El Auditorio del Museo Reina Sofía se convierte en sala de cine

El Museo Reina Sofia ha anunciado hoy la fecha de inauguración de su sala de cine, instalada en el antiguo Auditorio del Edificio Sabatini, que ha sido reformado con ese fin durante casi un año: será el próximo 10 de abril. Planteado como un salón de actos polivalente en 1985, este espacio ha sido ahora rediseñado para la experiencia cinematográfica por la firma Anna & Eugeni Bach Arquitectos y tendrá capacidad para 133 espectadores.
La remodelación ha consistido en el desarrollo de actuaciones en el mobiliario y la acústica, la modificación de la pendiente de la sala para las proyecciones y la mejora de la accesibilidad para las personas con movilidad reducida. Asimismo, se ha instalado un nuevo sistema de imagen y sonido para cine digital, con servidor integrado, cuyo funcionamiento se compatibilizará con el de un sistema de proyección en película, tanto de 35 mm como de 16 mm, y con un sistema sonoro 5.1.
Cine del Museo Reina Sofía
El cine ha quedado, igualmente, acondicionado para la realización de eventos, presentaciones y conferencias con traducción simultánea y sistema de soporte para personas sordas. La inversión efectuada asciende a 856.000 euros, financiados en el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR) de la Unión Europea, dado que, atendiendo a los responsables del MNCARS, en una sociedad en la que el consumo del producto audiovisual está caracterizado por la individualidad y la multiplicidad de elección a través de las plataformas, la apertura de una sala cinematográfica en un museo de arte contemporáneo responde a la necesidad de establecer un espacio público que ofrezca la experiencia colectiva que supone el cine.
El primer ciclo de cine que se proyectará en la sala renovada será “Cine, año cero. Imágenes de nuestro tiempo” y se anuncia como el primero de futuros programas que compendiarán todo tipo de proyecciones, películas comentadas y piezas en directo. Además, la pantalla de cine podrá unirse a los espacios expositivos en proyectos en los que artes plásticas y fílmicas entren en relación; igualmente, permitirá estrechar alianzas con festivales e instituciones en iniciativas ligadas al séptimo arte y enfocadas a públicos diversos.
El comisario de “Cine, año cero” será Chema González, jefe del Departamento de Cine y Nuevos Medios del Museo Reina Sofía, y ofrecerá obras de cineastas y artistas visuales con un objetivo común: reflexionar sobre la forma y el discurso cinematográfico en el contexto de nuestra época. Serán creaciones de Tsai Ming-Liang, King Hu, Radu Jude solo y con Christian Ferencz-Flatz, Ana Vaz, Khavn de la Cruz, Anna Cornudella, Véréna Paravel, Lucien Castaing-Taylor, Beatriz Santiago Muñoz y Alice Rohrwacher. Dará comienzo ese mismo 10 de abril.
Cine del Museo Reina Sofía
 
Cine del Museo Reina Sofía
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NUESTROS LIBROS: Desplazar la luna

