La virgen roja, la vida breve de la mujer del futuro

Cuando nació en 1914 Hildegart Rodríguez, hija de Aurora Rodríguez Carballeira y de un padre anónimo que ejerció solo como colaborador necesario, llevaba seis años en marcha la Sociedad Eugenésica Británica, entonces presidida por Leonard Darwin, hijo de Charles, y más tarde y durante treinta años por Charles Galton Darwin, nieto del científico. Convencido de que esa práctica no era una opción, sino el camino, Leonard llegó a expresar que se convertiría no solo en el grial, un sustituto de la religión, sino en un “deber primordial” cuyos principios presumiblemente se hacen exigibles. Estas teorías se popularizaron, mucho más allá de Inglaterra, a lo largo de la primera mitad del siglo XX; sus ramas más moderadas se referían más bien a la higiene sexual y la posibilidad de la anticoncepción; las más radicales, a la opción de impedir la reproducción de quienes contaban con rasgos hereditarios mal considerados.
El rechazo absoluto de esas ideas por razones éticas llegó tras la II Guerra Mundial, una vez conocidos los crímenes nazis, pero hasta ese momento, sobre todo en los años diez y veinte y en los países escandinavos, Estados Unidos, Alemania y Reino Unido, ciertos grupos sociales veían en estos métodos una herramienta para controlar la evolución humana, fuese impidiendo nacimientos o velando por proporcionar a los individuos un determinado entorno que favoreciera su maduración en las circunstancias deseadas (entendiendo que la influencia, y no solo la herencia, desempeñaba un rol en su formación).
Para hacernos una idea, se mostraron favorables a la eugenesia, en ese contexto de exaltación del cuerpo y la velocidad que acompañó a la I Guerra Mundial, Virginia Woolf, Graham Bell, el economista Keynes, Bernard Shaw o el mismísimo Churchill y fueron varios los países que aprobaron leyes de esterilización.
Es en ese panorama en el que Rodríguez Carballeira, imbuida de estas teorías en relativa circulación también en España y, con seguridad, de un fanatismo cuyo origen no conocemos del todo (no tuvo formación formal, sí se alimentó de lecturas de la biblioteca familiar probablemente ligadas al socialismo utópico), decidió concebir y criar a una niña enteramente como experimento, como mujer del futuro, poliglota, talentosa en un sinfín de actividades, y con ideas muy avanzadas para la época, y puede que incluso para la nuestra, en lo que atañía a la educación sexual, el divorcio o el control de la natalidad (llamativamente Hildegart se opuso, eso sí, al voto femenino). De lo férreo y estrictamente controlado de su aprendizaje, y del origen materno de las creencias que manejaba, da cuenta que hubiera finalizado sus estudios de derecho a los diecisiete y que, entre sus ensayos, se encontraran títulos como El problema eugénico: puntos de vista de una mujer moderna, La revolución sexual, La limitación de la prole, Malthusismo y neomalthusismo o Cómo se curan y se evitan las enfermedades venéreas.
El desenlace de Hildegart, asesinada por Rodríguez Carballeira a los diecinueve años, en 1933 y cuando reclamaba independencia, responde, en su horror, a esos antecedentes: en ningún momento su madre la concibió como una hija a la que amar, autónoma respecto a sí misma, sino como una tentativa de ser humano, como un objeto de estudio al que podía darse forma, al igual que un artista moldea sus piezas. Ella misma lo declaró durante el juicio posterior: Como una gran artista que puede destruir su obra si le place, porque un rayo de luz se la muestra imperfecta, así hice yo con mi hija a quien había plasmado y era mi obra.
El suceso tuvo un impacto importante cuando tuvo lugar, por la popularidad amplia y las incursiones políticas de Hildegart, que llegó a cartearse con Herbert George Wells o Gregorio Marañón; cayó después en un cierto olvido y ha sido objeto más recientemente de varios estudios, películas y documentales (la obra más popular hasta ahora sobre este caso, con todos los ingredientes para atraer y espantar, la dirigió Fernán Gómez en 1977, con Amparo Soler Leal y Carmen Roldán como madre e hija; se llamaba Mi hija Hildegart).
Permanece en cines La virgen roja, el filme de Paula Ortiz que ha traído a la actualidad este episodio que probablemente muchos jóvenes no conocieran: narra la película, que evidentemente es fruto de una investigación amplia, los hechos fundamentales y anécdotas recogidas de la vida brevísima de esta niña prodigio, desde el mismo momento de su concepción programada hasta el entierro que sacó a muchos a la calle.
Con el mimo preciosista a cada detalle de escenografías y vestuario que es sello de esta directora, si bien aquí estos son más austeros, la trama se plantea como una sucesión de momentos clave que dan cuenta de la opresión constante que Hildegart padeció y de la severidad de las obsesiones maternas que hubieron de ocasionar la existencia prefabricada y la muerte de la niña: cada una de las píldoras de esa cadena de instantes anticipa, de forma muy gráfica y evidente (a través de un maniquí de color blanco pureza que se resquebraja), este asesinato hasta cierto punto anunciado. El manejo de los tiempos en los distintos capítulos de la juventud de Rodríguez, en evolución hacia la demanda de autonomía, es junto a su talento estético uno de los aciertos mayores de este trabajo; también la plasmación del clima en Madrid tras el advenimiento de la República y de los usos populares y políticos entonces: los primeros, captados a través de la criada Magdalena (Aixa Villagrán), que aporta a la niña el calor que nunca asoma en su madre; los segundos, en las secuencias valiosas de Hildegart en la sede de un Partido Socialista que, a la vez que le invita a aportar sus opiniones, la contempla como un objeto extraño entre sus hombres.

