Susana Cruz

NOMBRE: Susana
APELLIDOS: Cruz Calvache
LUGAR DE NACIMIENTO: Madrid
FECHA DE NACIMIENTO: 1992
PROFESIÓN: Artista
 
 
 
 
 
Tras el descanso de este verano vuelve a sus pantallas la sección Fichados, que estrenamos hace ya diez años y que alcanzará, seguramente antes de que acabe este, la cifra de cuatrocientos artistas y comisarios a los que seguir los pasos. La temporada la abrimos de la mano de Susana Cruz, cuya andadura expositiva es reciente -viene mostrando su obra desde hace tres años-, aunque sus inquietudes artísticas vengan de mucho tiempo atrás.
Ha presentado exhibiciones individuales en las galerías Espacio Cómplices y Sara Caso, y en el Hotel Akeah de Madrid, y colectivas en el Espacio MAdos y la Galería Gaudí, de nuevo en la capital, además de participar el año pasado en la feria FESTIARTE marbellí, representada por la Galería Gaudí.
Nos ha contado Cruz Calvache que pinta desde siempre y que, aunque su formación no tenga relación estricta con el arte, cursar el Erasmus en Italia revivió en ella esos intereses, que terminaría cultivando tiempo después. Es la primera artista que nos habla de Italia como punto de partida (probablemente entre el resto haya habido olvidos); no es ya la primera en recordar profesores decisivos. Y el confinamiento también ha tenido un papel en su trayectoria: Desde siempre he pintado, no recuerdo cuándo empecé, pero sí cómo: empecé con lápiz y bolis de colores en casa, en el colegio, siempre que podía. Luego me pasé al carboncillo, técnica que estuve practicando durante muchísimos años, experimentando sola. Tuve pinceles de acuarela y acrílico, pero fueros dos técnicas que, a pesar de encantarme visualmente, no me llenaban.
En la primera comunión me regalaron un maletín de óleo y un caballete. Ahí fue cuando me enamoré del óleo, eso sí, siempre compaginándolo con el carboncillo. Ensayaba en mis ratos después del colegio. Mis padres, al ver esa ilusión, me apuntaron a clases de pintura los viernes por la tarde. Cambiaba el típico día de fiestas con los compañeros de clase por ratos pintando. Estuve unos años disfrutando del arte, las risas y el ambiente de la clase: una profesora de lo más única, un perrito sin una pierna y cuatro chicas increíbles, cada una con sus peculiaridades. No eran clases como uno se las imagina, simplemente pintábamos con buena música de fondo a nuestro aire; la profesora nos dejaba fluir a cada una.
A los 16 años dejé las clases por los estudios; la ESO, bachillerato y la universidad me hicieron disminuir muchísimo el tiempo que dedicaba a pintar, pasé incluso años sin tocar un pincel. Estudié en la Universidad Politécnica de Madrid Ingeniería de Materiales y posteriormente un Máster en Consultoría de Negocio; me fui de erasmus a Italia y ahí retomé mi pasión por el arte, ese viaje me hizo revivir todo aquello que sentía cuando me ponía a crear. Había arte en cada recoveco de Turín y aquí es de donde posteriormente rescataría mi gran fuente de inspiración.
Más tarde empecé a trabajar y me adentré en el bucle de la vida laboral y la velocidad de la sociedad. No paraba a pensar qué era lo que realmente me hacía sentir plena y sobre todo ser yo misma. Ahora me doy cuenta de que estaba en “modo robot”. Así pasaron varios años hasta que dejé un trabajo por el estrés que me suponía el no sentirme fiel a mis pensamientos y hacer más de diez horas de jornada laboral en una oficina.
A las pocas semanas llegó la pandemia y, al no tener empleo, tenía todo el tiempo del mundo para aquello que había abandonado años atrás: frenar, enfocarme y reflexionar. Tomarme la vida de una manera lenta, como si el tiempo no pasase. Abrí mi Instagram actual y empecé a compartir los pequeños dibujos que pintaba en papel. Pedí por internet un lienzo, bajé al trastero a rescatar mi maletín de pintura y el óleo me volvió a enganchar. En este momento fue cuando me di cuenta que no lo volvería a dejar.
Pasó la pandemia y era hora de volver a la realidad. Encontré trabajo y me independicé, lo compaginaba siempre con la pintura e hice de mi casa mi estudio, conviviendo en un mismo espacio de 30 metros vida personal, laboral y pasión por el arte.
Susana Cruz. Cloto
Italia, como dijimos, tuvo que ver con que regresara Susana a la pintura y también está muy presente en sus temas; las esculturas que pudo contemplar, el Renacimiento y el Barroco, son fuentes de buena parte de su trabajo, con el que desea suscitar en el espectador sensaciones placenteras: Comencé a definir mi estilo gracias a la etapa en la que viví en Italia. Las esculturas tomadas como modelo no las elegí al azar: despertaban en mí algo especial y conseguían que viera reflejado en ellas todo lo que quería transmitir. Un medio para liberar mis emociones. Y aunque todas narran historias de la mitología clásica tan preciosas como trágicas, en mis lienzos cobran un significado totalmente diferente… sin perder su esencia.
Actualmente, mi obra se inspira en la pintura del Barroco y la pasión por el uso dramático del claroscuro, llevada a un terreno más personal con lo aprendido en mis obras anteriores, sin abandonar mi personalidad. Movimiento, telas, transparencias y rostros reflejan la parte más humana y la divina. Admiro la pintura de Caravaggio, Rembrandt, Da Vinci, Miguel Ángel, Botticelli, entre muchos otros, de los que destacaría también a Joaquín Sorolla.