La Acrópolis sigue siendo el telón de fondo en el que toman forma nuestros pensamientos.
Hace ocho años, el nombre de Andrea Marcolongo comenzó a sernos familiar a partir de la publicación, muy bien acogida en Italia, de La lengua de los dioses: una joven autora de entonces treinta años desmenuzaba en ella las razones por las que la lengua griega (antigua) no ha perdido su capacidad seductora; tenían que ver con la rareza bella de su alfabeto, con su suficiencia temprana para expresar emociones atemporales, e incluso un sentido particular del tiempo, y con una probable añoranza hacia un pasado lejano y distinto -mucho, como prueban sus grafías- pero con el que, al menos los moradores en torno al Mediterráneo, no hemos dejado de sentirnos conectados, en una forma de anhelo. Aunque contenía esa publicación claves para comprender el idioma, no se trataba, ni mucho menos, de un manual ni de un ensayo académico, sino de un texto en el que Marcolongo daba cuenta de su pasión por una lengua que no habría perdido su vigencia a la hora de explicarnos como sociedad y quizá individualmente; la anticipaba en el prólogo: No existen lenguas muertas o no muertas, lo que existe son lenguas fecundas, tan fértiles como el griego, que forman parte de vuestra lengua materna, tan potentes que forman parte de vosotros mismos.
Tras La medida de los héroes, Etimologías para sobrevivir al caos y El arte de resistir, el año pasado Marcolongo volvió a librerías con otro ensayo en el que rendía tributo a la cultura griega, entonces no desde su lengua sino desde sus piedras: Desplazar la luna. Mi noche en el Museo de la Acrópolis. Tras arduas gestiones, y con bastante sorpresa por parte de los empleados de ese centro, el editor de esta periodista, licenciada en Letras Clásicas en Milán, conseguía que pudiera pasar una noche entera, y en soledad -con pocas prohibiciones más allá de las obvias-, en este museo de corta vida. Entre las escasas posesiones que llevó con ella para la que, explicaba, era seguramente su primera noche fuera de una cama, se encontraba la biografía de Lord Elgin, el político y soldado británico que pergeñó, siendo embajador de su país en Constantinopla en los primeros años del siglo XIX, la salida desde Atenas hacia el Reino Unido de los que ahora se conocen como Mármoles de Elgin, los relieves y estatuas que sobrevivieron a la conversión del Partenón en polvorín turco durante la sexta guerra otomano-veneciana, la Guerra de Morea. No sólo procedían, en realidad, del Partenón: también del Erecteión, los Propileos y el Templo de Atenea Niké.
Al margen de repasar la difícil puesta en marcha de ese museo, que no alcanza los quince años de andadura pero cuyo proyecto era bastante anterior -el suelo ateniense sigue siendo muy rico en pasado-, se plantea ante los hallazgos sí recogidos aquí las ramas de sus conexiones europeas (su relación un tanto distante con su Italia de origen, ligada a su doble orfandad; sus esfuerzos por mimetizarse entre franceses, dado que reside en París; y su vocación hacia lo griego); y profundiza en el peso de las ausencias y las pérdidas en la historia de las colecciones del museo y de lo que implica el asunto espinoso del desarraigo de ciertas obras de arte y de sus restituciones, desde una perspectiva literaria y emotiva, pero siempre apegada a la historia griega y al simbolismo de los restos diseminados de las esculturas del Partenón (que no se conservan únicamente en el British Museum, también en Francia, Dinamarca y Alemania; Italia lo ha devuelto todo).
Su relato, el de la ausencia como presencia más punzante en sus palabras, entrecruza historia, literatura y narración personal; y por eso dudas: Marcolongo llega a cuestionarse quién es ella para juzgar a figuras como Elgin y cuánto tenemos todos de saqueadores no culposos de tradiciones ajenas, al tiempo que se duele ante las piedras mutiladas. Su propósito inicial es intentar comprender el cómo y el porqué de los muros degradados -de nuevo, no sólo un asunto británico-; nuestra consideración de la cultura clásica, asentada durante demasiado tiempo en la amnesia; lo que la actividad mercantil con el propio pasado dice de nosotros, de nuestra capacidad de memoria y agradecimiento; e incluso cuánto hay de azar y destino en el devenir de los mármoles y de quienes tuvieron que ver con sus paraderos (Elgin conoció sucesivas ruinas).
No todas sus reflexiones relativas a la explotación del pasado se formularon, evidentemente, con ánimo de ser compartidas, pero en conjunto procura evitar la autora las lecturas demasiado simples; Desplazar la luna no ofrece una historia desconocida, sin embargo, la esboza de forma personal, actual y sensible. Formula Marcolongo que a la sombra del Partenón es donde realmente somos, mientras que lo que hacemos en el primer plano de nuestro presente sin memoria es ir y venir.
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Un ministerio para la familia… ¿Y las mujeres?

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*Por Montserrat Valladares

 

Si algo nos enseñó la historia es que cada derecho conquistado costó lucha, organización y resistencia. Ahora, en nombre de “la familia”, nos quieren hacer retroceder décadas.

 

La creación de un Ministerio de la Familia que invisibiliza a las mujeres como sujetas de derechos no es casualidad, es parte de un proyecto que busca encajarnos de nuevo en la casa, atadas a roles tradicionales y alejadas de las políticas públicas que deberían garantizarnos autonomía, igualdad y libertad.

 

Fotografía: Nadia Gómez.

 

No es ingenuidad, es ideología. Cuando el Estado deja de nombrarnos, deja de reconocernos. Cuando en lugar de un Ministerio de la Mujer te ponen uno “de la Familia”, el mensaje es claro: la prioridad no son nuestros derechos, sino un modelo de sociedad donde quieren mantenernos relegadas al hogar, calladas y obedientes.

 

Nos venden todo esto como un avance, como una política “superadora”, pero lo que están haciendo es barrernos del mapa de las políticas públicas. Y no es un error, es una decisión política.

