Mariola Díaz-Cano Arévalo
Mario Marín nació en Aroche en 1971. Es artista plástico, profesor y escritor. Fundador del movimiento invencionista, cercano al dadaísmo, ha escrito novelas como El color de las pulgas, Mañana es el día siguiente, Morir es un color o El suelo de las paredes. Su último título es Jesuclisto. En esta entrevista nos habla de él y de otros muchos temas. Le agradezco su tiempo y amabilidad.
Mario Marín — ENTREVISTA
- ACTUALIDAD LITERATURA: Tu última novela es Jesuclisto. ¿Qué nos cuentas en ella y de dónde te vino la inspiración?
MARIO MARÍN: Es la historia de un artista plástico contemporáneo que desaparece sin desaparecer. La inspiración no sabría decir, ni recuerdo; probablemente de la observación directa de algún acontecimiento o individuo que pasara por la calle. Mi formación es de Bellas Artes y atiendo mucho a todo lo visual. Lo que sucede en Jesuclisto es una modalidad de ausencia sustentada en el no reconocimiento; es la presencia de lo que no está.
Una mañana, se asoma a su ventana y observa una pelea en la calle de unos extraños con algunos de sus vecinos. Baja para ayudar, pero cuando llega la policía, es detenido con el resto y llevado a comisaría. Allí la pelea se reactiva y recibe un golpe en la sien. Jesuclisto es ingresado en coma en el Hospital Juan Ramón Jiménez. Cuando llega su mujer y algún vecino para las primeras visitas, no lo reconocen. Acaba de desaparecer estando.
Jesuclisto indaga la posibilidad del borrado absoluto. Evadirse, escapar, huir, fugarse de la forma de vida establecida y aceptada para crear otra vida. No extravío. Desaparición, pérdida a propósito como factor de reflexión. La fuga como modelo de reinvención.
Que no te reconozca nadie te sitúa en el plano del extrañamiento. Nos indica Gilles Deleuze que huir no es escapar o esconderse, no es un acto de cobardía; huir es, en un sentido diferente, hacer que algo se mueva, que algo en nosotros y en la vida fluya. Por ello, es un acto de supremo valor, de liberación. Jesuclisto es una novela de posibilidades, de que todo ocurra y a la vez no.
Primeras lecturas
- AL: ¿Puedes recordar alguna de tus primeras lecturas? ¿Y lo primero que escribiste?
MM: En mi casa nunca hubo tradición de lectura, mis padres ni siquiera pisaron el colegio. Sí había exigencia máxima con el estudio y ahí no fallábamos, pero para el resto, andábamos más a la calle. Mi primer libro fue Las aventuras de Tom Sawyer, quizás con 10 años. Lo recibí como regalo por un concurso de dibujo que gané en el colegio. Lo recuerdo como un gran disfrute y una manera de entrar en mundos distintos al mío. Después, de manera más constante y seria, toda la literatura leída en el instituto, tanto la impuesta como la elegida libremente en la biblioteca. Ahí recuerdo por su impacto Cien años de soledad, Tiempo de silencio, La Celestina o El perfume.
También en la infancia los primeros intentos de escribir. En alguna carpeta en casa de mi madre debe haber algún manuscrito. Eran bocetos de cuentos. Más tarde, ya con veintitantos, varios textos que escribí como apoyo a unas esculturas en suelo fueron la espita definitiva a la literatura.
Autores y personajes
- AL: ¿Un autor de cabecera? Puedes escoger más de uno y de todas las épocas.
MM: No sabría decirte. Soy tremendamente olvidadizo para nombres y títulos. Más de uno que me impactó, con seguridad ni siquiera estén ahora en mi cabeza. Aparte de esa tara, algunos sí permanecen intactos; Cervantes, Umbral, Kafka, John Kennedy Toole o J. M. Coetzee.
- AL: ¿Qué personaje te hubiera gustado conocer y crear?
MM: Con total seguridad Sancho Panza. Me parece un alarde absoluto de personaje poliédrico, repleto de vicios y virtudes, sabio y bobo, depurado y tosco. Lo tiene todo. Y desde luego, de ser real, tomarme unas cervezas con él sería maravilloso. Por las parecidas razones también Ignatius Reilly.
Costumbres y géneros
- AL: ¿Alguna manía o costumbre especial a la hora de escribir o leer?
MM: Ninguna. Mi mesa es un mínimo para que ocupe poco, mi silla una naranja de plástico IKEA, mi portátil un básico y mi cuarto el más pequeño del piso haciendo las veces de habitación de invitados y trastero para todo. No necesito preliminares ni concentración de ningún tipo; puedo estar escribiendo unas líneas y llegarme a la cocina a dar la vuelta a unas patatas fritas o a terminar de fregar. Entro y salgo con facilidad del modo creativo.
En cuanto a la lectura funciono de forma parecida; puedo estar leyendo en el salón con la televisión puesta y mi mujer y mis hijos hablando entre ellos. Tanto una cuestión como otra no las considero virtud o mérito, solo es capacidad innata para el aislamiento.
- AL: ¿Y tu sitio y momento preferido para hacerlo?
MM: Cuanto estoy en casa, esa habitación trastero me vale. Si por la calle o en un bar y surge alguna idea, tiro de móvil y apunto lo que sea. No tengo una libreta Moleskine al uso ni estilográfica que le dé más empaque a la inspiración. Tampoco hay momentos concretos para la escritura. Quizás las mañanas por estar más fresco.
- AL: ¿Qué otros géneros te gustan?
MM: Leo de todo y de manera muy anárquica. En ese sentido soy un lector pésimo. No completo la obra de un autor, paso del ensayo a la crónica y de la crónica a la poesía sin ningún complejo. Puedo leer 4 o 5 horas seguidas y luego llevarme una semana sin hacerlo. Leo nacional y extranjera sin seguir un criterio concreto, o clásicos y contemporáneos sin atender a recomendaciones.
Panorama actual
- AL: ¿Qué estás leyendo ahora? ¿Y escribiendo?
MM: Terminé hace poco Los últimos perros de Shackleton, de Ben Clark y Reino vegetal, de Marc Colell. Ahora mismo estoy con El mal de Montano, de Vila-Matas, me queda poco, y la estoy disfrutando mucho.
Sobre la escritura, ando ahora corrigiendo otra novela. Esa fase es tediosa pero necesaria; mucho repaso y mucho ojo a la búsqueda de la errata o la incoherencia.
- AL: ¿Cómo crees que está el panorama editorial?
MM: Desconozco por completo ese mundo. No sé si va bien o mal o si está en su mejor o peor momento. En mi caso, la relación con la editorial es estupenda. Entiendo que aun siendo la literatura un proceso creativo que deriva en un producto artístico, una editorial no deja de ser una empresa que debe rendir cuentas cada cierto tiempo. Equilibrar economía y arte es complejo y difícil. Habrá intereses de todo tipo y desde la ignorancia no me atrevo a juzgar nada.
- AL: ¿Qué tal llevas el momento actual que vivimos?
MM: Yo me muevo siempre en el terreno del optimismo y considero que, por encima de tragedias, infortunios o éxitos, estamos siempre en una crisis en bucle. No hay momentos peores o mejores porque lo son de manera individual para cada persona, para cada grupo o para cada país. Aun así, en lo que nos concierne, si repasamos historia, de manera general estamos mejor que nunca.