Mis óleos están íntimamente ligados a mis sentimientos, susurran mis vivencias. El arte para mí es frenar, disfrutar del proceso, escapar del mundo de la inmediatez y estar en el presente disfrutando cada pincelada. Reflejar lo bueno y soltar lo malo, dándole un enfoque bello.
Me gusta dar esa dosis de optimismo, que el espectador vea en mi obra situaciones que le hagan reflexionar acerca de la pasión y la tranquilidad de la vida, una ventana en la que, al igual que yo he reflejado mi historia mediante esculturas o mujeres, él vea la suya y sonría por dentro al recordarla.
Comencé a definir mi estilo gracias a la etapa en la que viví en Italia. Las esculturas tomadas como modelo no las elegí al azar.
Susana Cruz. Ocaso
Susana Cruz. Éxtasis
Como ya nos ha avanzado Susana, su terreno es el de la pintura y, fundamentalmente, el del óleo: La técnica que trabajo es el óleo sobre lienzo en medianas y grandes dimensiones. El tamaño de los lienzos lo elijo a conciencia; para mí, forma parte del proceso artístico. Necesito que el tamaño de lo dibujado sea equivalente o superior al tamaño que tendría en la vida real, si no, siento que la obra se queda “encerrada” y eso me genera agobio.
En cuanto a los colores, mi obra se caracteriza por el uso de blanco, sombra tostada y negro; pincelada fina, calmada y suave, en contraste; con técnica a espátula muy marcada y de gran expresividad. Fusiono el fondo con la figura aportando a la obra dinamismo y libertad.
Susana Cruz. Modestia
El fin de esa pandemia que le permitió dedicarse sin trabas a pintar dio paso a la sucesión de exposiciones que desde 2021 ha presentado: Hasta los 27 años no expuse mi obra. Mis primeras exposiciones fueron a raíz de colaboraciones con diferentes restaurantes italianos de Madrid.
Más tarde, en 2021, hice mi primera exposición en la Galería Espacio Cómplices (Madrid) de la colección VEEMENZA, título que elegí por su significado: “Que tiene una fuerza impetuosa. Ardiente y lleno de pasión. Persona que obra de forma irreflexiva, dejándose llevar por los impulsos”.
A raíz de ello me surgió la oportunidad de participar en un evento “cena sensorial” en la Galería Sara Caso (Madrid). Toda una experiencia. Vendaban los ojos a los comensales y mediante el menú, la música, sonidos y actores recreaban el ambiente de mi obra inspirada en El rapto de las sabinas, para acabar quitándonos la venda y viendo la sala oscura y el cuadro iluminado.
La segunda colección, EQUILIBRIO, la expuse en 2023 en Espacio MAdos (Madrid). Es un relato mediante esculturas de mi vida durante un año; sin duda, aquí fue dónde salió de mi subconsciente toda aquella inspiración capturada en Italia. Este mismo año participé en un evento impulsado por un grupo de artistas jóvenes de diferentes disciplinas en Artfter (Bilbao), en el que conocí a gente increíble y con verdadera pasión por expresarse a través del arte.
Posteriormente participé en FESTIARTE (Marbella), representada por la Galería Gaudí, con la que participé también en una exposición colectiva en Madrid. El 2024 empezó con una exposición en el Hotel Akeah (Madrid), una experiencia preciosa en un lugar en el que, a pesar de no dedicarse al arte, lo impulsan con gran sensibilidad. Aquí presenté la primera obra de mi colección actual, IL DUBBIO È BELLO, serie en la que, mediante mujeres, expreso mis sentimientos y pensamientos más profundos.
Actualmente tengo obras expuestas de forma online de la mano de Juan del Toro en Antoarte, una plataforma creadora de eventos que fusiona el arte con las marcas de tendencia y las tiendas de alta decoración. Y de la mano de Pedro Luis Requena, art dealer, en ferias de arte y exposiciones colectivas en Madrid; además, bajo su asesoría, estoy participando en subastas internacionales online, mediante la casa de subastas Setdart.
Sus futuros pasos llevarán a Susana Cruz a Valencia y Málaga: Actualmente estoy finalizando la colección IL DUBBIO É BELLO. En ella fusiono todo lo aprendido de las colecciones anteriores, VEEMENZA y EQUILIBRIO, del manejo con la espátula, que aporta gran expresividad y fuerza, y un nuevo efecto del pincel que estoy desarrollando dando sensación de movimiento, sensibilidad y destacando las transparencias.
En cuanto a próximos proyectos, tengo dos exposiciones en diciembre: la primera en Valencia, de la mano de un estudio de arquitectura; la segunda la llevaré a cabo en un local del centro de Málaga que fusiona arte con coctelería. El local inaugura con mi exposición, por lo que es una experiencia nunca vivida.
Y seguiré como hasta ahora, aprovechando las oportunidades que veo que me pueden impulsar, conociendo a otros artistas de mí mismo ámbito o diferente y sobre todo haciendo disfrutar. Porque al fin y al cabo el arte es eso, dejarse llevar.
Podéis conocer mejor a Susana, aquí: www.susanacruzart.com
Susana Cruz. Templanza
Susana Cruz. Sutileza
Susana Cruz. Imperturbabilidad
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La Strada, setenta años de un tumulto en el Festival de Venecia