 

Nos quieren convencer de que la “familia” es el núcleo fundamental de la sociedad, pero se olvidan de que no todas las familias son iguales, de que hay maternidades forzadas, violencia machista, brechas económicas y un sinfín de desigualdades que no se resuelven con discursos vacíos sobre la unidad familiar.

 

¿Dónde quedan las mujeres que no quieren o no pueden ser madres? ¿Qué atención tendrán las que escapan de hogares violentos? ¿Qué pasará con las que sostienen solas a sus hijos e hijas en un Estado que les da la espalda?.

 

Este ministerio no viene a garantizar derechos, viene a limitarnos en roles tradicionales. Nos quieren madres, esposas y cuidadoras, siempre disponibles, siempre postergadas. Nos corren del centro para ponernos como accesorio de “la familia”, como si no fuéramos personas con autonomía y necesidades propias.

 

Fotografía: Nadia Gómez.

 

Pero no nos van a borrar. Sabemos lo que sucede cuando el Estado deja de nombrarnos: significa menos presupuesto, menos protección, menos políticas para frenar la violencia y menos herramientas para la independencia económica.

 

Pero también sabemos que cada vez que intentaron encerrarnos en la casa, salimos a la calle a gritar que no vamos a retroceder.

 

Nos quieren invisibles, nos van a ver organizadas. Nos quieren calladas, nos van a escuchar en todas partes. ¡No vamos a permitir que nos arranquen lo que tanto costó conquistar!

 


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PROYECTOR DE LUNA

¿QUÉ ES PROYECTOR DE LUNA?
Un nuevo programa regular de cine, destinado al público infantil, que en este mes de abril de 2025 estrena el Museo Reina Sofía. Con esta propuesta inaugura el MNCARS su sala de proyecciones, que tras un año de remodelación ofrece por fin un espacio fílmico renovado, con una programación estable de jueves a domingo y dirigida a diferentes públicos y miradas.
 
¿EN QUÉ CONSISTE?
Cada domingo, el Museo Reina Sofía acogerá sesiones matinales de iniciación al cine y a las artes audiovisuales para el público más joven. Se seleccionarán obras que aúnen conocimiento e imaginación y, en su cronología, abarcarán desde los orígenes del cine hasta piezas originales de la actualidad.
 
¿A QUIÉN SE DIRIGE ESTE CICLO?
A público infantil de 4 a 12 años y sus acompañantes.
 
¿POR QUÉ PROYECTOR DE LUNA?
El título de este programa se inspira en una obra de Federico García Lorca en la que el poeta granadino nos invitaba a profundizar en los sueños infantiles y las fantasías de los niños a partir de una luz proyectada.
 
¿CON QUÉ PROGRAMACIÓN COMIENZA ESTA INICIATIVA?
Con obras de la alemana Lotte Reiniger, pionera del cine de animación. Se inspiró en las creaciones de Georges Méliès, en el expresionismo alemán y en las invenciones precinematográficas para vertebrar un universo propio basado en la tradición de los cuentos. Atendiendo igualmente al teatro popular infantil de marionetas y a las sombras chinescas, construyó relatos con siluetas y sombras que, más adelante, evolucionaron con la experimentación del color.
En la primera sesión podrá verse Las aventuras del príncipe Achmed, primer largometraje de animación, realizado con la técnica de siluetas y el teatro de sombras. Relata uno de los cuentos de Las mil y una noches, protagonizado por Achmed, su padre el Califa, su hermana Dinarsade y el malvado hechicero.
El joven príncipe se opone a la entrega de su hermana a un pérfido hechicero que ha puesto precio a un caballo volador. En su propósito, es engañado por el brujo, quien le hace montar en el caballo llevándole hasta un confín desconocido. El filme desvela por primera vez el color y las formas en un relato fantástico: una explosión estética.
A continuación proyectará el Reina Sofía los cortos animados de Reiniger inspirados en los cuentos de tradición europea, a los que dio un nuevo sentido estético (Cenicienta, Hansel y Gretel de los Hermanos Grimm, Pulgarcita de Hans Christian Andersen y El cuento de los tres deseos de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont) y cortometrajes de animación y documentales para todos los públicos de autores históricos, como el cineasta iraní Abbas Kiarostami; contemporáneos, como el artista francés Alain Biet; y algunos jóvenes realizadores de animación, como Franka Sachse, Ignas Meilunas y Oona Lacroix.
 
¿QUÉ PUEDO HACER PARA ACUDIR?
La entrada es gratuita hasta completar aforo y las invitaciones pueden retirarse en las taquillas o la web del Reina Sofía.
 
PARA MÁS INFORMACIÓN:
www.museoreinasofia.es

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