Cuesta pensar que la exposición que ahora abre sus puertas en la Sala Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid sea la primera muestra institucional de Secundino Hernández: desde hace más de una década viene cosechando éxitos importantes en ARCO y otras ferias, tanto en forma de premios (obtuvo el Catalina D’Anglade en 2018, un lustro después fue invitado en ESTAMPA) como de ventas afortunadas, y exhibe su producción de manera recurrente en su galería en la capital, Ehrhardt Flórez. Sus creaciones, habitualmente de formato monumental, parecen constituir en un primer vistazo juegos visuales fundamentados en el color, pero en el paso de los años ha evolucionado su acentuación de la materia, de la iridiscencia de las tonalidades o de la importancia dada al lienzo; en definitiva, su tratamiento de los elementos fundamentales de la pintura y de sus opciones perceptivas. En todo caso, la base de sus obras viene manifestándose relativamente estable: trabaja pintando, despintando y volviendo a pintar; los instrumentos empleados sí que han variado: utiliza, desde luego, pinceles, pero también ha llegado a servirse de máquinas a presión a la hora de esa acción de despintar.
Aunque las piezas que forman parte de esta muestra repasan la andadura de Hernández en sus tres décadas de trayectoria hasta ahora, su comisario, Joaquín García Martín, no ha querido plantearla como una antología, sino como una suerte de retrato del pintor que este autor madrileño ha sido hasta ahora -a través de una selección de composiciones que podían haber sido otras- sin perder de vista que sus caminos aún están abiertos, que es un artista en proceso y no desea no serlo; de ahí el título de la propuesta: “Secundino Hernández en obras”. Su lenguaje ha llegado a resultarnos muy reconocible pese a que, paradójicamente y como podemos comprobar aquí, no se ha mantenido estático.
Secundino Hernández en obras. Sala Alcalá 31. Comunidad de Madrid. Fotografía: Jonas Bel
Secundino Hernández en obras. Sala Alcalá 31. Comunidad de Madrid. Fotografía: Jonas Bel
El recorrido se articula en cuatro secciones que responden a otras tantas inquietudes de este creador en relación con la misma pintura: el dibujo, la forma, la superficie y, ya en la planta superior, la figura. El primero había de encabezar esta exposición como arquitectura a partir de la cual se construyen sus lienzos y medio, tan sencillo como conceptual, que permite a Hernández y a todo artista expresarse seguramente con mayor libertad. En cuanto a las superficies, el examen de sus posibilidades plásticas a través de las texturas, que llegan a vertebrar geografías, logrará generar espacios mediante la puesta en cuestión de la planitud; la forma será la base para estructurar un lenguaje individual a través del color; y la figura, a la que según Secundino siempre reconforta regresar, vincula sus trabajos a dos géneros históricos de su disciplina: el retrato y el desnudo.
El punto de partida de cada uno de estos desarrollos suelen ser ideas concretas, en relación con momentos y sucesos colectivos o individuales -de ahí las derivas figurativas, que de otro modo podrían parecer inesperadas, de su producción-; a partir de ellas arranca un proceso de investigación del hecho pictórico abierto a los hallazgos, accidentes y, desde luego, al despliegue de una abstracción cuya expresividad tiene que ver tanto con el gesto del pintor y su trabajo en una dimensión corporal como con la misma materialidad de las piezas: desde el bastidor y la tela pueden contarse muchas historias sin llegar a narrar y quizá esa ha sido la tarea de Secundino.
La inmersión de Hernández en la actividad creativa fue temprana y se encauzó por vías tradicionales: la enseñanza clásica que inicia el aprendizaje de la pintura por el del dibujo, su base y origen, al margen de que ofrezca posibilidades y técnicas propias. Ese dibujo, probará el autor, no tiene por qué realizarse con lápiz, también puede desplegarse con el tubo de pigmento, con agua a presión, añadiendo o quitando material del soporte (como el propio lienzo). Pone a prueba al artista, supone una unidad básica de representación -un germen- y el modo más elocuente y cercano de expresar sus intenciones.
Secundino Hernández en obras. Sala Alcalá 31. Comunidad de Madrid. Fotografía: Jonas Bel
Secundino Hernández en obras. Sala Alcalá 31. Comunidad de Madrid. Fotografía: Jonas Bel
En cuanto a las superficies, Hernández las entiende tanto como aquello que se encuentra sobre el lienzo, en general, como en relación a la construcción del espacio sobre el plano, en particular. No podemos comprender su obra solo desde un enfoque visual, sino también desde la tactilidad; y no únicamente basándonos en los resultados, sino igualmente en el proceso del que son fruto y del que contienen rastro (arqueológico). Su pintura lo es desde su mismo soporte y preparación, por más que parezca que emerge en el relieve, y siempre alberga memoria: intervienen en ella técnica, tiempo, historia y accidente.
La forma llega después que el dibujo y la superficie: es la hechura, la estructura, la morfología, y tiene que ver con las tensiones o equilibrios entre el centro y los extremos, lo ligero y lo grave, y también con el color, que, como dijimos, Hernández añade pero también a veces quita. Su aplicación más o menos recurrente conforme a determinados modelos genera, en el autor, un estilo.
Secundino Hernández en obras. Sala Alcalá 31. Comunidad de Madrid. Fotografía: Jonas Bel
Culmina la exhibición, como avanzamos, presentando sus incursiones en la figuración: en retratos, nacidos de la adición de capas hasta alcanzar una imagen reconocible, en ocasiones bajo cierta influencia, en un sentido especulativo, del apostolado del Greco o de imágenes de Goya; y en desnudos, en los que por su sentido íntimo ha trabajado en pequeños formatos, convirtiendo al espectador en voyeur, salvo en su traslación a serigrafías mayores. Se trata de desnudos femeninos, los ha elaborado Hernández desde sus comienzos y en el caso de esos grabados de tamaño más amplio conjuga la referencia al exhibicionismo y la mera ocultación del motivo. Cada idea tiene un tamaño y de la esfera privada a la pública, en el paso de lo manual a lo mecánico, la figura se desdibuja.
Secundino Hernández en obras. Sala Alcalá 31. Comunidad de Madrid. Fotografía: Jonas Bel
Secundino Hernández en obras. Sala Alcalá 31. Comunidad de Madrid. Fotografía: Jonas Bel
“Secundino Hernández en obras”
SALA DE EXPOSICIONES ALCALÁ 31
C/ Alcalá, 31
Madrid
Del 19 de febrero al 20 de abril de 2025
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