No siempre los festivales de cine han sido balsas de aceite donde reina la deportividad, independientemente de las elecciones del jurado: en el de Venecia, hace setenta años, en 1954, la sala atronó después de la entrega de premios, hubo tumulto y hasta peleas. La razón: Senso, de Luchino Visconti, no recibió galardones y La strada de Fellini consiguió el León de plata; así se agudizaba un conflicto que derivaría casi en guerra de bandos en el cine italiano y que no tenía carácter meramente artístico, sino también político: una facción considerada de izquierdas continuaba abogando por el desarrollo del neorrealismo, para entonces ya en horas bajas, mientras que en el sector conservador preferían la aparición de los valores religiosos en la gran pantalla. Los primeros, agrupados en torno a Visconti, se sintieron aquella vez traicionados por Fellini, que antes sí fue su compañero de viaje y había planteado en aquella ocasión un filme abstracto respecto a los cánones neorrealistas y, por momentos, ceñido a los principios católicos. En ese año, la crítica llegó a afirmar que no reflejaba ni la sociedad italiana ni sus problemas.
Es cierto que el centro de La strada no es la lucha de clases, por más que sus protagonistas sean humildes, y que puede interpretarse como un relato de redención espiritual, pero Fellini nunca aceptó que su historia fuese ajena a la realidad: desde su punto de vista, podía abrir nuevas perspectivas sociales, porque remite a la experiencia común de dos personas, origen y símbolo de una sociedad. Aunque no se ciñera a la actualidad italiana, sí se sostenía sobre una base palpable, la que el director había conocido: sus recuerdos y sentimientos, que había plasmado en el viaje de dos criaturas, aparentemente sin mucho en común, pero unidas inseparablemente por alguna razón.
La Strada se inicia con la llamada a Gelsomina (Giulietta Masina) de sus hermanas; ella está en la playa recogiendo leña en las dunas. El forzudo Zampano (Anthony Quinn) acude a buscarla, pues la ha comprado por 10.000 liras para llevársela en su motocicleta, transformada en caravana; el refugio en su vida de feriante que hace sus números en las plazas de pueblos cuya población no parece menos miserable que él. Gelsomina ha de ayudarle (como antes hizo otra de sus hermanas, fallecida) literalmente como pueda: recogiendo dinero, tocando el tambor o disfrazándose de payaso; así será como abandonará su hogar de infancia a orillas del mar, sabremos que para siempre.
Componen los dos un dúo curioso: una joven muy menuda, y vital e ingenua, deseosa de hacerlo bien como artista de los caminos, ha de manejarse con un individuo grande y gruñón al que la vida en la calle ha hecho duro y que no presta ninguna atención a los sentimientos de quien tiene al lado. Incluso sus actuaciones las realiza mecánicamente, repitiendo las mismas palabras en los mismos momentos, sobre todo en el instante culminante de romper una cadena hinchando su pecho. Ante casi todo lo que ve, sin embargo, a Gelsomina parecen salírsele los ojos de las orbitas; incluso cuando toca por primera vez el tambor, lo hace con ilusión rayana en el delirio hasta que Zampano, nunca para bromas, le golpea en las piernas con una vara.
No hay para el saltimbanqui arte útil si no sirve para ganarse el pan, al contrario que para el llamado El Loco (Richard Basehart), equilibrista que saldrá a su paso varias veces y que sí concibe su actividad con libertad y despreocupación, como su misma vida: irradia gracia en el aire, la extrema ligereza del que no teme nada en absoluto a las alturas; en alguna ocasión, incluso, llevará alas de ángel. No hay que ser adivino para intuir que El Loco y Zampano serán mutuos enemigos y que el más débil de los dos no sobrevivirá a su rivalidad.
La muerte del equilibrista hunde el ánimo de Gelsomina, que podría haberse ido antes con él en lugar de quedarse con el forzudo, quien nunca la ha mirado como mujer y siempre ha rechazado bruscamente sus esfuerzos por una mayor proximidad entre los dos. Tendrá ocasión, por esa rudeza, de tomar conciencia a destiempo de su soledad y de que ha perdido algo valioso.
Por todo esto, La strada no es solo una parábola social de carácter poético, o una road movie con mensaje, sino una historia de amor nunca alcanzado y de triste desenlace. Aunque en Italia desató todo tipo de opiniones, la crítica internacional sí la alabó: el histórico André Bazin dijo que era un encuentro con un mundo insospechado; George Sadoul, que se trataba de un hito en la historia del cine; y Doniol-Valcroze, que sería un faro para el séptimo arte. Los aún partidarios del neorrealismo la rechazaban precisamente por eso, por lo que tenía de mágico y encantador y por apuntar, finalmente, a la trascendencia: Fellini no quería quedarse con la superficie de su trama, sino penetrar en ella; recoger en las vidas desgraciadas de estos personajes su impulso por seguir adelante.
Cuando Zampano humillaba a Gelsomina, y ella dudaba de sí misma y de por qué estaba en el mundo -ella y todo lo demás, incluso las piedras-, El Loco le decía que todo lo que está en el mundo es bueno para algo y que si su vida no tenía sentido, nada lo tenía, ni siquiera las estrellas. Ella parecía comprender.

