Antisemitismo: Cómo Israel y la extrema derecha pervierten su significado, por Miquel Ramos

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El Paso, la necesidad de una acción

“EL PASO nace como consecuencia de la agrupación de varios pintores y escritores que, por distintos caminos, han comprendido la necesidad moral de realizar una acción dentro de su país”.
Así arrancaba el manifiesto que, en marzo de 1957, los pintores Rafael Canogar, Luis Feito, Juana Francés, Manuel Millares, Antonio Saura, Manuel Rivera, Pablo Serrano y Antonio Suárez firmaron junto a los literatos Manuel Conde y José Ayllón, y que daría inicio al grupo El Paso, al que luego se adhirieron Martín Chirino y Manuel Viola. Además de constituirse como su punto de partida, ese manifiesto era consecuencia de la necesidad de cambio que afirmaban experimentar respecto a los postulados dominantes en la creación en nuestro país en las décadas anteriores; también de la urgencia de la consolidación de un sistema del arte que permitiera exhibir y dar a conocer su producción: pretendían vigorizar el arte contemporáneo español, que cuenta con tan brillantes antecedentes, pero que en el momento actual, falto de una crítica constructiva, de “marchands”, de salas de exposiciones que orienten al público y de unos aficionados que apoyen toda actitud renovadora, atraviesa una aguda crisis.
Se convirtió en su propósito acabar con el academicismo imperante, y trataron de lograrlo bajo la influencia del último Goya y del expresionismo abstracto y empleando técnicas ligadas a ese movimiento y al informalismo: aplicaron el dripping a sus obras, utilizaron soportes como arpilleras o telas metálicas, usaron arena, pegaron objetos a sus lienzos o los arañaban y se sirvieron del volumen de pasta para dar lugar a un concepto nuevo del espacio pictórico.
La primera exposición del colectivo llegaría en ese mismo año, 1957, en la Galería Buchholz de Madrid, y le seguirían otras en citas internacionales hasta su disolución tres años más tarde: en la Bienal de Sao Paulo (1957), la Bienal de Venecia (1958), la exhibición “New Spanish Painting and Sculpture” (1960) en el MoMA de Nueva York y, por último, la Galería L’Attico de Roma.
Grupo El Paso. Fundación Bancaja, 2024
Grupo El Paso. Fundación Bancaja, 2024
Grupo El Paso. Fundación Bancaja, 2024
Su actividad fue breve, pero no su influencia, por eso la Fundación Bancaja acoge, este verano en Valencia, una antología que reúne 72 trabajos de Canogar, Chirino, Feito, Juana Francés, Millares, Rivera, Saura, Pablo Serrano, Suárez y Viola que datan de aquellos tres años y que ha sido comisariada por Lola Durán Úcar. Algunos de ellos formaron parte de las citadas muestras internacionales y, en todo caso, aglutinan además la diversidad técnica en la que se manejaron: contemplaremos pinturas (al óleo y con técnica mixta, en las que los pigmentos conviven con tela metálica, alambre o metal); dibujos (tinta china, gouaches sobre papel) y esculturas elaboradas en materiales atemporales, como la piedra, o marcadamente contemporáneos, como el hierro. Aunque tuvieron en común guardar una muy intencionada distancia respecto a cánones clásicos y un impulso crítico, cada uno de estos autores mantuvo, tanto a finales de los cincuenta como en el resto de sus trayectorias, caminos propios, versiones personales de esa compartida expresividad intensa, de una reducción cromática por momentos máxima y de una creencia en el valor del compromiso del artista con la realidad de su tiempo.
Si Feito buscó una condensación de la materia y Saura, la gestualidad en el monocromatismo, Pablo Serrano utilizó el hierro para seguir desafíos dadaístas, del mismo modo que Millares expresó desgarro existencial a través de arpilleras, y Rivera, mediante telas metálicas. El no color de la noche inspiró a Viola, Canogar quiso el trazo palpitante y Chirino hizo de una forma tan intrincada y sujeta a metáforas como la espiral su sello.
Completa el recorrido un capítulo de documentación original sobre el grupo: han llegado a Valencia algunas de sus principales ediciones y publicaciones, así como ejemplares de catálogos de las exposiciones en las que participaron.
Grupo El Paso. Fundación Bancaja, 2024
Grupo El Paso. Fundación Bancaja, 2024
 
Grupo El Paso. Fundación Bancaja, 2024
Grupo El Paso. Fundación Bancaja, 2024
 

 
 
Grupo El Paso
FUNDACIÓN BANCAJA
Plaza de Tetuán, 23 
Valencia
Del 5 de abril al 8 de septiembre de 2024
 
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Tatami, el gobierno iraní contra la épica