La figura de Hildegart (Alba Planas), y su vulnerabilidad constante ante una madre todopoderosa, es tratada por Ortiz con una delicadeza mayúscula: la película profundiza en su crecimiento, en su entender progresivo de que sus circunstancias no son corrientes y su deseo final de escapar; el personaje de Rodríguez Carballeira, vigorosamente interpretado por Najwa Nimri, queda sin embargo más desdibujado en sus motivaciones, convertido en un misterio. No hay un solo fragmento de La virgen roja en el que el espectador pueda mínimamente aproximarse a las razones de esta madre sin ternura: es comprensible, porque no contamos con datos que puedan explicarlas, aunque fuera parcialmente, más allá de ese ambiente del que comenzábamos hablando, pero sí se echa de menos cierta superación de los rasgos arquetípicos.
En todo caso, la trama desmenuza los efectos diarios y violentos de la fe ciega en ideologías, así como las consecuencias de anteponer una creencia a la realidad y las necesidades personales, y señala las hondas contradicciones de algunos de esos posicionamientos: la defensa de algunas libertades frente a la negación práctica de las más básicas. En ese sentido, esta obra nos interpela hoy y probablemente lo hará en cualquier momento; subrayar esas zonas muy oscuras, iluminarlas desde planos de fotografía bellos, puede considerarse una advertencia.
 

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El abuelo que saltó por la ventana y se largó: Jonas Jonasson

Juan Ortiz

El abuelo que saltó por la ventana y se largó

El abuelo que saltó por la ventana y se largó

El abuelo que saltó por la ventana y se largó —o Hundraåringen som klev ut genom fönstret och försvann, por su título original en sueco— es una novela de comedia escrita por el reconocido periodista y autor Jonas Jonasson. La obra fue publicada por primera vez en 2009 por la editorial Piratförlaget. Tras su lanzamiento, ganó los premios Iris y Ljudbokspris. Ambos en 2010.

Asimismo, el volumen se convirtió en el libro más exitoso en Suecia en 2010, vendiendo alrededor de 617.000 copias, de las cuales aproximadamente 500.000 estaban en edición de bolsillo. El mismo año de su publicación fue traducido al español por Sofía Pascual Pape y comercializado por Salamanca con una cubierta del ilustrador Eric Thunfors.

Sinopsis de El abuelo que saltó por la ventana y se largó

El inicio de una gran aventura

El día 2 de mayo de 2005, mientras sus compañeros de residencia se preparan para celebrar con él su centésimo aniversario, el ciudadano sueco Allan Karlsson decide saltar por la ventana de su habitación y escapar de su vida en el geriátrico. A partir de entonces, la novela sigue sus peripecias y encuentros desafortunados con narcotraficantes y policías. Sin dudas, inicia una aventura extraordinaria.

Además de las experiencias más recientes de Karlsson, la comedia también explica paralelamente cómo era la vida anterior del protagonista. En estos pasajes, el personaje principal comparte la mesa con el futuro presidente de los Estados Unidos Harry S. Truman, tiene conversaciones interesantes con Winston Churchill, viaja en barco con la esposa de Mao Zedong y otras hazañas.

La importancia de un hombre entrañable

El viaje de Allan Karlsson no es solo físico. En este sentido, Jonas Jonasson lleva al lector a recorrer algunos de los rincones más interesantes de la memoria del protagonista. A través de analepsis, se descubre que el personaje principal ha estado involucrado en algunos de los eventos más importantes del siglo XX. Entre ellos, cenas con Stalin y la terrible invasión de la bomba atómica.

Allan se muestra como alguien poco interesado en la política. Aun así, tiene una curiosa habilidad para estar en el lugar y momento correctos, lo que lo convierte en testigo de eventos relevantes para el mundo. Sin embargo, su presencia suele ser irreverente y casual. De alguna manera, podría decirse que Allan es la mosca en la pared de la historia, un vagabundo hijo de cronos.

Estructura y estilo narrativo de la obra

Jonasson absorbe por completo al lector gracias a un estilo narrativo ágil y usualmente irónico. Su lenguaje es sencillo, pero a la vez cargado de un sentido del humor que enmarca cada una de las páginas de la novela. La estructura presenta dos tiempos: presente y pasado, creando un paralelismo entre la fuga actual de Allan y las aventuras que conforman la totalidad de tu vida adulta.

Como resultado, el autor crea una narración casi caleidoscópica. La forma en que Jonasson entrelaza las distintas épocas puede hacer sentir al lector dentro de un caos ordenado, metódico. El abuelo que saltó por la ventana y se largó podría ser comparable a una casa donde —a pesar de estar limpia— hay ropa desperdigada y montones de fotografías viejas repartidas por todo el suelo.

