Por primera vez, el Museo del Louvre dedica una muestra a Cimabue, uno de los artistas más relevantes del siglo XIII, nacido en Florencia hacia 1240 y fallecido en 1301 o 1302, quizá en Pisa -no constan demasiados datos de su trayectoria y solo nos han llegado de él una quincena de pinturas-. No es que hagan falta mayores razones, pero dos noticias de actualidad han impulsado su celebración: la restauración de la Maestà de este pintor, en las colecciones de este mismo centro, y la adquisición de un panel inédito redescubierto en un domicilio particular de Francia en 2019 y clasificado como Tesoro Nacional, La burla de Cristo.
Ambas composiciones, cuya restauración finalizó el pasado 2024, constituyen el punto de partida de esta exposición que, al reunir cuarenta trabajos, busca subrayar la riqueza y novedad del arte de Cimabue, uno de los primeros autores en abrir camino al naturalismo en la pintura occidental buscando representar el mundo, los objetos y los cuerpos tal como son. De su mano (entre otras), las convenciones de representación heredadas del arte oriental, tan apreciadas hasta esa etapa, dieron paso a una pintura inventiva, que buscaba sugerir un espacio tridimensional, cuerpos en volúmenes y modelados por gradaciones sutiles, miembros articulados, gestos naturales y emociones humanas.
Tras una sección introductoria que analiza el contexto de la pintura en Toscana al inicio de la Baja Edad Media, en particular en Pisa a mediados del siglo XIII -cuando la pintura era valorada en función de su conformidad a los prototipos de los iconos orientales, considerados aicheiropoiéticos, no salidos de la mano del hombre, y de ahí sus deformaciones anatómicas-, el recorrido de la muestra se centra en la citada Maestà, considerada por algunos expertos como un certificado de nacimiento de la pintura occidental. Su restauración ha posibilitado, además de recuperar la variedad y sutileza de sus colores originales (brillantes azules lapislázuli), redescubrir detalles ocultos por los repintes que ponen de relieve cómo Cimabue y sus mecenas, más allá de las novedades alcanzadas, continúan interesados por la huella de Oriente, tanto el bizantino como el islámico; nos referimos al borde rojo cubierto de inscripciones pseudoárabes y al tejido oriental que adorna el respaldo del trono. Cimabue demuestra aquí, en todo caso, su aspiración a humanizar las figuras sagradas y su búsqueda ilusionista, particularmente en la representación espacial con dicho trono visto desde un ángulo.
Se aborda, a continuación, la cuestión crucial de la relación entre Duccio y el florentino -es posible, por su elevada influencia, que contara con un taller, pero nos faltan pistas- para exhibirse seguidamente parte del célebre díptico de este último, del que el mayor museo francés ha reunido por primera vez los tres únicos paneles conocidos hasta la fecha (junto al de La burla de Cristo, los otros dos se conservan en la National Gallery de Londres y en la Frick Collection de Nueva York). El brío narrativo y la libertad que despliega el artista en estas imágenes de colores espléndidos se han señalado como precedente, hasta ahora insospechado, de la Maestà del mencionado Duccio, pieza fundamental de la pintura sienesa del Trecento. En ese pequeño panel hallado por casualidad, Cimabue optó por anclar la composición en la vida cotidiana de su tiempo, atreviéndose a vestir a los personajes con ropas contemporáneas. Se hacía así eco de las inquietudes de los franciscanos, promotores de una espiritualidad más interiorizada e inmediata.
La exposición concluye con la presentación del gran San Francisco de Asís recibiendo los estigmas de Giotto, destinado al mismo lugar que la Maestà del Louvre: el tramezzo (el tabique que separa la nave del coro) de San Francisco de Pisa, y pintado unos años más tarde por el joven y genial discípulo de Cimabue. En los albores del siglo XIV, Duccio y Giotto, ambos muy influenciados por el arte del maestro fallecido en 1302, encarnaron los caminos de la renovación de la pintura.
Llamado originalmente Cenni di Pepo, ni siquiera conocemos el significado de su apodo y solo escasos documentos de archivo permiten identificar al autor y proporcionar puntos de referencia en su evolución. Fue Dante, en un pasaje de La Divina Comedia, quien forjó su mito, el origen de una fascinación que ha pervivido desde los Médici hasta hoy.
Cimabué. Maestá después de la restauración. Musée du Louvre
The post Cimabue, restaurado y redescubierto en el Louvre appeared first on masdearte. Información de exposiciones, museos y artistas.