Es dificilísimo no experimentar ternura por el personaje de Masina y, controversias aparte, fue así desde el principio: dicen que, en adelante, cuando ella visitaba a Fellini en los estudios romanos de Cinecittá, los trabajadores la aplaudían, recibía un ramo de rosas y el rodaje de turno se detenía hasta que se sentaba para ver a su esposo en faena. Había nacido en 1921 en San Giorgio di Piano, cerca de Bolonia (Fellini no muy lejos, era de Rímini), pero se había criado con una tía elegante en Roma y había trabajado en la radio y en varias compañías teatrales antes de este salto al cine. Las ondas le hicieron, justamente, conocer al cineasta: cuando puso voz a un personaje de un guion radiofónico suyo.
Tras algunos papeles secundarios, actuó en las primeras películas de su marido: desde Luci dei varietá en 1950 a Giulietta de los espíritus en 1965; más tarde se retiró de la gran pantalla hasta un regreso tardío, de la mano de Perinbaba (1985) de Jakubisco, Ginger y Fred (1985) del mismo Fellini y Hoy quizá… (1991) de Bertuccelli. En todo caso, en la memoria quedó por Gelsomina, ese duende bondadoso con fe en los demás. Murió en 1994, unos meses después que el director.
 

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El vizconde que me amó: Julia Quinn

Juan Ortiz

El vizconde que me amó

El vizconde que me amó

El vizconde que me amó —o The Viscount Who Loved Me, por su título original en inglés— es el segundo volumen de la popular serie romántica Bridgerton, escrita por la historiadora de arte y autora estadounidense Julia Quinn. La obra fue publicada por primera vez el 5 de diciembre del 2000 de la mano de la editorial Plaktus. En 2009, fue traducida al español por Rosa Arruti Illarramendi.

El mismo año, la novela fue comercializada para el público hispanohablante por la editorial Titania. Es necesario decir que Bridgerton es un fenómeno literario que se ha robado el corazón de miles de lectores, y este libro no es la excepción, contando con una nota media entre 4.00 y 4,4 estrellas en plataformas como Goodreads y Amazon, respectivamente, lo que le otorga gran prestigio.

Sinopsis de El vizconde que me amó

La historia de terror que todas las madres les cuentan a sus hijas

En el libro anterior se desveló un poco acerca de la reputación reprochable de Anthony Bridgerton, en este, se acentúan sus defectos para plantear el conflicto principal de la trama. Él, que es el soltero más codiciado de la temporada, decide sentar cabeza por fin. Por supuesto, la elegida para tales fines resulta ser la joven y hermosa Edwina Sheffield. Sin embargo, conquistarla no resulta sencillo.