Temas abordados en la obra

El abuelo que saltó por la ventana y se largó habla sobre la forma en que las personas afrontan los inesperados giros de la vida. A través de Allan, Jonasson parece sugerir que, sin importar las circunstancias, siempre hay espacio para la aventura y la sorpresa, desarrollando instantes memorables, pero no por ser impactantes, sino por una fragilidad que refleja el mundo real.

El escritor también critica las figuras de autoridad y el poder, a menudo mostrando cómo los líderes mundiales pueden ser tan absurdos como las situaciones cómicas que enfrenta el protagonista. Esta es una tendencia de la novela a ridiculizar un poco lo que se supone que es correcto, las estructuras y necesidad de control impuestos por una sociedad temerosa de sí misma.

Sobre el inevitable éxito de la novela

La acogida que ha tenido El abuelo que saltó por la ventana y se largó no solo tiene que ver con su originalidad, sino con su capacidad para hacer reflexionar y reír al lector. Pese a que la historia se presenta como sumamente entretenida, al mismo tiempo invita a cuestionar la seriedad con la que la mayoría de las personas toman la existencia y los grandes eventos históricos que la rodean.

Por ejemplo: en muchos fragmentos se narra la graciosa despreocupación con que Allan atraviesa situaciones mundiales importantes. Esto podría interpretarse como un recordatorio de que la vida, en su esencia, es impredecible y a menudo ridícula, por lo que no es necesario tomarla tan en serio.

Además, la novela conecta con un público amplio, gracias a su humor universal, sus personajes excéntricos y su capacidad para mezclar lo cotidiano con lo extraordinario. El tono ligero de Jonasson la convierte en una lectura accesible, pero detrás de las risas hay una crítica social sutil que añade capas de profundidad a la historia.

Sobre el autor

Jonas Jonasson nació el 6 de julio de 1961, en Vaxjo, una ciudad al sur de Suecia. Estudió sueco y español en la Universidad de Gotemburgo. Después, consiguió un trabajo como periodista en el diario Växjö Smålandsposten, así como en el tabloide Expressen, medio en el que se desempeñó hasta 1994. Dos años más tarde fundó OTW, su propia compañía de telecomunicaciones.

Jonasson trabajó durante siete días a la semana hasta 2008, período en que decidió vender la empresa que había formado con la ayuda de solo cien empleados y que, curiosamente, le ofreció lo necesario para iniciar una carrera como escritor profesional. El abuelo que saltó por la ventana y se largó, su primera novela, fue un éxito de ventas, hecho que lo motivó a permanecer en la industria literaria.

Otros libros de Jonas Jonasson

  • La analfabeta que era un genio de los números (2013);
  • El matón que soñaba con un lugar en el paraíso (2016);
  • El abuelo que volvió para salvar el mundo (2018);
  • Una dulce venganza (2018);
  • La pitonisa y el idiota (2023).

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En el centenario de Kevin Andrews, griego de Pekín

