Mariola Díaz-Cano Arévalo
Alice Munro, escritora canadiense y ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2013, ha fallecido a los 92 años y desde hace algo más de diez años padecía un proceso de demencia. Está considerada una de las mejores autoras de relatos breves y cuentos en lengua inglesa. Este es un repaso a su vida y obra como recuerdo.
Alice Munro
Nació en Wingham en 1931 y fue hija de un granjero y una profesora. Con gran influencia del moralismo presbiteriano, dice que su carrera empezó cuando, siendo niña, leyó La sirenita, de Hans Christian Andersen, y pensó que una historia tan buena no debía tener un final tan triste. Así que se pasó el día dándole vueltas hasta que encontró uno mejor. Ese episodio pudo determinar que acabara dedicándose al relato corto y los cuentos, donde trató lo complejo de las relaciones humanas y la vida en pequeños pueblos que tan bien conoció.
En cuanto a su vida personal, vivió en Vancouver y de su primer matrimonio tuvo tres hijas. Con su primer esposo montó una librería y comenzó a escribir cuentos con la intención de ser novelista cuando sus hijos crecieran y le dejaran más tiempo libre. Pero se convirtió en la reina de ese género tan aparentemente sencillo como realmente difícil. Luego se casó otra vez y terminó regresando al lugar de su infancia y apartándose de los medios de comunicación, aunque no dejó de escribir.
Alice Munro — Obra
Sus historias suelen estar ambientadas en su provincia natal de Ontario y tratan temas como la familia, el amor, la memoria y el paso del tiempo. Y su estilo se define por la nitidez, precisión y manera de tocar esas historias sencillas y cercanas. En 1968 publicó el primer volumen de cuentos, Danza de las sombras, al que siguió la exitosa colección de historias titulada Las vidas de las mujeres y luego llegaron a ser casi 20 libros, más una docena de colecciones de relatos que la llevaron al sitio que ocupa en la literatura anglosajona desde que en 1950 comenzó a publicar cuentos en revistas.
Galardonaba con numerosos premios y reconocimientos, por ejemplo, en 2005 ganó el de la primera edición del Premio Isla de Redonda, fundado por el escritor Javier Marías. En 2009 logró el Booker y en 2013 se le concedió el Nobel de Literatura.
Algunos de sus libros más reconocidos son:
Colecciones de cuentos
- Las vidas de las mujeres (1971): Su primer libro, ganador del Governor General’s Award y considerado un clásico de la literatura canadiense.
- Las lunas de Júpiter (1982)
- El progreso del amor (1986)
- Amistad de juventud (1990)
- Secretos a voces (1994)
- Algo que quería contarte (2001)
- Demasiada felicidad (2009)
- Mi vida querida (2012)
- ¿Quién te crees que eres? (2013)
- Distancia (2018)
- Todo queda en casa (2014)
Novela
- El fugitivo (2004)
Alice Munro — Selección de fragmentos
Escapada
El trozo de papel que Adam-and-Eve le habían vendido seguía en el bolsillo de la chaqueta. Cuando por fin lo sacó, casi un año después porque no se había vuelto a poner esa chaqueta, se quedó perpleja y le irritaron las palabras estampadas en él.
El camino no fue fácil. La carta a Michigan se la devolvieron sin abrir. Por lo visto el tal hospital ya no existía. Pero Nancy descubrió que podían hacerse averiguaciones y las hizo. Había autoridades a quienes era posible escribir, registros que era posible desempolvar. No se dio por vencida. No estaba dispuesta a admitir que las huellas se hubieran borrado.
En el caso de Ollie tal vez estuviera dispuesta a admitirlo. Había mandado una carta a Texada Island: pensó que esa dirección bastaría, dado las escasas personas que vivían allí. Cualquiera de ellas sería fácil de encontrar. Pero le devolvieron la carta, con tres palabras escritas en el sobre: «Cambio de domicilio».
No pudo soportar la idea de abrirla y volver a leer lo que había escrito. Estaba segura de que más de lo debido.
El amor de una mujer generosa
En la larga casa blanca, con sus esquinas de azulejo, vivía ahora gente nueva. Los Shantz se habían marchado a vivir a Florida. Enviaban naranjas a mis tías; Ailsa decía que aquellas naranjas conseguían que las que comprabas en Canadá te repugnaran. Los nuevos vecinos habían construido una piscina, que sobre todo utilizaban sus hijas -dos preciosas jovencitas que ni siquiera me miraban cuando nos cruzábamos por la calle- y las novios de éstas. Los arbustos habían crecido considerablemente entre el patio de mis tías y el de ellos, pero aun así podía verlos correr y empujarse alrededor de la piscina, sus alaridos, los chapuzones. Despreciaba sus payasadas porque me tomaba la vida en serio y tenía una idea mucho más elevada y noble del amor. Pero, de todas formas, me hubiera gustado atraer su atención. Me hubiera gustado que alguno de ellos viera mi pijama pálido moviéndose en la oscuridad y hubiera gritado de verdad, pensando que yo era un fantasma.