La razón de esto no es otra que la incipiente presencia de Kate, la hermana mayor de la muchacha, quien vigila con la tenacidad de un halcón cada movimiento del rompecorazones de los Bridgerton. Es así como este comienza a comprender lo difícil que será convencer a esta decidida mujer. No obstante, lo que se vuelve aún más complicado es sacar a Kate de su cabeza.

Decidida a proteger el corazón de su hermana

Estamos ante otro de los famosos cotilleos de lady Whistledown. En esta ocasión, se trata de una especie de triángulo amoroso insospechado. Por un lado, Antony intenta demostrarle a Kate que ha dejado de comportarse como un vividor, pero, por el otro, la hermana mayor de su ansiada futura esposa no puede evitar pensar en él como la peor de las aberraciones sociales.

Mientras ocurren estos tensos intercambios —con la ingenua e indecisa Edwina de por medio—, cupido comienza a fraguar un plan para unir a dos polos opuestos que, en realidad, no son tan diferentes como cada uno de ellos piensa. De hecho: tienen más cosas en común de lo que creen, pues ambos intentan vivir a su manera en la intensa y estricta sociedad victoriana.

Perfil psicológico de los protagonistas

Kate Sheffield

Como de costumbre, Julia Quinn construye a su heroína fuera de las convenciones de la época que se aborda en su novela. De este modo, Kate se convierte en una protagonista poco interesada en las estructuras del tiempo que le ha tocado vivir. Como no se siente particularmente atractiva, joven o apta para el matrimonio, dedica su existencia al cuidado de su adorable hermanita.

Es esta rígida forma de pensar —además de una latente inseguridad disfrazada de pragmatismo— de la que Kate hace alarde cuando los vividores sin escrúpulos intentan conquistar a Ewdina en los bailes, y es la misma que utiliza para mantener a raya los avances del poco confiable vizconde Bridgerton, aunque pronto descubre que del desagrado a la pasión hay un solo paso.

Anthony Bridgerton

¿Qué se podría decir del encantador vizconde que no se haya dicho ya?: aparentemente, es demasiado atractivo como para dejarlo pasar, pero su forma de ser suele alejar a las doncellas más castas. Entonces, ¿por qué este poco fanático de los compromisos ha decidido casarse? Después de resolver que no quería morir tan joven como su padre, Anthony se dedicó a disfrutar de la vida.

No obstante, como cualquier hombre de su época, desea tener un heredero, y, para ello, necesita contraer nupcias con una muchacha de buena familia. Sin embargo, tras elegir a la indicada, encuentra a su mayor adversaria en la hermana de esta, quien no solo se atreve a desafiarlo de manera constante, sino que consigue cambiar para siempre su perspectiva, su corazón y su alma.

¿Qué clase de enemies to lovers es este?

Sí, está claro que El vizconde que me amó está enmarcado en uno de los clichés favoritos de los lectores de romance: el enemies to lovers. Es evidente que, en un principio, tanto Kate como Anthony están dispuestos a llevarse muy mal debido a sus respectivas inclinaciones. Pero, tal vez, la adaptación de Netflix haya dejado el erróneo pensamiento de que esta novela incorpora un triángulo amoroso.

Es decir: El vizconde que me amó esconde un poco de este tropo entre sus páginas, pero, en realidad, Edwina casi nunca representa un riesgo para la relación de los protagonistas, más allá de su propia necesidad de conquistar a un joven guapo y rico. Por el contrario, podría decirse que el mayor impedimento para que los protagonistas de esta historia tengan un final feliz son ellos mismos.

Sobre la autora

Julia Quinn es el seudónimo de la autora estadounidense Julie Cutler, nacida en Nueva York durante 1970. Se licenció en Historia del Arte por la Universidad de Harvard, pero no supo muy bien qué debía hacer con su título, de modo que decidió ingresar en la facultad de Medicina de la Universidad de Yale, la cual dejó atrás después de que sus dos primeras novelas se hicieran mundialmente famosas.

Las historias románticas de corte histórico escritas por Quinn recibieron una aceptación tal, que la autora se encaminó a las Letras definitivamente solo unos meses después de haber comenzado Medicina. Desde entonces, su obra ha sido traducida a más de 25 idiomas, siendo uno de los constantes superventas del New York Times y recibiendo varios premios Rita.

Otros libros de Julia Quinn

Trilogía Blydon

  • Splendid — Una espléndida pasión (1995);
  • Minx — Una mujer rebelde (2009);
  • Dancing at midnight — Un baile a medianoche (2013).

Bilogía Las hermanas Lyndon

  • Everything and the Moon — Bajo el brillo de la luna (1997);
  • Brighter than the Sun — Más brillante que el sol (2000).

Bilogía Agentes de la Corona

  • How to Marry a Marquis — Cómo casarse con un marqués (1999);
  • To catch a heiress — Como atrapar a una heredera (2009).