Este año se cumple un siglo del nacimiento en la capital china de Kevin Andrews, que en sus primeros treinta años de vida creyó ser hijo de un prestigioso paleontólogo que exploró China y Mongolia, Roy Chapman Andrews, posible inspirador de Indiana Jones, y descubrió más tarde que, realmente, su padre era un oficial británico que se desentendió de obligaciones (su madre, Yvette Borup, era de origen estadounidense). En vida no fue un personaje popular como el progenitor que anheló, pero sí lleno de interés.
Su nacimiento en China fue circunstancial y Andrews residiría en su infancia y juventud en prestigiosos internados en Inglaterra y Estados Unidos, y se matriculó en estudios clásicos y literatura americana en Harvard, pero terminarlos le llevó más tiempo de lo deseado pues, tras la irrupción de la II Guerra Mundial, tuvo que pasar un año en un campo de entrenamiento y dos como explorador de una división de la Infantería de Montaña. Tras esa experiencia, su probable empleo como profesor universitario debió parecerle demasiado relajado; según contó, el día de su graduación se topó con un anuncio de una beca de investigación de un año en la Escuela Estadounidense de Estudios Clásicos de Atenas, que solicitó y le fue concedida, dijo él que por ser el único candidato (estaba siendo humilde, se licenció con la máxima nota, y con una tesis cuanto menos peculiar: Prometeo y Ahab, un estudio sobre la claridad y el caos).
Fue entonces cuando comenzó su idilio con Grecia, con algún trago amargo en el camino, dado que el país se encontraba sumido entonces en su guerra civil (1946-1949). En un traslado conoció a un grupo de estudiantes demacrados que eran llevados a una prisión frente a la costa ática; creían que, una vez derrotada Alemania, llegaría la reconciliación nacional, pero lejos de beneficiarse de ella iban a ser fusilados en una cárcel militar. Aquellos jóvenes sin suerte serían recordados en su novela El vuelo de Ícaro, aún por traducir al castellano.
Cuando llegó Andrews a Atenas por primera vez, la ciudad era casi un caos y escasa el agua potable; viajar por el país, muy complicado. En ese contexto increíble, la Escuela que lo había becado, en la colina del Licabeto, volvió a abrir sus puertas: ofrecía unas vistas, dicen que preciosas, del monte Himeto y de las afueras de la capital griega y… disponía de agua corriente. Solo cuatro estudiantes acompañaban a Andrews y fueron avisados de la imposibilidad de acudir a Beocia, la Argólida, el Iliso, Macedonia… o donde quiera que pretendieran leer a los clásicos, dadas las circunstancias; se les ofrecía un curso de arqueología. No obstante, a Andrews se le prometió que podría visitar Micenas, Argos o Tebas con el transporte propio del centro y que tendría trabajo suficiente en la biblioteca, que acumulaba informes de excavaciones.
En El vuelo de Ícaro, cuenta Andrews que esperaba de la arqueología un derroche de revelaciones sobre la vida real y cotidiana de los antiguos, de lo que amaban, de aquello por lo que se dejaban matar, pero que en este centro solo halló burocracia. No quedó seducido por los trabajos que se desarrollaban en Eleusis, Micenas, Olimpia o Argos, donde se les impartían charlas ante estanterías llenas de fragmentos; ni con la tarea de medir bases de columnas o bloques de mármol. Corinto le ofrecería, por fin, un panorama diferente: le impresionaron sus fortalezas medievales, que habían sido construidas con rapidez tomando piedra de los templos.
En el paso de las semanas, desafió las prohibiciones: ascendió el Himeto, siguió el curso del Iliso, se enamoró de una mujer casada y tuvo con ella una hija que sería adoptada por su marido, y comenzó a manifestar síntomas de epilepsia, un trastorno que él achacó a sus relaciones amorosas convulsas. Cuando, por todas estas razones, estaba a punto de abandonar el país, se le ofreció llevar a cabo la editio princeps de varios planos de fortalezas adquiridos en Venecia y realizados por Francesco Grimani, un comandante en Morea, a fines del siglo XVII o principios del XVIII. Correspondían a construcciones del Peloponeso, Creta y Evia; si aceptaba, se le otorgaría una beca Fullbright que le permitiría pasar otros tres años en Grecia y su labor consistiría en examinar los restos y registrar los hallazgos.
Aceptó y, se cree que por primera vez, experimentó entonces la sensación de pertenecer a un lugar, de tener patria y raíces: se había convertido ya en griego, una metamorfosis que narró en su novela citada, compendio de sus años de vagabundeo juvenil y de su amor por esta cultura. El trabajo académico que desarrolló, titulado Castles of the Morea, se consolidaría asimismo como un clásico para los interesados en la arquitectura de la Edad Media en este país. Hay que subrayar que, en este momento, las ruinas clásicas contaban con la protección de gobierno y ejército, no así los restos medievales y bizantinos, que incluso llegaban a servir de refugio a las familias más perjudicadas por la guerra.
Su primer destino fue la ciudadela de Mistrás, cerca de Esparta: fue el último bastión del Imperio bizantino, donde se coronó emperador a Constantino XI Paleólogo. Fundada en el siglo XIII por Guillermo de Villehardouin, esta ciudad perteneció durante dos siglos a Bizancio y durante tres al Imperio otomano; en el siglo XVIII, Venecia se la arrebató a los turcos y el enclave devino centro del comercio de la seda en el Peloponeso. En aquel tiempo solía el estudioso dormir a la intemperie y realizar largos trayectos a pie: más de una vez le echaron el alto, pero guardar una flauta y sus conocimientos de historia le fueron útiles.
Cuando finalizó su periplo por estas fortalezas, Andrews entendió que había llegado el momento de regresar a Estados Unidos, pero antes quiso subir al Olimpo, pese a las advertencias de algunos pastores de que no acudiera al norte porque estaba lleno, decían, de lobos y búlgaros; y de los clubes de alpinismo, dado que la zona se encontraba tomada por el ejército ante la presencia de guerrillas. Como imaginaréis, no hizo caso: en un solo día alcanzó la cumbre, llamada el Trono de Zeus, divisando la llanura de Macedonia y el mar Egeo a sus pies.
Tenía veintisiete años y, atendiendo a su testimonio, a esa altura se despidió de su juventud. Regresó a América, pensando siempre en volver a cruzar el océano; en Nueva York se casaría con Nancy Cummings, hija del poeta E.E.Cummings, tuvo una hija más y, junto a su familia, pudo viajar a Grecia de nuevo en 1956. Allí se asentaron y criaron a otro hijo, Alexis; para entonces, como relata en El vuelo de Ícaro, este país era ya una compañía íntima, algo fiable como una fuerza magnética, un ser amistoso.
Se posicionaría abiertamente contra la dictadura militar, su decisión de permanecer aquí a pesar de las dificultades le costó el matrimonio, soledades y tristezas que solo paliaba junto a los pastores de Yerania o en la isla de Kárpatos y, algo más tarde, junto a Elizabeth Boleman-Harring, escritora y periodista que fue su última pareja. Dejó escrito: Llegué a tiempo a Grecia para conocer una forma de vida antigua e íntima. Es imposible olvidarla ahora que ya se ha ido para siempre.
Él murió en 1989 en Citera, centro del culto a Afrodita, de leche y de miel; para conocerlo mejor, podemos acudir al excelente compendio de textos sobre viajeros mediterráneos Peregrinos de la belleza, de María Belmonte.

