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Se dice popularmente que “del dicho al hecho hay mucho trecho”, refriéndose a la distancia entre el discurso y los actos reales, frase que puede emplearse para analizar el actuar de un individuo como el de un grupo de personas, quedando en estos tiempos muy a modo para referir el incremento de la brecha entre ricos y pobres que en los últimos meses se ha incrementado de manera exponencial, al grado de superar las cifras estipuladas en los 25 años antecesores.
El
binomio desigualdad-pobreza,
ligado de forma íntima a la acumulación de capital, se manifiesta
con un crecimiento acelerado, cuya raíz no se limita a la pandemia
de Covid-19 ni a los efectos de los conflictos armados como el actual
entre Rusia y Ucrania (recordemos que no es la única guerra en
curso), aunque sin duda estos hechos repercuten en la economía
global. Pero la realidad es que vivimos una crisis sistémica en la
que se da una serie de reacomodos, tanto respecto al poder político
como a los niveles de pobreza y riqueza. Y como ejemplo, puede
citarse el reciente Informe de Oxford Committee for Famine Relief
(Oxfam), presentado hace unos días en el Foro Económico Mundial de
Davos, Suiza, donde se asienta, entre otros datos, que con tan sólo
4 días de ganancias de los “súper ricos” del mundo, se podría
acabar la pobreza extrema en países como México durante al menos un
año.
Lo
anterior, no es otra cosa que la agudización de los procesos de
despojo, explotación y acumulación de capital, efectuada por los
monopolios en el mundo, siendo México participe de estos procesos de
injusticia global, y no únicamente por la pobreza extrema de
millones de mexicanos, sino porque en nuestro país tienen raíz
algunos de los monopolios más agresivos en sectores como la
comunicación. En el mismo Informe se indica que: “mientras la
gente común hace sacrificios diarios para pagar productos esenciales
como la comida, los millonarios han superado sus sueños más
salvajes”. Los llamados “súper ricos” han ganado por día
2,700 millones de dólares durante la pandemia, y cuidado, entre
ellos se encuentran 15 mexicanos.
Las
cifras son realmente indignantes y muy preocupantes, ya que ante el
incremento extremo de la desigualdad, ¿por qué los discursos
políticos hablan de mejoras cuando a simple vista la carestía
obliga a la clase trabajadora y a los sectores populares a reducir la
cantidad y calidad de los productos que se consumen tan solo para su
alimentación como parte de la “canasta básica”? La respuesta no
está en el discurso, sino en los hechos, pues hasta hoy, la política
está supeditada a los intereses económicos de la burguesía en los
países capitalistas como el nuestro, siendo que la tendencia de los
actos se dirige a satisfacer sus ganancias, que a mejorar las
condiciones de
vida del proletariado y lo sectores populares.
Otros
datos nos muestran que en la región latinoamericana el incremento de
la riqueza fue de 21% para los “súper ricos”, mientras que en
general el PIB de únicamente alcanzó un crecimiento de 3.9%, que
significa que la riqueza de esa élite burguesa creció 5 veces más
que la de nuestras naciones. En este sentido, se lee en el Informe
que: “Los gobiernos son en gran parte responsables de esta
explosión de desigualdad. La mayoría no ha puesto en marcha
políticas progresistas para evitar o reducir la desigualdad”. En
otras palabras, la distancia entre el discurso político y los hechos
también se ha incrementado. ¿Ante estos datos y hechos, vale la
pena preguntarse ¿qué haremos al respecto?