Serie Bridgerton

  • The Duke and I — El duque y yo (2000);
  • An Offer from a Gentleman — Te doy mi corazón (2001);
  • Romancing Mr. Bridgerton — Seduciendo a Mr. Bridgerton (2002);
  • To Sir Philip, with Love — A Sir Phillip, con amor (2003);
  • When He Was Wicked — El corazón de una Bridgerton (2006);
  • It’s in His Kiss — Por un beso (2005);
  • On the Way to the Wedding — Buscando esposa (2006);
  • The Bridgertons: Happily Ever After — Bridgerton: felices para siempre (2020);
  • Queen Charlotte — La reina Carlota (2023).

Trilogía Bevelstoke

  • The Secret Diaries of Miss Miranda Cheever — Los diarios secretos de Miranda (2011);
  • Ten Things I Love About You — Diez cosas que me gustan de ti (2011);
  • What Happens in London — Secretos en Londres (2013).

Bilogía Los dos duques de Wyndham

  • The Lost Duke of Wyndham — El duque de Wyndham (2012);
  • Cavendish, I Presume — La prometida del duque (2012).

Tetralogía Smythe Smith

  • Just Like Heaven — Un romance adorable (2012);
  • Smythe Smith II — Una noche inolvidable (2013);
  • The Sum of All Kisses — La suma de todos los besos (2014);
  • The Secrets of Sir Richard Kenworthy — Los secretos de Sir Richard Kenworthy (2016).

Tetralogía Rokesby

  • Because of Miss Bridgerton — Por culpa de Miss Bridgerton (2021);
  • Rokesby II — Un marido inventado (2021);
  • The Other Miss Bridgerton — La otra Miss Bridgerton (2021);
  • First Comes Scandal — Primero llegó el escándalo (2021).

Novelas independientes

  • Thirty six valentines — 36 Tarjetas de San Valentin (2000);
  • Miss Butterworth and the Mad Baron — La señorita Butterworth y el barón loco (2022).

Ir a la fuente en actualidadliteratura.com

¿Dónde está la justicia para Alexa?

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El Consultorio Jurídico Feminista ha elevado la denuncia de Alexa Torres al CEDAW, buscando visibilizar la impunidad del caso de acoso sexual por parte del sacerdote Silvestre Olmedo. Este hecho evidencia las trabas judiciales y estereotipos que obstaculizan el acceso a la justicia para las mujeres en Paraguay.

 

En un hito histórico, el Consultorio Jurídico Feminista (CJF), junto a Synergia-Iniciativas para los Derechos Humanos, presentó el caso de Alexa Torres al Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW), denunciando la falta de perspectiva de género y la aplicación de estereotipos que llevaron a la impunidad en el proceso judicial contra el sacerdote Silvestre Olmedo.

 

Alexa, víctima de acoso sexual en 2016 cuando tenía 20 años, enfrentó un proceso judicial lleno de trabas y dilaciones que culminaron sin justicia. A pesar de la evidencia y los hechos probados, el sistema judicial paraguayo no actuó con la celeridad ni el enfoque adecuado, lo que dejó el caso sin resolución favorable para la joven.

 

Fotografía: gentileza

 

Desde el CJF también lanzaron la campaña “¿Dónde está la justicia?”, que busca generar conciencia sobre las falencias del sistema y apoyar la denuncia presentada ante la CEDAW, exigiendo medidas de reparación y no repetición para mejorar el acceso a la justicia de las mujeres en Paraguay. 

 

El camino aún es largo, pero Alexa Torres y las organizaciones que la respaldan esperan que este caso sirva como un precedente para que otras mujeres no tengan que enfrentarse a un sistema que les da la espalda.

 

A través de una página web del Consultorio Jurídico Feminista, se pueden conocer los hitos del caso, los testimonios de Alexa y a las abogadas que la acompañan en esta lucha.


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Laura Gonzalvo. Entrevista con la autora de La lista de las cosas imposibles

Mariola Díaz-Cano Arévalo

Laura Gonzalvo entrevista

Fotografía: cortesía de la autora.

Laura Gonzalvo ha trabajado siempre con las letras y ha terminado dedicándose a la escritura. Fue cuentacuentos, editora, redactora, encargada de comunicación y jefa de márquetin. La lista de las cosas imposibles es su primera novela, que ha ganado el Premio Carlemany 2021. En esta entrevista nos habla de ella y de muchos otros temas. Le agradezco mucho su tiempo y amabilidad.

Laura Gonzalvo – Entrevista

  • ACTUALIDAD LITERATURA: Tu primera novela se titula La lista de las cosas imposibles. ¿Qué nos cuentas en ella y de dónde te vino la inspiración? 

