Mariola Díaz-Cano Arévalo
Laura Gonzalvo ha trabajado siempre con las letras y ha terminado dedicándose a la escritura. Fue cuentacuentos, editora, redactora, encargada de comunicación y jefa de márquetin. La lista de las cosas imposibles es su primera novela, que ha ganado el Premio Carlemany 2021. En esta entrevista nos habla de ella y de muchos otros temas. Le agradezco mucho su tiempo y amabilidad.
Laura Gonzalvo – Entrevista
- ACTUALIDAD LITERATURA: Tu primera novela se titula La lista de las cosas imposibles. ¿Qué nos cuentas en ella y de dónde te vino la inspiración?
LAURA GONZALVO: Hacía mucho tiempo que quería escribir una novela y tenía varias ideas rondándome, algunas de las cuales están todavía cobrando forma actualmente. El caso es que un día acompañé a mi marido al médico y al mirar a mi alrededor me di cuenta de que tenía una buena historia delante de las narices. Pau, mi marido, es tetrapléjico a causa de un accidente de moto que tuvo a los dieciocho años y a menudo se visita en el Institut Guttmann, en Badalona (Barcelona), un centro de neurorrehabilitación especializado entre otras patologías en lesiones medulares. Aunque para nosotros Guttmann es un lugar conocido, familiar, aquel día me di cuenta de que está lleno de vivencias e historias que la gente no conoce y que merecen ser contadas.
La lista de las cosas imposibles se basa en la experiencia real de Pau cuando tuvo el accidente y también en la mía propia. Mi idea era mostrar la realidad de una vida que de pronto se ve afectada por un acontecimiento disruptivo como es una lesión medular huyendo del paternalismo y también de la clásica historia de superación que convierte al lesionado en un héroe. Por eso el personaje de Guim, que se basa en Pau, está contrarrestado por el de Clara, que se parece a mí. En el fondo, la novela habla de esa época de la vida, alrededor de los veinte años, en el que las personas encuentran su lugar en el mundo. Es una novela iniciática.
Inicios y autores
- AL: ¿Puedes recordar alguna de tus primeras lecturas? ¿Y lo primero que escribiste?
LG: Empecé con tebeos de Zipi y Zape y seguí con novelas de Enid Blyton, Los Hollister y Puck. Recuerdo muchos internados y mucho aceite de ricino. Hasta que cayeron en mis manos La historia interminable y Momo. Hubo un antes y un después allí. Supongo que algo dentro de mí detectó que aquello era bueno y quise más.
En cuanto a escribir, lo primero que escribí con voluntad «literaria», más allá de las redacciones del colegio, fue una fábula. No la conservo, pero recuerdo que había un par de animales, la estructura típica y una moraleja final. Yo debía de tener once o doce años y la escribí del tirón en la vieja máquina de escribir de mi padre, una Olivetti Pluma 22 que todavía conservo.
Después de la fábula, quise ir más lejos y escribir una novela de internado como las que solía leer. Sin embargo, me di cuenta enseguida de que antes tenía que imaginarme el colegio: los espacios, qué había en el primer piso y qué en el segundo, si tendrían que subir o bajar escaleras para ir de un sitio a otro. Agarré una hoja de papel grande y empecé a dibujar el plano del lugar. Pero me agoté. Entendía que escribir una novela era mucho más complicado que una fábula de un par de páginas.
- AL: ¿Un autor de cabecera? Puedes escoger más de uno y de todas las épocas.
LG: Tengo y he tenido muchos a lo largo de mi vida lectora. Ya he comentado que Michael Ende fue el que me hizo entrar en la literatura como tal. Después tuve una larga época marcada por autores latinoamericanos como Gabriel García Márquez, Cortázar, Juan Rulfo, Benedetti y Roberto Bolaño. Sin embargo, desde que empecé a plantearme en serio la escritura, la lectura de autoras mujeres ha sido cada vez más importante para mí. Supongo que inconscientemente me reconozco más en ellas. Úrsula K. Le Guim me gusta desde hace muchos años. Me fascinan la oscuridad y la labia de Mariana Enríquez y la sencillez descarnada de Agota Kristof, pero también la naturalidad y la fluidez de Sally Rooney, el humor y el oficio de Taylor Jenkins Reid en Todos quieren a Daisy Jones, la riqueza de matices de Mercè Rodoreda y la cercanía de Montserrat Roig.
Personajes y costumbres
- AL: ¿Qué personaje te hubiera gustado conocer y crear?
LG: Es difícil quedarse con un solo personaje, pero si tengo que quedarme con alguno tiene que ser uno de literatura infantil. Creo que la literatura para niños es muy exigente. Se la infravalora porque parece sencillo crear una historia y usar un lenguaje acorde para esas personas que por menudas nos parecen menos inteligentes. Y, sin embargo, es dificilísimo. Los niños no son tontos y la literatura infantil es tan breve y concisa como puede serlo el poema más elevado.