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Nuria Quintana. Entrevista con la autora de El jardín de Olavide

Mariola Díaz-Cano Arévalo

Nuria Quintana entrevista

Fotografía: cortesía de la autora

Nuria Quintana nació en Madrid en 1995, pero se mudó junto a su familia a Galicia, donde transcurrió su infancia. Se licenció en Comunicación Audiovisual y Administración y Dirección de Empresas en Madrid y es una apasionada de la fotografía y la escritura. Su primera novela fue La casa de las magnolias, a la que le ha seguido El jardín de OlavideEn esta entrevista nos habla de ella y de muchos otros temas. Le agradezco mucho su amabilidad y tiempo.

Nuria Quintana — Entrevista

  • ACTUALIDAD LITERATURA: Tu última novela se titula El jardín de Olavide. ¿Qué nos cuentas en ella y de dónde te vino la inspiración? 

NURIA QUINTANA: Con el Madrid histórico como telón de fondo, conocemos a un grupo de jóvenes amigas que trata de encontrar su lugar en una sociedad que silencia su voz. Úrsula, su maestra de música, celebra reuniones secretas en su academia en las que pueden permitirse hablar con libertad y donde les enseña la importancia del conocimiento. 

El escenario principal de la trama del pasado es el jardín de El Capricho, donde me inspiré para crear gran parte de esta historia. Es un jardín hermético, con simbología masónica y relacionada con el Camino de Santiago. Esconde un gran mensaje entre sus muros y enigmáticas construcciones, que aparecen con fidelidad en la novela. A lo largo de la historia, he jugado a interpretar este mensaje libremente. 

Por otro lado, en el presente, aparece una antigua fotografía que cambia la historia familiar de Josefina, Julia y Candela, tres mujeres a través de quienes exploro los cambios generacionales y los patrones heredados —conductas y creencias que, en ocasiones, es necesario liberar—. A raíz de la fotografía también se descubre un misterio familiar: un bebé ha desaparecido de una casa señorial del Madrid de la época sin dejar rastro. Será Julia quien emprenderá un viaje hacia el pasado en busca de respuestas y, también, de perdón. Perdón hacia sí misma y hacia sus antepasadas.

Primeras lecturas

  • AL: ¿Puedes recordar alguna de tus primeras lecturas? ¿Y lo primero que escribiste?

NQ: Afortunadamente, crecí en una casa repleta de libros y empecé a leer a una edad muy temprana. Tengo grabada la época en la que descubrí a Roald Dahl, me sentí fascinada por la magia de sus historias, donde aparentemente nada es real y, al mismo tiempo, todo es posible. Fue precisamente uno de sus títulos, Las brujas, el que me inspiró para escribir lo que por aquel entonces llamé mi primera novela, pero que en realidad no eran más de doce folios. Tenía 12 años y aún recuerdo la emoción que sentía a medida que las palabras iban tomando forma y construyendo el relato, la electricidad que me impulsaba a seguir mientras tecleaba en el ordenador, deseosa por ver mi primera historia concluida. 

Autores y personajes

  • AL: ¿Un autor de cabecera? Puedes escoger más de uno y de todas las épocas. 

NQ: Podría nombrar muchos y todos y cada uno de ellos serían imprescindibles, porque al final la voz narrativa se forja con cientos de historias que hemos leído —y habitado—. Si he de escoger, nombraría a Javier Cercas, Cristina López Barrio, Khaled Hosseini, Kate Morton, Amy Tan. Y, retrocediendo en el tiempo, Agatha Christie, Oscar Wilde y Jane Austen

  • AL: ¿Qué personaje te hubiera gustado conocer y crear? 

NQ: Uno de los personajes que más me ha fascinado últimamente es Agnes, de Hamnet, escrita por Maggie O’Farrell. Está maravillosamente construida, es una mujer libre, enigmática, que sostiene una profunda relación con la naturaleza. Agnes es capaz de ver lo que los demás ignoran, de intuir el miedo, las preocupaciones, el fin último de los actos de la gente. Nada a contracorriente y toma sus propias decisiones sin esperar la aprobación de nadie. A lo largo de la novela sufre y afronta el dolor con dignidad, lo atraviesa sin rehusarlo. Es un espíritu rebelde y salvaje encerrado en el cuerpo de una mujer independiente, trabajadora y bondadosa

No sé qué me habría gustado más, si crearla o poder conocerla. 

Costumbres y géneros

  • AL: ¿Alguna manía o costumbre especial a la hora de escribir o leer? 

NQ: Antes de empezar a escribir me gusta prepararme una taza de y las primeras frases siempre las escribo en papel. Esto me ayuda a entrar en la historia, a trasladarme a la época sobre la que estoy escribiendo y a acercarme a mis personajes. Gracias al papel voy desligándome de la realidad, porque lo más difícil es abandonar la rutina, las preocupaciones diarias, y meterte de lleno en el mundo de la creación. 

Con respecto a la lectura, necesito silencio, de lo contrario me cuesta mucho alcanzar la concentración que busco cuando abro un libro. 

  • AL: ¿Y tu sitio y momento preferido para hacerlo? 

