Al Nusra (brazo operativo de Al Qaeda en Siria) y al Estado Islámico.
Los rebeldes sirios, el Estado Islámico, y Al Nusra mantienen al gobierno de Bashar al Assad en una desestabilización tremenda en la que enfrenta una guerra civil combatiendo a 3 grupos extremistas terroristas aparentemente diferentes, los 3 creados por las mismas instituciones y bajo prácticamente las mismas circunstancias; comparten de igual manera bajo argumentos y justificaciones distintas y con operaciones diversas el mismo objetivo: derrocar el gobierno legítimo actual y obtener el poder y control de uno de los países más estratégicos en la región. lea también: