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*Por Monse Pedrozo
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La agroecologĂa urbana se presenta como una actividad que se desarrolla en espacios urbanos e incluso periurbanos, con el objetivo de producir alimentos tanto de origen vegetal como animal. Aprovecha los recursos disponibles en la ciudad, como residuos sĂłlidos, orgánicos e inorgánicos, agua de lluvia y semillas. Este sistema de agricultura no solo busca responder a una necesidad alimentaria, sino tambiĂ©n dar un nuevo sentido al espacio urbano como territorio productivo.
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Vivimos en un contexto marcado por una creciente desigualdad social y territorial, donde la visiĂłn de modernidad, basada claramente en el dominio del ser humano sobre la naturaleza, impulsa la explotaciĂłn intensiva de los ecosistemas y la homogeneizaciĂłn cultural. Esta lĂłgica nos llevĂł hacia una crisis civilizatoria profunda, cuyo sĂntoma más visible es el cambio climático, una realidad que atraviesa la vida cotidiana en todos los rincones del planeta. SegĂşn el Ăşltimo informe del IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change), más del 85% de la poblaciĂłn mundial ya experimenta, de una forma u otra, sus consecuencias. Sin embargo, las raĂces de esta crisis van mucho más allá del clima: atraviesan nuestras formas de habitar, producir, consumir y de relacionarnos con el territorio.
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Frente a este escenario, la agroecologĂa urbana emerge no solo como una alternativa sustentable, sino como una respuesta polĂtica, cultural y ecolĂłgica. Se trata de una apuesta por reconstruir los vĂnculos entre las personas y sus territorios, empoderar a las comunidades urbanas y devolverle vida a los espacios degradados u olvidados por el modelo de ciudad dominante.
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Este escenario tiene raĂces en un proceso de urbanizaciĂłn lento pero constante, acompañado de polĂticas pĂşblicas ineficientes y de la ausencia de un desarrollo urbano planificado desde su concepciĂłn. AsunciĂłn, como otras capitales latinoamericanas, presenta contrastes entre sectores altamente urbanizados, (como Villa Morra, Carmelitas o zonas cercanas al eje corporativo) donde los desarrollos inmobiliarios siguen creciendo, y barrios con infraestructura precaria como los Bañados, Zeballos CuĂ© o zonas perifĂ©ricas de la ciudad, donde muchas familias aĂşn transitan por calles de tierra, sin acceso regular a agua potable ni a servicios básicos. Estos territorios, además, están marcados por vacĂos urbanos: lotes abandonados, edificios inconclusos o abandonados en el microcentro y patios baldĂos en manos de instituciones pĂşblicas; todos ellos invisibilizados por el mercado inmobiliario.Â
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Lejos de ser Ăşnicamente problemática, la realidad actual tambiĂ©n abre la posibilidad de imaginar e impulsar modelos alternativos de desarrollo —como la agroecologĂa urbana— que pongan en el centro el derecho a la ciudad, el cuidado del medio ambiente y la justicia social. La expansiĂłn urbana ha funcionado como una respuesta silenciosa a la escasa gestiĂłn del territorio que, en lugar de fomentar una ciudad compacta con servicios concentrados, ha resultado en la dispersiĂłn del poblamiento, lo que lleva a una mala disposiciĂłn de infraestructuras y servicios básicos, generando asĂ importantes dĂ©ficits en la calidad de vida de los distintos sectores de la poblaciĂłn urbana.
