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*Por Nahir Escurra
El cine ha sido, durante décadas, un reflejo del mundo contado mayoritariamente desde la mirada masculina. Las listas de “las mejores películas de la historia” y los premios más prestigiosos han sido dominados por nombres de hombres, invisibilizando a muchas directoras y guionistas cuyas obras han marcado hitos en la historia del cine. A pesar de sus aportes innegables, las mujeres cineastas han sido relegadas a un segundo plano, cuando no completamente ignoradas. La historia del cine es también una historia de silencios impuestos, de voces femeninas que han tenido que luchar el doble para ser escuchadas y valoradas.
también en la forma en que se cuentan las historias en la gran pantalla y también en la educación artística. Como estudiante de la carrera de cinematografía me he envuelto en un sinfín de dudas y preguntas: ¿Por qué solo hablan de corrientes cinematográficas hechas por hombres? ¿Existían mujeres en el cine durante los años 30? ¿Hay historias de mujeres detrás de cámara? ¿Por qué veo más hombres agarrando una cámara y dirigiendo, que mujeres haciendo eso? Durante años, el cine ha perpetuado narrativas desde una perspectiva masculina, condicionando la representación de las mujeres y limitando la diversidad de relatos. La mirada femenina en el cine no es solo una cuestión de género, sino una necesidad de ampliar el espectro de historias, de entender el mundo desde otras sensibilidades y experiencias.
Históricamente, la industria cinematográfica ha sido un espacio de exclusión para las mujeres. Desde las primeras cineastas como Alice Guy-Blaché y Dorothy Arzner, hasta las contemporáneas como Céline Sciamma y Lucrecia Martel, las directoras han tenido que abrirse camino en un entorno que les ha negado reconocimiento y oportunidades. Muchas de sus obras han sido etiquetadas como “cine de nicho” o “cine de mujeres”, en lugar de ser valoradas simplemente como piezas fundamentales de la historia del cine.
El acceso a la financiación, la distribución y la visibilidad en festivales y premios sigue siendo más difícil para las mujeres cineastas en comparación a proyectos fílmicos hecho por varones. El porcentaje de mujeres directoras en la industria sigue siendo alarmantemente bajo. La brecha de género en el cine no es solo un problema de representación, sino también de poder y acceso a los recursos.
Es necesario un cambio estructural que permita la inclusión de más miradas femeninas en la producción cinematográfica. La creación de espacios de difusión y debate sobre cine hecho por mujeres es fundamental para romper con la hegemonía masculina en la narrativa cinematográfica, para así reconocer y rescatar las miradas olvidadas dentro de este séptimo arte. La visibilidad y el reconocimiento son pasos esenciales para una industria más equitativa y diversa.
En este contexto, el interés por mostrar cómo ven el mundo estas mujeres me da la pauta de seguir hablando de ellas, Las Olvidadas. Pronto se llevará a cabo un ciclo de cine extendido dedicado exclusivamente a directoras cineastas mujeres en la Ciudad de Asunción, con el objetivo de poner en valor sus obras y generar un espacio de reflexión sobre su impacto en la cinematografía global. Es momento de mirar más allá de las narrativas tradicionales y dar lugar a nuevas perspectivas que han estado silenciadas por demasiado tiempo.
*Nahir Escurra es publicista y estudiante de la Carrera de Cinematografía. Reside en Asunción, Paraguay.