NQ: Siempre escribo por las mañanas. Me levanto, preparo una taza de té y me siento delante de mi escritorio. Necesito el silencio y la familiaridad de mi cuarto para dar vida a las historias, es el único lugar en el que puedo estar escribiendo durante horas sin perder la concentración. En mi día a día siempre llevo una libreta en el bolso para tomar anotaciones, especialmente cuando viajo o visito museos y exposiciones. Nunca se sabe dónde puede surgir la inspiración. 

  • AL: ¿Qué otros géneros te gustan? 

NQ: El ensayo, la crítica, la comedia. De este último género disfruto especialmente con las situaciones absurdas y ridículas que ponen de manifiesto verdades universales, utilizando el humor con inteligencia.   

  • AL: ¿Qué estás leyendo ahora? ¿Y escribiendo?

NQ: Ahora mismo estoy leyendo El camino, de Miguel Delibes. Es una novela costumbrista que refleja la realidad de los años 50 en España, pero en realidad, lo significativo de la historia es que podría estar escrita en cualquier época porque aborda temas atemporales. Miguel Delibes consigue hacerlo con ternura, a través de la inocente mirada de un niño y de los habitantes de su pueblo. 

Nueva novela

Estoy escribiendo mi tercera novela, que se titulará El recuerdo del bosque. El escenario del pasado, un Delibes rodeado de montañas en el que cada vez quedan menos habitantes, me ha permitido explorar a través de una de las últimas familias la íntima relación que se establece entre las personas y la naturaleza en los lugares aislados. A lo largo de varias generaciones acompañaremos a esa familia mientras los cambios sacuden sus vidas y alteran el equilibrio alcanzado en el bosque, en el que por primera vez ya no tienen un futuro garantizado. La duda entre partir o permanecer, entre abandonar el lugar en el que han crecido, el único que conocen, o quedarse, sabiendo que llegará un día en el que estarán solos, será el principal desencadenante del pasado. 

En la línea temporal del presente la novela empieza con la aparición de unos túneles que no figuraban en los mapas de una antigua finca olvidada. Este hallazgo reabrirá el suceso sin resolver que tuvo lugar en la finca en la víspera de Navidad de 1935: unos asaltantes llegaron hasta el palacio y dejaron gravemente herida a su propietaria. Nunca encontraron a los culpables, pero setenta años más tarde, la aparición de las galerías y de un antiguo medallón con un retrato en su interior, lo cambiará todo.

Panorama actual

  • AL: ¿Cómo crees que está el panorama editorial?

NQ: Los datos dicen que los jóvenes en España cada vez leen más y eso, sin duda, es un mensaje de esperanza. Los libros constituyen una fuente de conocimiento, como dice Cristina López Barrio en una de sus novelas «son la memoria del mundo», y además nos ayudan a comprender la realidad, a desentrañar las complejidades del alma humana. Leer es necesario por muchos motivos y, desde mi propia experiencia, creo que cuanto antes se adquiere el hábito, más duradero es.

  • AL: ¿Qué tal llevas el momento actual que vivimos?

NQ: Últimamente soy incapaz de leer las noticias de lo que pasa en el mundo sin sentir decepción, rabia e impotencia, todo al mismo tiempo. Creía que caminábamos hacia una época más abierta y consciente, pero cada vez que estalla un nuevo conflicto me replanteo si realmente estamos avanzando en la dirección correcta. Es inevitable preguntarse si alguna vez los humanos aprenderemos de los errores y horrores del pasado para no volver a cometerlos.


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La académica Sofía Carrizo Rueda fue incorporada públicamente a la AAL

Presidencia

La Academia Argentina de Letras celebró la recepción pública de la académica de número Sofía Carrizo Rueda. Su ingreso formal a nuestra Institución se llevó a cabo el jueves 5 de septiembre, a las 18.00, en el salón del Palacio Errázuriz – Museo Nacional de Arte Decorativo (Avenida del Libertador 1902, Ciudad de Buenos Aires), contiguo a la sede de la Academia.

Los oradores fueron el secretario de Educación de la Nación, doctor Carlos Torrendell; y los académicos de número Alicia María Zorrilla, presidenta de la Academia, quien pronunció las palabras de apertura; Javier Roberto González, quien dio el discurso de bienvenida y de presentación; y la recipiendaria, quien expuso sobre «Voces literarias en los dos momentos fundantes para el Río de la Plata».

El acto contó con la presencia del secretario de Educación de la Nación, doctor Carlos Torrendell; la asesora del secretario de Educación de la Nación, profesora Sabrina País; el presidente del Instituto Sanmartiniano, Roberto Elissalde, y el magíster Gustavo Hasperué, secretario académico de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Católica Argentina.
Asistieron y acompañaron al nuevo miembro de nuestra Institución los siguientes académicos de la AAL: Alicia María Zorrilla, presidenta; Rafael Felipe Oteriño, vicepresidente; Pablo Cavallero, secretario general; Eduardo Álvarez Tuñón, tesorero, Antonio Requeni, Santiago Kovadloff, Jorge Fernández Díaz, Pablo De Santis, Hilda Albano, Javier Roberto González, Leonor Acuña, Jorge Dubatti, Alejandro Parini, Esther Cross y María Esther Gorleri.