Aunque me gustan muchos personajes de ese ámbito, mi favorito es sin duda Pomelo. Creado por Ramona Badescu y dibujado por Benjamin Chaud, me he sorprendido muchas veces diciendo «me encantaría haberme inventado yo a Pomelo». Se trata de un elefante diminuto que vive en un pequeño huerto rodeado de insectos, verduras y plantas. Y además es un filósofo. Me encanta. Vale muchísimo la pena.
- AL: ¿Alguna manía o costumbre especial a la hora de escribir o leer?
LG: Leer, leo en cualquier lado. Es cierto que a veces tengo crisis lectoras, pero cuando un libro me engancha saco momentos de debajo de las piedras para leer. De pequeña pillaba muchas anginas y me pasaba media vida en el médico. El doctor que me atendía se reía porque yo nunca iba allí sin un libro. Me resulta imposible imaginar una espera o un trayecto en tren sin un libro en la mano. Ahora el móvil nos quita mucho de ese tiempo y nos hace perderlo en estupideces, pero desde hace un tiempo llevo instalada la aplicación de préstamo de e-books de las bibliotecas y trato de aprovechar cada minuto.
En cuanto a escribir, estoy todavía encontrándome como escritora. Durante el proceso creativo paso por diversas fases y algunas de ellas son más dispersas que otras. He trabajado durante años como editora y las fases de reescritura, corrección e incluso traducción (escribo indistintamente en catalán o castellano y me traduzco a la otra lengua) suelen resultarme fáciles. En cambio, en las primeras etapas, cuando la historia tiene que emerger de la nada, me disperso más. Creo que es algo relativamente común, así que trato de normalizarlo. Crear no es lo mismo que producir y nos enseñan más lo segundo que lo primero.
Momentos y géneros
- AL: ¿Y tu sitio y momento preferido para hacerlo?
LG: Cuando estoy muy inmersa en lo que estoy escribiendo no me importa dónde hacerlo. Mi primera novela la escribí en gran parte en bares donde esperaba que mis hijas terminaran sus extraescolares. Ahora que me estoy profesionalizando intento escribir por las mañanas, que es cuando estoy más lúcida, y en mi despacho.
- AL: ¿Qué otros géneros te gustan?
LG: No tengo claro que me guste un género en particular. He disfrutado con novelas y cuentos fantásticos, de ciencia ficción, policíacos, de terror, históricos… aunque no me defino como lectora específica de ninguno de ellos. Sí que suelo decantarme más por más la novela, porque me engancha más, pero el cuento me parece maravilloso como género tanto como lectora como al escribirlo.
Panorama actual
- AL: ¿Qué estás leyendo ahora? ¿Y escribiendo?
LG: Hace un par de días que empecé a leer Piel de cordero, de Ledicia Costas. Le tenía ganas hace tiempo y es la primera novela adulta de ella que leo. La conocía por sus novelas infantiles. El punto de partida, la vida de una bruja, me parece maravilloso. En novelas históricas o ambientadas en otras épocas ese tipo de personajes me fascinan: brujas y prostitutas, mujeres que viven al margen, saltándose las reglas y normas absurdas de un mundo dirigido por hombres.
- AL: ¿Cómo crees que está el panorama editorial?
LG: He trabajado en editoriales durante varios años y sé que es un sector complejo. Básicamente porque se lee muy poco y se publica mucho. Las novedades son lo que mantienen la maquinaria en marcha y eso es un arma de doble filo. Por un lado, creo que gracias a eso mucha gente puede llegar a ver su libro publicado. Por el otro, los libros apenas sobreviven un par de meses en las mesas de las librerías. Es muy difícil llegar a los lectores y los autores tenemos que trabajar mucho, más allá del proceso de creación y escritura. Pero es sencillo de entender: hay muy poco margen y si hay poco margen, hay pocos recursos para invertir.
- AL: ¿Qué tal llevas el momento actual que vivimos?
LG: Tengo tres hijas y me niego a ver el futuro como algo catastrófico. Creo que todas las épocas tienen su parte buena y su parte mala. Ahora mismo el mundo está convulso. Vuelve a haber guerras visibles (porque guerras en realidad ha habido siempre) y eso resulta doloroso e incomprensible. Me sigue sorprendiendo que, a estas alturas, en pleno siglo XXI, sigamos matándonos entre nosotros. Pero también entiendo que hay muchos matices en todo. Tendemos a acomodarnos en nuestra casilla ideológica, a informarnos solo a través de los medios de comunicación a los que somos afines.
Creo que en general cuando profundizas en algo siempre es más complejo de lo que pensábamos y de lo que querríamos que fuera. Por eso me gustan tanto las autoras que he mencionado antes. Porque nada es blanco o negro sin más. Recuerdo una vez que le preguntaron a Mariana Enríquez porque deja el final de sus cuentos abierto. Contestó que ella sabe perfectamente como termina su relato, pero que escribir ese final simplificaría la historia. Así que lo termina justo antes de la resolución. Y tiene razón. Sus cuentos son mucho mejores así. Pienso que estamos demasiado acostumbrados a que nos lo den todo masticado y que esa es nuestra asignatura pendiente: pensar por nosotros mismos.