LAURA GONZALVO: Hacía mucho tiempo que quería escribir una novela y tenía varias ideas rondándome, algunas de las cuales están todavía cobrando forma actualmente. El caso es que un día acompañé a mi marido al médico y al mirar a mi alrededor me di cuenta de que tenía una buena historia delante de las narices. Pau, mi marido, es tetrapléjico a causa de un accidente de moto que tuvo a los dieciocho años y a menudo se visita en el Institut Guttmann, en Badalona (Barcelona), un centro de neurorrehabilitación especializado entre otras patologías en lesiones medulares. Aunque para nosotros Guttmann es un lugar conocido, familiar, aquel día me di cuenta de que está lleno de vivencias e historias que la gente no conoce y que merecen ser contadas.

La lista de las cosas imposibles se basa en la experiencia real de Pau cuando tuvo el accidente y también en la mía propia. Mi idea era mostrar la realidad de una vida que de pronto se ve afectada por un acontecimiento disruptivo como es una lesión medular huyendo del paternalismo y también de la clásica historia de superación que convierte al lesionado en un héroe. Por eso el personaje de Guim, que se basa en Pau, está contrarrestado por el de Clara, que se parece a mí. En el fondo, la novela habla de esa época de la vida, alrededor de los veinte años, en el que las personas encuentran su lugar en el mundo. Es una novela iniciática.

Inicios y autores

  • AL: ¿Puedes recordar alguna de tus primeras lecturas? ¿Y lo primero que escribiste?

LG: Empecé con tebeos de Zipi y Zape y seguí con novelas de Enid Blyton, Los Hollister y Puck. Recuerdo muchos internados y mucho aceite de ricino. Hasta que cayeron en mis manos La historia interminable y Momo. Hubo un antes y un después allí. Supongo que algo dentro de mí detectó que aquello era bueno y quise más.

En cuanto a escribir, lo primero que escribí con voluntad «literaria», más allá de las redacciones del colegio, fue una fábula. No la conservo, pero recuerdo que había un par de animales, la estructura típica y una moraleja final. Yo debía de tener once o doce años y la escribí del tirón en la vieja máquina de escribir de mi padre, una Olivetti Pluma 22 que todavía conservo.

Después de la fábula, quise ir más lejos y escribir una novela de internado como las que solía leer. Sin embargo, me di cuenta enseguida de que antes tenía que imaginarme el colegio: los espacios, qué había en el primer piso y qué en el segundo, si tendrían que subir o bajar escaleras para ir de un sitio a otro. Agarré una hoja de papel grande y empecé a dibujar el plano del lugar. Pero me agoté. Entendía que escribir una novela era mucho más complicado que una fábula de un par de páginas.

  • AL: ¿Un autor de cabecera? Puedes escoger más de uno y de todas las épocas. 

LG: Tengo y he tenido muchos a lo largo de mi vida lectora. Ya he comentado que Michael Ende fue el que me hizo entrar en la literatura como tal. Después tuve una larga época marcada por autores latinoamericanos como Gabriel García Márquez, Cortázar, Juan Rulfo, Benedetti y Roberto Bolaño. Sin embargo, desde que empecé a plantearme en serio la escritura, la lectura de autoras mujeres ha sido cada vez más importante para mí. Supongo que inconscientemente me reconozco más en ellas. Úrsula K. Le Guim me gusta desde hace muchos años. Me fascinan la oscuridad y la labia de Mariana Enríquez y la sencillez descarnada de Agota Kristof, pero también la naturalidad y la fluidez de Sally Rooney, el humor y el oficio de Taylor Jenkins Reid en Todos quieren a Daisy Jones, la riqueza de matices de Mercè Rodoreda y la cercanía de Montserrat Roig.

Personajes y costumbres

  • AL: ¿Qué personaje te hubiera gustado conocer y crear? 

LG: Es difícil quedarse con un solo personaje, pero si tengo que quedarme con alguno tiene que ser uno de literatura infantil. Creo que la literatura para niños es muy exigente. Se la infravalora porque parece sencillo crear una historia y usar un lenguaje acorde para esas personas que por menudas nos parecen menos inteligentes. Y, sin embargo, es dificilísimo. Los niños no son tontos y la literatura infantil es tan breve y concisa como puede serlo el poema más elevado.

Aunque me gustan muchos personajes de ese ámbito, mi favorito es sin duda Pomelo. Creado por Ramona Badescu y dibujado por Benjamin Chaud, me he sorprendido muchas veces diciendo «me encantaría haberme inventado yo a Pomelo». Se trata de un elefante diminuto que vive en un pequeño huerto rodeado de insectos, verduras y plantas. Y además es un filósofo. Me encanta. Vale muchísimo la pena.

  • AL: ¿Alguna manía o costumbre especial a la hora de escribir o leer? 

