Mariola Díaz-Cano Arévalo

Lion Feuchtwanger nacimiento

Lion Feuchtwanger, novelista y dramaturgo alemán de origen judío, nació un día como hoy de 1884 en Múnich. Con Los Oppermanns se convirtió en el portavoz más destacado de la oposición al Tercer Reich, sus obras fueron quemadas por el régimen nazi. Echamos un vistazo a su vida y a algunos de sus títulos.

Lion Feuchtwanger

Estudió en su ciudad natal y, en una estancia en Túnez, lo sorprendió la Primera Guerra Mundial y fue detenido. Consiguió huir y volver a Alemania para enrolarse en el ejército. En 1918 asistió en Berlín al estallido de la revolución. Empezó a publicar a principios de la década de los veinte y tuvo un éxito inmediato. La fea duquesa Margarita Maultasch fue su primera novela histórica y mucho más conocida es Süss el judío, una reconstrucción novelada con base histórica de la vida de un judío que fue Ministro de Finanzas del Württemberg en el siglo XVIII.

Feuchtwanger también escribió teatro y su adaptación de Eduardo II, de Christopher Marlowe, es muy conocida gracias también a la colaboración de Bertolt Brecht, que fue un gran amigo suyo. Emigró al sur de Francia a principios de los años treinta y en la segunda mitad de la década viajó a Rusia, donde se encontró con Stalin. En Moscú, y de nuevo con Bertolt Brecht y Willi Bredel, publicaron la revista Das Wort.

Comunismo y nazismo

Aunque simpatizó con el comunismo, Lion Feuchtwanger nunca se afilió al Partido. En 1940 el Gobierno francés lo detuvo durante un tiempo, pero logró escapar otra vez y llegar hasta Estados Unidos. Allí siguió escribiendo novelas históricas con títulos donde indagó sobre las causas históricas que propiciaron el ascenso del nazismo en Alemania, así como los orígenes del movimiento hitleriano, de los que fue testigo en Múnich.

Quiso contar la historia de su pueblo en la trilogía El reino de los judíosLos hijos y El día llegará.

El éxito de su obra viene de su habilidad para narrar y el buen retrato psicológico de personajes, además de su fluidez de estilo y la precisión y la riqueza en las descripciones. Y su mezcla de realidad y ficción lo hace difícil de definir como historiador o novelista.

Murió en Los Ángeles en 1958.

Lion Feuchtwanger — títulos destacados y fragmentos

La judía de Toledo

Una de sus novelas más famosas es esta historia de amor y violencia ambientada en el siglo XII. Narra la pasión que el rey Alfonso VIII de Castilla sintió por la judía Raquel, hecho que registran las crónicas de su bisnieto Alfonso X el Sabio.

Goya

Publicada en 1951, se acercaba a la vida del pintor zaragozano y más concretamente a la pasión entre él y su musa y fuente de inspiración, la Duquesa de Alba.

Los hermanos Oppermann

Los Oppermann son una familia de la alta burguesía de Berlín que sufrirá las consecuencias de la llegada al poder del nacionalsocialismo. Su importancia reside en su carácter premonitorio, ya que la escribió en el verano de 1933, en un momento en el que aún no se podía imaginar el Holocausto, pero adelantó de una aterradora manera lo que sucedería en los años siguientes.

Los protagonistas son Gustav Oppermann, escritor, y su hermano Martin, dueño de un comercio de muebles, que asisten con preocupación primero a la campaña que se va fraguando contra los judíos y luego a los hechos más oscuros. También está Edgar, otro hermano, un médico de gran prestigio, que empieza a sufrir la discriminación en el hospital en el que trabaja. Las humillaciones, boicoteos y actos vandálicos hasta el incendio del Reichstag precipitarán la violencia y terminarán llevando a los Oppermann al peor de los destinos.

El diablo en Francia  (fragmento)

La noche siguiente resultó angustiosa para la mayoría de nosotros.
Incluso las circunstancias físicas la diferenciaron de las demás. Debido a la riña que los nazis habían tratado de provocar en la oscuridad la noche anterior, se dio la orden para dejar prendidos varios focos adicionales y se apostaron guardias franceses dentro del edificio. Algunos soldados se colocaron en la escalera; otros, en el portón. Eran relevados cada dos horas. Bostezaban y saludaban con un movimiento de cabeza cuando uno pasaba por la escalera.

Esa noche el gran salón se llenó de susurros, miedo y conmoción, más incluso que lo normal. Se percibía como una auténtica sensación física la presencia de los demás, tendidos sobre la paja; cada uno escuchaba los murmullos a su alrededor y presenciaba cómo las esperanzas y los temores del día adquirían dimensiones descomunales ahora, en la oscuridad, y cómo cada uno los sopesaba, sopesaba y sopesaba: ¿Lo lograremos? ¿Estaremos a tiempo todavía? ¿Nos sorprenderán las tropas nazis? ¿Nos salvaremos?

Mentiría si pretendiera afirmar que el miedo me pasó por alto esa noche. Por otra parte, la impasibilidad que lucí, para asombro de mis compañeros, no fue de ninguna manera fingida.


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