Hace un par de años llegaba a cines Holy Spider, filme dirigido por el director iraní asentado en Dinamarca Ali Abbasi en el que se investigaban, desde un enfoque de thriller, una serie de feminicidios en el Teherán de hace dos décadas. Su actriz principal era Zar Amir-Ebrahimi, que tiempo antes había tenido que huir también de Irán -en el plano muy real- tras la difusión no consentida de un vídeo íntimo y antes de ser condenada a diez años de prisión y un centenar de latigazos; a ella la encontramos ahora, como actriz, y como directora junto al israelí Guy Nattiv, en Tatami, una obra a medio camino entre la denuncia política y, de nuevo, el thriller en el que Arienne Mandi y esta intérprete dan vida a una judoka y su entrenadora presionadas por las autoridades iraníes para dejar de competir en un Campeonato Mundial cuando se maneja la circunstancia de que acaben jugándose el oro con la representante de Israel.
Merece la pena recalcar la diversidad de perspectivas alcanzadas por el cine político reciente de autores iraníes desde dentro y desde fuera de su país, y ligadas a las circunstancias en que se ven obligados a rodar: si Jafar Panahi, en ocasiones desde el arresto domiciliario, ha retratado las miserias y vejaciones cotidianas derivadas de la falta de libertad y que afectan a la gente común, acercándose a los procedimientos propios del documental; Asghar Farhadi tiende a situar a sus personajes ante destinos amargos de los que no pueden escapar; y el mencionado Abbasi, que ha trabajado siempre en Europa tras formarse en Copenhague, ha llevado su cine de denuncia no solo a asuntos iraníes (Holy Spider), sino también a la América de Trump (The apprentice) o a la deshumanización de las aduanas (Border), en ese caso en Suecia. Podemos citar, asimismo, a Mohammad Rasoulof, una y otra vez acechado y condenado por la justicia iraní y responsable de las excelentes La vida de los demás y Un hombre íntegro.
Regresando a Tatami, no es evidentemente casual, por su contenido, esa doble dirección iraní e israelí, ni tampoco el hecho de que el peso interpretativo y de la trama recaiga en el mano a mano de dos mujeres, Mandi y Amir-Ebrahimi (Leila y Maryam), en un principio bien avenidas en pos del éxito, pese a la rigidez de la entrenadora, hasta que comienzan a llegar las instrucciones de que la deportista finja una lesión para retirarse cuando se encuentra en su mejor momento y encadena, con mucho esfuerzo, victorias. Esas instrucciones se acompañan de amenazas a las familias de ambas, en Irán, y crecerán en intensidad y métodos sucios, tanto que harán casi imposible la concentración de la judoka, aunque finalmente la relación entre las dos se recomponga, cuando se hagan conscientes de que están sometidas a las mismas circunstancias, de que el personaje encarnado por Amir-Ebrahimi padeció jugadas parecidas mientras estaba en activo y de que la vía de escape para ambas tendrá que ser idéntica, y no pasará por su regreso a casa.
Filmada en blanco y negro, una estética que acaba subrayando la épica de sus logros y de sus elecciones en ese laberinto asfixiante en que se convierte un pabellón situado en Tbilisi, esta película se inspira en los casos de dos deportistas iraníes que podrían ser los de muchas más: el de una boxeadora, Sadaf Khadem, que tuvo que exiliarse de Irán por competir sin yihab, y el de la judoka Saeid Mollaei, ella sí obligada a apartarse de un Mundial, el de Tokio de 2019, ante la posibilidad no concreta de tener que enfrentarse a la representante israelí. Merece una reflexión el rol, apuntado en la película, de los organismos internacionales, obligados teóricamente a proteger a las atletas, pero con escasos recursos y protocolos de actuación previstos para hacerlo: en Tatami todo lugar que rodea a estas esteras es escenario posible de intimidaciones, violentas por más que sean verbales.
La tensión propia de la competición y la derivada de esos tejemanejes políticos se entrecruzan en esta obra, que mantiene al espectador en vilo ante las dudas de las protagonistas y las presiones crecientes a las que se les somete; su dilema entre la seguridad de su familia y la vuelta a lo conocido o la libertad convierte a las mujeres iraníes a las que ellas simbolizan en heroínas que solo aparecen brevemente en los periódicos y que terminan compitiendo en el equipo de refugiados.

 
 

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Virginia Corvalán Casco

admin_re

 

🌟 ¿Sabías que Virginia Corvalán Casco fue una gran precursora del feminismo en Paraguay? Luchó incansablemente por los derechos de las mujeres. Su legado sigue vivo, inspirándonos a seguir peleando por la igualdad. ¡Gracias, Virginia! ❤

 

Fuente: https://kunaroga.org/virginia-corvalan/

 


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