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*Por Noelia Díaz Esquivel

 

Impotencia
Frustración
Tristeza
Miedo…
¡Y un profundo asco!


Todos esos sentimientos se hacían bola en mi estómago y en mi corazón mientras escuchaba a la periodista Mabel Renhfeldt leer solo algunos de los más de 600 mensajes que, según la denuncia pública, un profesor de 53 años le enviaba a su alumna de 11 años.

 

Ni siquiera me atrevo a transcribir lo que este tipo le escribía, pero esos mensajes existieron y salieron del teléfono de esa bestia. 

 

¿Y qué hizo la justicia paraguaya?
Lo absolvió y argumentó que todos esos mensajes eran “inofensivos”.



El Tribunal de Sentencia de Villarrica, presidido por el juez Julio Alfonso e integrado por Víctor Ortigoza y Juan Ruiz Díaz, lo dejó en libertad.

 

Procesar semejante impunidad es más que un desafío y ni mi corazón de madre, ni mis pensamientos de una persona militante, pueden quedarse conformes. Yo, que siempre les enseñé a hablar, a decir no, a confiar en que si alguien les hace daño habría adultos responsables que las cuidarían. ¿Cómo puedo sentarme con ustedes y explicarles que no siempre es así? ¿cómo las protejo si el sistema que debería ampararlas elige proteger al verdugo?.

 

Porque no solo falló un hombre que ocupaba un lugar de poder frente a una niña. Falló el Estado hipócrita que habla de “Ministerio de la familia” mientras abandona a su suerte a las infancias. Falló la justicia que todavía se mide por “la cara del cliente”. Falló una sociedad que sigue siendo indulgente con los agresores y demasiado cruel con las víctimas.

 

Esta es una noticia que me encantaría ocultar, encerrar en una burbuja de amor, pasar por alto esta injusticia tan dolorosa, pero esta carta nace de un profundo dolor porque muchas veces en la vida necesitamos eso para pasar a una siguiente fase: la rabia. No la de venganza como en las películas, sino una rabia que nos obligue a actuar. A nosotras, a nuestras familias y a las de sus amigas. Luchar es la única forma de llegar a ese mundo que les prometí.

 

Mamá no es la única “loca” que sueña con un mundo justo y libre de violencias. No estamos solas, somos muchas las que seguimos luchando día a día por un país donde ninguna niña sea silenciada, abusada, violentada ni revictimizada. Donde el abuso no se tape, donde el miedo no gane, donde el derecho a una infancia feliz sea lo que verdaderamente valga. Las abrazo fuerte, hijas.

 

Aunque allá afuera todo sea tan duro, acá estoy yo, están las amigas, las tías, las abuelas para protegerlas, para creerles, para defenderlas. Y para recordarles que sí, sus voces importan.
¡Siempre!

 

Con todo mi amor,

 

Mamá.


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