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En AsunciĂłn, existen numerosos terrenos baldĂos, patios escolares subutilizados, márgenes de arroyos, techos de edificios pĂşblicos y privados, y espacios comunitarios que, con una adecuada intervenciĂłn, podrĂan convertirse en centros productivos agroecolĂłgicos. Estos espacios, actualmente desaprovechados o abandonados, representan una oportunidad para fomentar la seguridad alimentaria, la resiliencia climática y la inclusiĂłn social en una ciudad con graves problemas de planificaciĂłn urbana.Â
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SegĂşn datos publicados por la Revista Paraguaya de SociologĂa (2022), en AsunciĂłn existĂan más de 500 hectáreas de lotes vacantes, muchos de ellos en manos de inmobiliarias o instituciones pĂşblicas sin un uso definido. Estos espacios, desaprovechados, podrĂan convertirse en huertas comunitarias, siguiendo el ejemplo de ciudades como Rosario (Argentina) y Curitiba (Brasil), donde programas municipales han logrado transformar tierras ociosas en áreas de cultivo sostenible. A esto se suman las numerosas escuelas pĂşblicas de la ciudad que cuentan con terrenos infrautilizados, con potencial para ser convertidos en huertos educativos que integren la agroecologĂa al proceso de enseñanza y aprendizaje. De igual forma, las riberas de los arroyos urbanos, como el MburicaĂł y el Ă‘andutĂ, podrĂan habilitarse como zonas de agricultura urbana controlada, contribuyendo a la producciĂłn de alimentos, como tambiĂ©n a la mitigaciĂłn de inundaciones y a la recuperaciĂłn de la biodiversidad en la ciudad.
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Si queremos repensar y rediseñar nuestros entornos urbanos, primero necesitamos comprender el rol esencial que juega la agroecologĂa. No se trata solo de una forma de cultivar sin quĂmicos, sino de una mirada más amplia que combina práctica, ciencia y lucha polĂtica. La agroecologĂa apuesta por fortalecer la biodiversidad, seguir los ritmos y principios de la naturaleza y dejar atrás el uso de agroquĂmicos. Sin embargo, cuando se enraĂza en un territorio es que cobra toda su fuerza; cuando se cruza con los saberes populares, con las dinámicas sociales del barrio, con la memoria de quienes han cuidado la tierra incluso dentro de la ciudad. AhĂ deja de ser una teorĂa y se vuelve una forma de habitar con sentido.
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El primer paso para incorporar la agroecologĂa en la ciudad no es tĂ©cnico ni complejo: es, ante todo, una cuestiĂłn de mirada. Se trata de observar el entorno con otros ojos, de permitir que aflore esa inquietud silenciada por la rutina urbana. Empezar no implica cambiarlo todo de golpe, sino dar espacio a que algo crezca, aunque sea pequeño, aunque no sea perfecto. Porque cada brote que emerge entre el cemento nos recuerda que seguimos siendo parte de la naturaleza, y que la urbanidad de nuestro existir no lo es todo.
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La agroecologĂa tambiĂ©n es una forma de tomar decisiones polĂticas desde lo cotidiano. Es comunidad, y la comunidad se teje en lo simple: en una receta compartida, en el trueque de semillas, en el consejo que pasa de casa en casa. No exige perfecciĂłn ni experiencia previa, lo Ăşnico que pide es disposiciĂłn: observar, probar, equivocarse y volver a intentar. Es una práctica que se construye desde abajo, en la intimidad de los patios, en los balcones soleados, en los vĂnculos que vuelven a darnos sentido de pertenencia.
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En el caso de AsunciĂłn, con todos sus contrastes, sus vacĂos y su crecimiento desordenado, guarda una posibilidad latente. Más allá de ser una cuestiĂłn de sembrar plantas, se trata de sembrar sentido, de recuperar vĂnculos con la tierra, con el barrio. La agroecologĂa urbana, más que una tĂ©cnica, es una forma de resistencia que se gesta en lo cotidiano, en lo mĂnimo. Habitar una ciudad agroecolĂłgica es un camino, no una meta. Es un ejercicio de imaginaciĂłn radical, pero tambiĂ©n de acciĂłn cotidiana. Porque cada decisiĂłn puede convertirse en un gesto de transformaciĂłn. Y quizás ahĂ, justo ahĂ donde la ciudad parece agotarse, comienza a brotar otra posibilidad.Â
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*Monse Pedrozo es agrĂłnoma e investigadora, con enfoque en agroecologĂa, biodiversidad y desarrollo sostenible. Apasionada por reducir desigualdades, combina ciencia y acciĂłn comunitaria para impulsar una agricultura más justa.Â
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*Ilustraciones: Luceri M. Ojeda, ilustradora freelance y Cofundadora de Pictogué Videos Explicativos. htts//www.behance.net/lolasnow