LG: Leer, leo en cualquier lado. Es cierto que a veces tengo crisis lectoras, pero cuando un libro me engancha saco momentos de debajo de las piedras para leer. De pequeña pillaba muchas anginas y me pasaba media vida en el médico. El doctor que me atendía se reía porque yo nunca iba allí sin un libro. Me resulta imposible imaginar una espera o un trayecto en tren sin un libro en la mano. Ahora el móvil nos quita mucho de ese tiempo y nos hace perderlo en estupideces, pero desde hace un tiempo llevo instalada la aplicación de préstamo de e-books de las bibliotecas y trato de aprovechar cada minuto.

En cuanto a escribir, estoy todavía encontrándome como escritora. Durante el proceso creativo paso por diversas fases y algunas de ellas son más dispersas que otras. He trabajado durante años como editora y las fases de reescritura, corrección e incluso traducción (escribo indistintamente en catalán o castellano y me traduzco a la otra lengua) suelen resultarme fáciles. En cambio, en las primeras etapas, cuando la historia tiene que emerger de la nada, me disperso más. Creo que es algo relativamente común, así que trato de normalizarlo. Crear no es lo mismo que producir y nos enseñan más lo segundo que lo primero.

Momentos y géneros

  • AL: ¿Y tu sitio y momento preferido para hacerlo?

LG: Cuando estoy muy inmersa en lo que estoy escribiendo no me importa dónde hacerlo. Mi primera novela la escribí en gran parte en bares donde esperaba que mis hijas terminaran sus extraescolares. Ahora que me estoy profesionalizando intento escribir por las mañanas, que es cuando estoy más lúcida, y en mi despacho.

  • AL: ¿Qué otros géneros te gustan?

LG: No tengo claro que me guste un género en particular. He disfrutado con novelas y cuentos fantásticos, de ciencia ficción, policíacos, de terror, históricos… aunque no me defino como lectora específica de ninguno de ellos. Sí que suelo decantarme más por más la novela, porque me engancha más, pero el cuento me parece maravilloso como género tanto como lectora como al escribirlo.

Panorama actual

  • AL: ¿Qué estás leyendo ahora? ¿Y escribiendo?

LG: Hace un par de días que empecé a leer Piel de cordero, de Ledicia Costas. Le tenía ganas hace tiempo y es la primera novela adulta de ella que leo. La conocía por sus novelas infantiles. El punto de partida, la vida de una bruja, me parece maravilloso. En novelas históricas o ambientadas en otras épocas ese tipo de personajes me fascinan: brujas y prostitutas, mujeres que viven al margen, saltándose las reglas y normas absurdas de un mundo dirigido por hombres.

  • AL: ¿Cómo crees que está el panorama editorial?

LG: He trabajado en editoriales durante varios años y sé que es un sector complejo. Básicamente porque se lee muy poco y se publica mucho. Las novedades son lo que mantienen la maquinaria en marcha y eso es un arma de doble filo. Por un lado, creo que gracias a eso mucha gente puede llegar a ver su libro publicado. Por el otro, los libros apenas sobreviven un par de meses en las mesas de las librerías. Es muy difícil llegar a los lectores y los autores tenemos que trabajar mucho, más allá del proceso de creación y escritura. Pero es sencillo de entender: hay muy poco margen y si hay poco margen, hay pocos recursos para invertir.

  • AL: ¿Qué tal llevas el momento actual que vivimos? 

LG: Tengo tres hijas y me niego a ver el futuro como algo catastrófico. Creo que todas las épocas tienen su parte buena y su parte mala. Ahora mismo el mundo está convulso. Vuelve a haber guerras visibles (porque guerras en realidad ha habido siempre) y eso resulta doloroso e incomprensible. Me sigue sorprendiendo que, a estas alturas, en pleno siglo XXI, sigamos matándonos entre nosotros. Pero también entiendo que hay muchos matices en todo. Tendemos a acomodarnos en nuestra casilla ideológica, a informarnos solo a través de los medios de comunicación a los que somos afines. 

Creo que en general cuando profundizas en algo siempre es más complejo de lo que pensábamos y de lo que querríamos que fuera. Por eso me gustan tanto las autoras que he mencionado antes. Porque nada es blanco o negro sin más. Recuerdo una vez que le preguntaron a Mariana Enríquez porque deja el final de sus cuentos abierto. Contestó que ella sabe perfectamente como termina su relato, pero que escribir ese final simplificaría la historia. Así que lo termina justo antes de la resolución. Y tiene razón. Sus cuentos son mucho mejores así. Pienso que estamos demasiado acostumbrados a que nos lo den todo masticado y que esa es nuestra asignatura pendiente: pensar por nosotros mismos.


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