Los discursos completos, que se resumen más abajo en esta nota, se difundirán en el Boletín de la Academia Argentina de Letras —publicación impresa periódica y órgano oficial de la Academia—, en el número que corresponderá al período de julio-diciembre de 2024.

La licenciada en Letras, doctora en Filosofía y Letras e investigadora y especialista en análisis del discurso, literatura medieval y Siglo de Oro español Sofía Carrizo Rueda fue elegida académica de número por los miembros de la Academia Argentina de Letras el jueves 27 de julio de 2023.

Desde ese día ocupa el sillón «Joaquín V. González», en el que la precedieron Arturo Marasso, Manuel Peyrou, Bernardo Canal Feijóo, Berta Vidal de Battini, Antonio Di Benedetto, Ofelia Kovacci y Rolando Costa Picazo. Estaba vacante desde el 2022 tras el fallecimiento de Costa Picazo.

Sofía Carrizo Rueda fue propuesta para integrar la Academia por la presidenta de la AAL, Alicia María Zorrilla, y por los también académicos de número Olga Fernández Latour de Botas, Hilda Rosa Albano y Javier Roberto González.

Para ver la nómina de los actuales miembros de número, hacer clic aquí. Todos, desde que son elegidos para integrar el cuerpo académico de la AAL, forman parte automáticamente de la Real Academia Española en condición de miembros correspondientes hispanoamericanos.

La ceremonia de incorporación pública de Sofía Carrizo Rueda

En el discurso inicial, el secretario de Educación de la Nación, Carlos Torrendell, afirmó que este es «un momento en la Argentina clave para las letras» y, en el marco del plan de alfabetización, invitó a las Academias a tener la misión de asesorar al Estado y las convocó a brindar aportes e ideas para avanzar en ese plan. Sobre la homenajeada, subrayó su gran trayectoria y dedicación al mundo de las letras.

La presidenta de la Academia, Alicia María Zorrilla, abrió oficialmente el acto dándole la bienvenida a quien destacó como profesora medievalista. Luego, inspirada en esa especialización de Carrizo Rueda, dio su discurso sobre la palabra épica/o, vinculada al mundo y la época medieval, en el que habló sobre su masivo uso en distintos contextos, que «linda con el grotesco».

A continuación, en su discurso de bienvenida y presentación de Carrizo Rueda, el académico de número Javier Roberto González —tras anticipar que sus palabras iban a ser menos épicas, en referencia a las de la doctora Zorrilla— recordó que con Sofía lo unen «largas décadas de amistad, trabajo y profundo aprendizaje».
Sobre su investigación de la filología hispánica, sostuvo que «Sofía sabe muy bien que es la teoría la que debe servir a la comprensión del texto y no este a la confirmación de aquella».

En cuanto a su perfil de «dedicadísima docente y formadora de investigadores» destacó, entre muchas iniciativas y logros, la organización de las Jornadas Internacionales de Literatura Medieval, uno de los principales foros del hispanomedievalismo latinoamericano.

«Corría 1975. Una joven licenciada en Letras entró como auxiliar en el Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la Academia Argentina de Letras —relató González—. Casi medio siglo después de aquella primera llegada a esta casa, la misma Academia que la recibió como profesional en los inicios de su investigación, la recibe ahora como académica. Estamos enriquecidos por su presencia y sus aportes».

Como cierre del encuentro, la homenajeada y nueva integrante de nuestra Institución Sofía Carrizo Rueda agradeció la «enorme distinción de ocupar un lugar en esta Academia», «la fascinante tarea de estudiar los inagotables misterios del lenguaje» y «el gran honor que me han hecho mis colegas».

De González reconoció su «leal acompañamiento a través de muchas travesías, entre escollos y vientos prósperos» y que los unen «años de amistad, intereses y tareas compartidas».

«Doy gracias a Dios por haberme ayudado a transitar esos caminos y pido que me ayude en este nuevo desafío», concluyó, antes de pronunciar su discurso, titulado «Voces literarias en los dos momentos fundantes para el Río de la Plata».

El acto finalizó con la entrega a Sofía Carrizo Rueda de la medalla, el diploma y el distintivo institucional de manos, respectivamente, de la presidenta Alicia María Zorrilla, el vicepresidente Rafael Felipe Oteriño y el secretario general Pablo Cavallero.

Sofía Carrizo Rueda

Obtuvo el título de Licenciada en Letras en la Universidad Católica Argentina y se graduó de Doctora en Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid.

Comenzó a desarrollar su carrera docente en la Universidad de Buenos Aires, la Universidad del Salvador y la Universidad Católica Argentina. En esta última, se desempeñó como profesora titular de la cátedra de «Teoría y Análisis del Discurso Literario» desde 1988 hasta su jubilación en 2018, en el Departamento de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras. En dicha Facultad, ejerció los cargos de directora del Departamento de Letras (1999-2005); cocoordinadora por el área de Letras de la Comisión de Doctorado en Filosofía y Letras (2006-2011); directora de la Carrera de Doctorado en Letras (2012-2018); directora de las Jornadas Internacionales de Literatura Española Medieval (en cinco ediciones, desde 2005 a 2017) y directora de la revista Letras (1999-2018). Actualmente, es profesora emérita de la Universidad. Ha sido designada representante de la Facultad de Filosofía y Letras en la “Comisión del Espacio de Diálogo Jubilar», cuya función es organizar, fomentar y mantener las relaciones de los docentes jubilados con la vida universitaria.

