Mariola Díaz-Cano Arévalo

Emilio Ballagas

Emilio Ballagas nació un día como hoy de 1908 en Camagüey y fue un poeta y ensayista de obra referente en la literatura hispanoamericana. Emplazado en el neorromanticismo, su poesía destaca por el profundo amor a su tierra cubana y una intensa búsqueda de la identidad nacional. Lo recordamos, o descubrimos, con esta selección de poemas.

Emilio Ballagas

Emilio Ballagas Cubeñas estudió en la Universidad de La Habana y obtuvo el título de Doctor en Pedagogía, pero terminó ocupando la cátedra de Literatura y Gramática en la Escuela Normal para Maestros de Santa Clara, donde estuvo hasta 1946. Al mismo tiempo compaginó la docencia con la creación poética.

Su obra se caracteriza por su intensidad emocional, musicalidad y el profundo arraigo en la cultura cubana. Tocó temas como el amor, la muerte, la naturaleza, la identidad nacional y la condición humana. Además, se sintió muy atraído por las raíces africanas de su pueblo.

Algunas de sus obras más importantes son Júbilo y fuga, Sabor eterno o Mapa de la poesía negra americana, un ensayo fundamental para comprender la influencia de la cultura africana en la poesía hispanoamericana.

Emilio Ballagas — Poemas escogidos

Elegía de María Belén Chacón

María Belén, María Belén, María Belén.
María Belén Chacón, María Belén Chacón, María Belén Chacón,
con tus nalgas en vaivén,
de Camagüey a Santiago, de Santiago a Camagüey.

En el cielo de la rumba,
ya nunca habrá de alumbrar,
tu constelación de curvas.

¿Qué ladrido te mordió el vértice del pulmón?
María Belén Chacón, María Belén Chacón…
¿Qué ladrido te mordió el vértice del pulmón?

Ni fue ladrido ni uña,
ni fue uña ni fue daño.
¡La plancha, de madrugada, fue quien te quemó el pulmón!
María Belén Chacón, María Belén Chacón…

Y luego, por la mañana,
con la ropa, en la canasta, se llevaron tu sandunga,
tu sandunga y tu pulmón.

¡Que no baile nadie ahora!
¡Que no le arranque más pulgas el negro Andrés a su tres!

Y los chinos, que arman tánganas adentro de las maracas,
hagan un poco de paz.
Besar la cruz de las claves.
(¡Líbranos de todo mal, Virgen de la Caridá!)

Ya no veré mis instintos
en los espejos redondos y alegres de tus dos nalgas.
Tu constelación de curvas
ya no alumbrará jamás el cielo de la sandunga.

María Belén Chacón, María Belén Chacón.
María Belén, María Belén:
con tus nalgas en vaivén,
de Camagüey a Santiago…
De Santiago a Camagüey.

Poema impaciente

¿Y si llegaras tarde,
cuando mi boca tenga
sabor seco a cenizas,
a tierras amargas?

¿Y si llegaras cuando
la tierra removida y oscura (ciega, muerta)
llueva sobre mis ojos,
y desterrado de la luz del mundo
te busque en la luz mía,
en la luz interior que yo creyera
tener fluyendo en mí?
(Cuando tal vez descubra
que nunca tuve luz
y marche a tientas dentro de mí mismo,
como un ciego que tropieza a cada paso
con recuerdos que hieren como cardos.)

¿Y si llegaras cuando ya el hastío
ata y venda las manos;
cuando no pueda abrir los brazos
y cerrarlos después como las valvas
de una concha amorosa que defiende
su misterio, su carne, su secreto;
cuando no pueda oír abrirse
la rosa de tu beso ni tocarla
(tacto mío marchito entre la tierra yerta)
ni sentir que me nace otro perfume
que le responda al tuyo,
ni enseñar a tus rosas
el color de mis rosas?

¿Y si llegaras tarde
y encontraras (tan solo)
las cenizas heladas de la espera?

Yo pienso, luego existo

Yo pienso, luego existo
en mariposas, en silencio, en niñas,
en agua distraída que se asoma a la tarde.

Yo pienso, luego hago
amapolas y pájaros y raíces de cielo.
Con sólo abrir los ojos echo a volar el aire
y doy al cielo nubes con voluntad de islas.
Yo pienso, luego invento paisajes y ademanes
de muchachas que marchan mitad sombra y palomas
y otra mitad palomas
paso a paso de musgo al encuentro del alba.

Yo pienso, luego doy a esta estación de otoño
templos, árboles, puentes que surgen al nombrarlos.

Yo pienso, luego soy amigo de las rosas,
hermano de los sueños junto a los cuales oigo
que crecen tus pestañas.
¡Cómo el mar se desliza movido por sus algas
debajo de tus párpados
que se apoyan tan tristes en las nocturnas yermas de mis dedos!

Es que marcho sin prisa a morir a tus labios.
¡Oh! mi definitivo amor de un cuarto de hora;
es que voy a perderme a tu frente, a tus manos
en el cuerpo desnudo de historia y de saludos.
Es que llego a tu pecho, a tu vientre, a tus muslos
con violines de frío y voces de naranja,
con pianos de colores y presagio de peces.

Es que palpo la noche y que agito las manos
para apartarme un poco el enjambre de estrellas.
Es que no pienso nada, luego existo en tus brazos,
es que pienso y no existo y ni pienso ni existo.

Es que solo me encuentro si deshojo una rosa
y hago girar cantando la manzana más pura.


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