Comenzó su carrera de investigadora con una beca de «Iniciación» en el CONICET (1974-1975). Continuó en el Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la Academia Argentina de Letras, bajo la dirección del académico Carlos Alberto Ronchi March (1975-1977). Durante este período, el Departamento fue distinguido con el Premio de la Fundación «Nieto López» por la Real Academia Española, y el presidente de la Institución argentina la hizo partícipe del mismo como miembro del equipo de investigadores del Departamento.

Entre 1978 y 1985 residió en España con becas del Centro Iberoamericano de Cooperación de Madrid y del Ministerio de Educación y Ciencia de España para realizar la tesis doctoral. De regreso a la Argentina, ingresó al CONICET con la categoría de Investigadora Independiente. Formó parte de varias Comisiones Asesoras del área de «Lingüística, Literatura y Semiótica». Fue promovida a la categoría de «Investigadora Principal», con la cual se jubiló.

Es autora de cuatro libros —el más reciente, Derivaciones de una poética del relato de viajes, Kassel, Reichenberger, 2023— y de ciento cuarenta y cinco trabajos publicados en revistas científicas y actas de congresos internacionales. Asimismo, ha sido coordinadora de doce números monográficos de la revista Letras, acerca de Teoría Literaria, temas de Literatura Española y de Literaturas Hispanoamericanas.

Se ha especializado en aspectos teóricos del género «relatos de viajes», en el abordaje de textos pertenecientes a viajeros de diferentes coordenadas espacio-temporales, en la constitución formal de obras líricas, narrativas y dramáticas de los clásicos españoles, en el análisis hermenéutico de mitos y símbolos que atraviesan la historia de la literatura y en las polémicas sobre la complejidad del discurso del Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita.

Ha dirigido tesis doctorales, estudios postdoctorales, proyectos de miembros de la Carrera del Investigador Científico del CONICET y a un equipo de investigadores de la UCA que abordó la diversidad tipológica del género «relato de viajes». El trabajo final fue publicado: Escrituras del viaje, Buenos Aires, Biblos, 2008.
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Fuente: BID, Número 162, 2024.


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Alerta internacional: “Ley garrote” en Paraguay amenaza la libertad de prensa

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Santiago Peña a vetar una ley aprobada por el Congreso que impone restricciones a las organizaciones sin fines de lucro, poniendo en riesgo la independencia de medios de comunicación y derechos fundamentales en Paraguay.

 

La libertad de prensa en Paraguay enfrenta una seria amenaza tras la aprobación de una polémica ley que busca controlar a las organizaciones sin fines de lucro. El Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) advirtió que esta legislación, conocida a nivel local como “Ley garrote”, pondría en grave riesgo la independencia de los medios de comunicación, muchos de los cuales operan bajo esta modalidad y dependen del financiamiento internacional.

 

 

Santiago Peña, presidente de Paraguay, tiene en sus manos la decisión de vetar o promulgar esta ley que exige a las ONG presentar informes financieros semestrales al Ministerio de Economía y detallar sus relaciones con personas y entidades jurídicas. Las organizaciones que no cumplan con estos requisitos podrían ser clausuradas, lo que ha generado preocupación sobre las libertades fundamentales en el país.

 

El presidente Peña debe rechazar esta ley que impone restricciones onerosas a los medios sin fines de lucro y amenaza su independencia”, afirmó Cristina Zahar, coordinadora del Programa de América Latina del CPJ. También destacó que esta medida podría disuadir a los medios de investigar temas sensibles o denunciar irregularidades del gobierno.

 

Relatores especiales de la ONU ya habían advertido en julio pasado que este proyecto de ley podría violar derechos esenciales como la libertad de expresión, privacidad y asociación pacífica. Además, 66 organizaciones de la sociedad civil, encabezadas por la Coordinadora de Derechos Humanos del Paraguay (Codehupy), han instado a Peña a vetar la ley y trabajar en un nuevo marco legal que respete los derechos fundamentales.

 

El gremio periodístico, representado por el Sindicato de Periodistas del Paraguay (SPP), también señaló que esta ley forma parte de una estrategia más amplia del gobierno para desacreditar y acosar a periodistas y a la sociedad civil. Santiago Ortiz, secretario general del SPP, denunció que la investigación del Congreso a algunas ONG fue utilizada para divulgar datos personales de periodistas, en un intento de erosionar su credibilidad.

 

La Red de Mujeres Periodistas y Comunicadoras del Paraguay (RMPCPy) manifiesta que ante el crítico panorama, la libertad de prensa en Paraguay pende de un hilo. Ahora, la decisión está en manos del presidente Peña, quien deberá optar entre proteger los derechos fundamentales o permitir que la “Ley Garrote” avance, con graves consecuencias para el periodismo independiente.

 

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*Este material forma parte de la serie “Las periodistas ya no se callan”, impulsado por la Red de Mujeres Periodistas y Comunicadoras del Paraguay en alianza con Revista Emancipa Paraguay.


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